El Código de Derecho Canónico, una vez más, lo dice claro: “Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él” (n. 204 § 2), y por tanto tiene misión y gobierno propios. Esa sentencia, el Derecho Canónico -que son las leyes que rigen la Iglesia, basadas en la Palabra de Jesucristo y la Tradición, y otras actualizables- no se la saca de la manga, sino que parte de la misma Palabra de Jesucristo al instituir la Iglesia singularmente sobre san Pedro (primer Papa) y los Apóstoles (primeros obispos), declarando con solemnidad: “Ahora te digo Yo: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’” (Mt 16,18), “pastorea mis ovejas” (Jn 21,16); y con la elección que hizo de cada uno de ellos. Eso significa que todo fiel católico debe obediencia al Papa y a los obispos, lo mismo que los obispos le deben obediencia al Papa. Por eso el hecho de que un obispo haga pública una crítica de gobierno al Papa sin que haya escándalo previo y manifiesto de éste, es especialmente grave, y Dios le pasará cuentas. En la historia de la Iglesia algunas personas concretas han amonestado públicamente al Papa, pero existía escándalo manifiesto por el comportamiento del Papa. Es muy distinto de la movida que ha provocado este verano el ex nuncio Viganò, que es difamación, abusando del poder de su cargo, poder que no tendría, no lo olvidemos, si Dios no le hubiera dado a través de su elección por medio del Papa. No confundamos la sociedad formada por la Iglesia, que hemos dicho que es jerárquica, con la sociedad terrena, la cual es lícito que elija o cambie sus formas de gobierno, entre las cuales actualmente estamos avezados a la democracia, que es el motivo por el cual nos es más difícil entender una Iglesia jerárquica, no por otra cosa; y porque Jesucristo lo quiso así, nosotros no tenemos derecho a cuestionarlo, y mucho menos un miembro del Colegio de los Obispos, que es como se denomina la estructura que une entre sí al Papa con los obispos. Como en todo, a veces uno se desmarca llevándose la bola a su casa, pues todos, quién más y quién menos, y más en la actualidad, tendemos a ir a la nuestra. De ese peligro avisó el Papa en un discurso del sábado pasado, criticando, durante un seminario de una Congregación de obispos en el Vaticano, pero dirigiéndose a todo obispo, “ciertas tendencias [de los obispos] al liderismo. Mostrarse como hombres fuertes, que mantienen las distancias y mandan sobre los demás”. “(Ni) duros ni enfadados, (sed) afables”.
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