El Matrimonio (con negrita y subrayado) entraña una especial dificultad como Sacramento. De por sí el matrimonio (sin negrita) es difícil. Pues el matrimonio como unión estable civil entre un hombre y una mujer es difícil de mantener. Como unión estable aparente bendecida (de puertas para afuera) hay (o habían) muchos y en todas partes. Como unión estable verdadera también los hay. Que constituyan Sacramento y que sean ejemplo de santificación para el prójimo, a mi modo de ver, no hay tantos en nuestra sociedad global. De hecho el Matrimonio es el primer sacramento en el tiempo. La unión de Adán y Eva nos dice algo. En mis escritos he hablado del Matrimonio. La Iglesia lo establece como el séptimo Sacramento.
Los Matrimonios ejemplares con santidad perfecta al 100% a cada instante no existen. Nunca han existido. Matrimonios ejemplares con listón de santidad los ha habido, los hay y los habrá. Pasa lo mismo con las dificultades para que lo sean (también las ha habido, haylas y las habrá). Un ejercicio práctico para optar a la santidad en el Matrimonio es la autorepetición constante por parte de cada cónyuge del sí quiero. En su fórmula amplia. En muchos casos el sacerdote o diácono formula la pregunta a cada uno de los contrayentes. El sí quiero es suficiente, pero la pronunciación en voz alta, pausada y leída, de la fórmula completa merece la pena. Con el paso de los años es bueno repetirla en privado a modo de oración. La fórmula del CONSENTIMIENTO dice así (*):
Yo, X, te quiero a ti, Y, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
Yo, Y, te quiero a ti, X, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
La dificultad especial es la consecuencia con el consentimiento cada día a lo largo de la vida mortal. ¡Te quiero, me entrego y te prometo mi fidelidad en las verdes y en las maduras a lo largo de los años! Hoy, mañana, pasado mañana y así sucesivamente… sin cuestionar que esta promesa constituye Sacramento. El problema surge cuando uno de los dos cuestiona y el otro u otra no aguarda una rectificación de hecho. O bien ésta no es factible. A veces -también en términos pastorales- se aconseja la separación amistosa de los dos contrayentes para evitar males mayores. A veces esta separación es el inicio de un proceso de nulidad. Nulidades de las que han habido abusos judiciales en tribunales canónicos eclesiásticos. Pues muchas veces cuando surgen no es de inmediato al separarse, sino por la aparición en la vida de uno de los dos de otro “amor”. Si la elección simultánea del uno a la otra y de la una al otro viene precedida de un prudente tiempo de noviazgo, no hay sorpresas en el momento de la promesa y posteriores años de vida en común.
Entre bautizados no puede haber contrato matrimonial válido que, por el mismo hecho, no sea sacramento. La materia del sacramento es la mutua entrega de los cuerpos. La forma del sacramento es la mutua aceptación de los mismos. <<El legítimo contrato es, a la vez, la materia y la forma del sacramento del matrimonio; a saber: la mutua y legítima entrega de los cuerpos con las palabras y signos que expresan el sentido interior del ánimo, constituye la materia, y la mutua y legítima aceptación de los cuerpos constituye la forma>> (Constitución Pacis de Benedicto XIV 19 de marzo de 1758). El sujeto del matrimonio como sacramento es todo hombre o mujer bautizado sin impedimentos dirimentes. En total hay 12. El sacerdote o diácono que preside no es el ministro del sacramento. Hay dos ministros: los dos contrayentes. Hombre y mujer son a la vez sujetos receptores y ministros del sacramento.
El Matrimonio rato no consumado es la expresión pública del Consentimiento. El sacerdote o diácono actúa a modo de juez y da fe en nombre de la Iglesia del sacramento celebrado. Matrimonio que se presupone consumado una vez el varón y la mujer contrayentes han gozado de soledad íntima. El Consentimiento es una promesa pública de fidelidad en exclusiva. Y en esta promesa radica toda la fuerza del Sacramento del Matrimonio. Promesa comprometida ante la Iglesia y ante la sociedad. Por razones seculares jurídicas en algunos lugares como España no es preciso pasar por el juzgado antes o después de la celebración del sacramento. El sacerdote o diácono da fe del sacramento y, a modo de juez, de la unión civil efectuada.
El Consentimiento para ser válido y legítimo debe ser: a) verdadero e interno b) deliberado y libre c) mutuo d) manifestado externamente. El Matrimonio es indisoluble. Sólo el fallecimiento del hombre o la mujer rompe el vínculo y por tanto pone fin al Sacramento como tal. En la vida eterna no hay casados y casadas. Pero para merecer esta vida eterna en la gloria celestial, el Matrimonio es una vocación de santidad en la vida contingente que nos toca vivir. El amor humano conyugal de un hombre a una mujer y de esta mujer a este hombre no se elige trivialmente. Debe surgir como factible en el desenlace del tiempo. Y una vez surgido debe elegirse como la vocación a la que Dios nos llama a los dos, a menos que nos haya llamado, a los dos o a uno de los dos, a la vida consagrada.
Como pueden ver es una reflexión sin vínculos https con una trayectoria personal de algo más de cuarenta años. Durante varios lustros he presupuesto que reflexión plenamente compartida con el prójimo. Igual sí que es así. Pero no detecto homilías habituales de templo en esta línea. Non problem. Ya las predico yo. No oigo estas predicaciones. Tampoco acogidas de nursery a nivel parroquial para poder participar en la santa misa. No es de extrañar pues los bajos índices generalizados de natalidad. ¿Ir a contracorriente? ¡Vale! ¿Cómo un bicho raro minoritario? Parece que así es en la actualidad desde hace demasiados años.
(*) Cf. Ritual de los Sacramentos de la Comisión Episcopal de Liturgia publicado por la BAC en 1977
1 Comentario. Dejar nuevo
Muy interesante!!!
Completamente de acuerdo que hay que hablar claro, el matrimonio es un sacramento, y cómo bien se ha dicho este es siempre bendecido por Dios, así que los cónyugues cuentan con la gracia de Dios para superar todas esas dificultades en el camino. Así que hay que mirar al otro y a las dificultades con esperanza, alegría y gracia. Y eso no debemos olvidarlo nunca pues no «luchamos» solos, no estamos solos. Él siempre está, pídamosle fe y fortaleza para perseverar y crecer en el amor siempre.
Por otro lado la sociedad de hoy es consumista y materialista y, desgraciadamente, también esto se ve afectado en el amor. Hoy tenemos un «te quiero», pero con condiciones. «Te quiero mientras me aporta, me satisface, me llena, me es relativamente fácil llevarlo, mientras estoy enamorado, etc., etc., etc.». Tristemente lo más frecuente es un amor de «usar y tirar». Y evidentmente ese amor no lo soporta todo, porque no es de entrega incondicional, no es un amor edificado sobre roca firme. Miremos siempre a Jesús: siendo verdadero Dios y verdadero hombre, murió para salvarnos (y una muerte en cruz), un amor sin medida, sin condiciones, de entrega absoluta. Por lo tanto, debemos entender que no nos casamos únicamente porque amamos, sino porque queremos amarnos siempre.
El Padre Antonio Maria Domenech habla mucho de estos temas, sin tabús, con sabiduría y con lenguaje apto para todos los públicos. Su cursillo prematrimonial es sencillo, pero muy eficaz. Podéis buscar su escrito «La casa sobre la roca» en su blog «Se llenaron de inme sa alegría. En él se complementa todo lo que se ha puesto en manifiesto aquí. Os dejo ambos links (al blog y al escrito en cuestión) por si a alguien le hace bien.
*https://sellenarondeinmensaalegria.wordpress.com
*https://sellenarondeinmensaalegria.wordpress.com/?s=La+casa
A Jesús siemp53, con, por y en María!!!!