La ideología woke
El wokismo es otra de las corrientes ideológicas, al igual que la perspectiva de género, que surge de la matriz cultural anglosajona. Este origen refleja el dominio cultural de esa esfera en el ámbito de las ideas, especialmente en Europa, donde su influencia se ha expandido de forma notable.
El término «woke» proviene del inglés coloquial y significa literalmente «despierto». Surgió originalmente en el seno de la comunidad afroamericana de Estados Unidos como un llamado a la conciencia social frente a las injusticias, especialmente las relacionadas con el racismo. Sin embargo, con el tiempo, su significado se ha ampliado para incluir una sensibilidad hacia diversas formas de desigualdad y opresión, abordando cuestiones relacionadas con el género, la orientación sexual, el medio ambiente y los derechos humanos en general.
Los Principales postulados del wokismo:
- Conciencia crítica: Se promueve una conciencia sobre las estructuras de poder y opresión, tanto históricas como actuales.
- Equidad en lugar de igualdad: Más allá de la igualdad ante la ley, se aboga por medidas proactivas que nivelen las desigualdades estructurales.
- Interseccionalidad: Se reconoce la interacción entre diferentes ejes de opresión (raza, género, clase, orientación sexual, capacidad física, etc.).
- Revisión cultural y educativa: Se promueve una educación que refleje la diversidad de experiencias, desmontando narrativas históricas consideradas eurocéntricas y patriarcales.
- Justicia restaurativa: No basta con sancionar las injusticias; se busca reparar los daños históricos infligidos a grupos marginados.
Sin embargo, uno de los aspectos más controvertidos del wokismo es su relación con la cultura de la cancelación, un fenómeno que, aunque se presenta bajo una apariencia moralista y reivindicativa, en la práctica adopta formas totalitarias. Esta cultura, que puede considerarse una manifestación moderna de planteamientos autoritarios, recuerda en ciertos aspectos a la deriva represiva de regímenes como el bolchevique o el soviético, aunque adaptada a las dinámicas digitales de nuestra época.
Características de la cultura de la cancelación:
- Activismo digital: Gran parte de la cancelación ocurre en plataformas digitales, donde la viralización de denuncias genera reacciones inmediatas y, a menudo, desproporcionadas.
- Moralización del discurso público: Se traza una línea rígida entre lo «correcto» e «incorrecto», basada en valores considerados progresistas.
- Cero tolerancia: Se exigen respuestas drásticas e inmediatas ante conductas consideradas ofensivas, con escaso espacio para el diálogo o la reparación.
- Efecto ejemplificador: Las cancelaciones buscan ser advertencias públicas para desalentar comportamientos similares en el futuro.
- Contexto ahistórico: No se tiene en cuenta el momento histórico o cultural en el que ocurrieron las acciones o declaraciones juzgadas.
Un ejemplo claro de este fenómeno es la «memoria democrática» promovida por el PSOE en España, que comparte estas características y evidencia cómo la cultura de la cancelación puede institucionalizarse para moldear la narrativa histórica y cultural de una sociedad.
El feminismo, especialmente en su cuarta ola, ha sido un terreno fértil para la expansión de la cultura de la cancelación. El movimiento #MeToo, que surgió en 2017, es un ejemplo paradigmático. Aunque nació como una reacción legítima contra el abuso sexual y el encubrimiento institucional de los agresores, ha derivado en una dinámica pendular que ha sobrepasado ampliamente su objetivo original de justicia, convirtiéndose en una forma de vendetta social.
El #MeToo presenta en este sentido unas prácticas censurables:
- Denuncia pública de agresores: Las redes sociales se convirtieron en un tribunal paralelo donde las acusaciones se procesan sin las garantías del Estado de derecho.
- Presunción de culpabilidad: Basta una denuncia pública para condenar social y profesionalmente al acusado, sin necesidad de que la justicia intervenga o verifique los hechos.
- Punitivismo implacable: Se niega cualquier posibilidad de perdón o redención para las personas canceladas, incluso cuando se demuestra su inocencia.
Esta dinámica ha generado un sistema represivo donde el miedo al escrutinio público reemplaza el diálogo y el debido proceso.
El wokismo y el feminismo de género coinciden en su rechazo a los «roles de género tradicionales» y al binarismo hombre-mujer. Ambos movimientos buscan una mayor representación de identidades no binarias, trans y queer. Sin embargo, esta alianza no está exenta de tensiones internas.
Por ejemplo, una parte del feminismo —conocida como TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist)— rechaza la equiparación de las mujeres trans con las mujeres biológicas. Este conflicto es especialmente visible en el ámbito deportivo. El Comité Olímpico Internacional (COI) ha establecido normas para evitar que atletas trans compitan en categorías femeninas, dando en este sentido razón a las feministas que se oponen a la confusión entre mujer y trans.
Esta lógica plantea una contradicción: si se acepta que las mujeres trans no son iguales a las mujeres biológicas en el ámbito deportivo, ¿por qué no admitir el mismo principio en otros ámbitos donde las diferencias son también significativas? ¿Por qué no admitirlo en relación con los hombres? ¿O es que solo posee significación si hay por en medio una competición con fuertes intereses económicos?
El feminismo de género y el wokismo coinciden en la denuncia del patriarcado como sistema opresivo estructural. Sin embargo, sus relaciones con el capitalismo son mucho más ambiguas. Aunque el wokismo se presenta como anticapitalista, su discurso es absorbido con facilidad por las grandes corporaciones y las industrias culturales, que utilizan sus narrativas como herramientas de marketing.
En el caso del feminismo, la pugna entre hombres y mujeres ha desplazado en gran medida el foco de la desigualdad real: la socioeconómica. Así, el discurso feminista contemporáneo ha contribuido, quizá de forma no intencionada, a desviar la atención de las verdaderas estructuras de poder económico.
Existe una alianza objetiva entre el wokismo y el feminismo de género, basada en la interseccionalidad y en objetivos compartidos. Sin embargo, esta alianza está plagada de contradicciones que, con el tiempo, amenazan con erosionar su coherencia interna y lo que es peor como forman parte de la ideología dominante que se expresa en políticas públicas, introduce el conflicto y a fragmentación social a través de ellas, contribuyendo así a los factores de atomización y polarización en las sociedades occidentales.
La cultura hegemónica. Perspectiva de género, wokismo y cancelación cristiana (2)
Uno de los aspectos más controvertidos del wokismo es su relación con la cultura de la cancelación, un fenómeno que, aunque se presenta bajo una apariencia moralista y reivindicativa, en la práctica adopta formas totalitarias Share on X