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La hora de los saltimbanquis

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¿¡Adónde diantre vamos con tanto “dirigente” que ni digieren ni saben liderar!? Un buen líder ha de dirigir lo que previamente ha digerido; si no, es un camelo, un fantoche que no hace más que entorpecer el camino a todos aquellos que quieren caminarlo. Como todos (los que lo son y los que no lo son) necesitamos líderes, resulta que el desbarajuste que se organiza con el desgobierno es magno.

Es muy fácil ponerse encima, pisotear lo que otros han trillado, desmontar castillos de supremas teorías que, aunque incomprendidas hoy por hoy, cambiarían el mundo mañana. Sin embargo, ¿quién es el majo que los construye en un plis-plas? Para ponerse encima basta imponer un criterio por la fuerza al débil o indefenso, levantar la voz sin escuchar al que tiene derecho a hablar, insultar, lanzar pullas e ironías, descalificar lo que, por no entenderlo, no se acepta; ridiculizar con subterfugios, arrasar con mala leche… ¡creerse Dios, sin serlo!

¡Claro! ¡Desean más y más y más! ¡Nunca tienen suficiente! Por no liderar, el que debería haberlo hecho, se limita a ponerse el sombrero sobre la calva, pañuelo en ristre ante la chaqueta, ¡sin olvidar pajarita en argolla! Es muy fácil, macho, ir de piripi, pero ¡a ver quién es el guapo que pone orden al tinglado desmantelado, y reconstruye el trabajo de decenios! Si no, ¿cómo vamos a poder vivir, no mañana, no… incluso esta tarde?

Cierto como el día que no solo sufrimos los desplantes de los “dirigentes” que no dirigen. También padecemos la injusticia de esos mal chinados “líderes” que tratan de chupar la sangre de su populacho, pretendiendo que estos trabajen lo que sus “dirigentes” no trabajan, digieran lo que no digieren, y encima, se pongan la flor en el ojal para salir por la pantalla grande como los grandes triunfadores, sin rendir siquiera recuerdo a tantos aupadores como han desballestado en su recorrido hacia el estrellato inmerecido.

Y todo esto, ¿por qué? Para que el populacho les saque a sus “líderes” las castañas del fuego, cobrando cuatro ochavos por perder la piel y vender el alma al diablo, que si no ni con el “chute” de drogas sibilinas consiguen sobrevivir a tan colosal contienda entre el Bien y el Mal, que, por no creer ya ni en Dios, de otra manera no encuentran fuerza de cómo mantener el tipo sin la sangre que les maman, y además, el “chute” les es canjeado bajo mano por los “amigos” de los campeones que, mereciendo ser desechados a las cloacas, en ellas hacen vivir a sus plebeyos.

¡No queda ahí la cosa! Siempre surge de la nada, en el momento menos esperado, el auténtico líder que a la sombra se guarnecía del traje de buzo, y ahora, sin que nadie lo esperara pero sí ansiara, resurge de las cenizas y recompone el tinglado. Suele ser siempre el mismo: aquel que, a base de ser humillado, de ser entorpecido, de ser menospreciado, de ser escupido… ¿qué más da?, ¡de ser denigrado!, ha hecho músculo a espaldas de los forzudos de salas de fitness de postín, y, mientras que a estos sus músculos les pesan, el providente salta que salta las trampas una tras otra a la ligera, con tal desparpajo y ligereza, que “dirigentes” y “dirigidos” alucinan ya hasta sin chutarse entre ellos. De tanto tener que saltar, ha aprendido lo que otros ignoraban, y hasta al saltar trampas le encuentra ahora gusto y divertimento, ante la incredulidad de propios y extraños. Pero no queda ahí la cosa: ¡Ha salvado a la Humanidad perdida! −Ese es el que nos falta… pero saldrá de nosotros.

Twitter: @jordimariada

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