“Grande y excelente potencia es la memoria. Su multiplicidad, Dios mío, tan profunda como inmensa, tiene un no sé qué que espanta; todo esto que es mi memoria lo es mi alma y lo soy también yo mismo. ¿Y qué soy yo, Dios mío?, ¿qué ser y naturaleza es la que tengo? Una naturaleza que se compone de varias y que vive con varios modos de vida, y que de varios modos es inmensa, como se ve en los espaciosos campos de mi memoria.”
San Agustín, Confesiones, Libro X, capítulo XVII
Uno nunca está preparado para la venida de la muerte, todo lo contrario, uno siempre está preparado para la vida, para el tiempo y su devenir, para la existencia y sus avatares. Pero la muerte llega y, con ella, llega la rendición final, el saberse limitado, el entender que la finitud es una realidad durable. Huimos de nuestra temporalidad, haciendo de nuestro día a día un sinfín de excentricidades que nos hagan perdurar en el tiempo. El presente es hoy, decimos, para paliar nuestra psicosis existencial, nuestra caída desesperanzada, nuestro ahogado sinsentido. Pero la muerte llega. Algún día, el fundido en blanco aparecerá ante nuestros ojos o lo veremos de cerca en la mirada de alguien próximo.
Ser
La esencia individual es lo que marca la realidad temporal que impregna nuestra existencia. No a modo genérico, pues la naturaleza personal es asumida desde el primer momento del ser, desde la unicidad del yo único e irrepetible. Soy esencia porque esencialmente soy alguien, porque toda persona es alguien, con su biología, con su psique, con su historia y con su capacidad de trascendencia. El Hombre es ese ser que es, pero también que puede llegar a ser.
La persona no es un ser definido ni definitorio, es un ser en continuo cambio, de habitabilidad, de aprendizaje, de realidad. Es por ello por lo que no somos seres comunes, nuestra subsistencia individual nos configura de manera autónoma en ser y en estar. El individuo no está predestinado a ser lo que es, sino que está encomendado a ser lo que tiene que llegar a ser, pues toda persona está llamada a.
Por eso, por ejemplo, cuando abordamos la pretensión de educar a nuestros hijos, aceptamos desde la realidad lo que son, pero no nos conformamos con lo que son de manera transitoria. Emprendemos, pues, la inmensa tarea de ayudarlos y acompañarlos a desplegar el abanico de potencialidades que poseen como seres insustituibles. Que abran las propias alas, dicho de manera lírica, que un día recibieron. Hacerles conscientes que están hechos para volar. Si son águilas, no hacerles conformarse con ser gallinas. Ser, por tanto, es haber llegado a ser. De lo contrario, ni se es ni se será nunca. De lo contrario, cuando la muerte llegue ni habremos sido, ni habremos existido, ni habremos vivido.
Des-ser
Para llegar a ser, no quedará otro remedio que des-ser, deshacer lo que soy, replantear lo que soy y lo que puedo llegar a ser. Un camino transitorio por el abismo de la consciencia. Necesario, imprescindible, obligatorio. Toda vida lleva consigo una carga de responsabilidad, con la realidad y con la libertad. Con la capacidad de posicionarme ante la vida que vivo y ante las posibilidades que se me brindan. Saber elegir no solo es saber quién se es, sino quién no se quiere ser. Saber elegir no solo es tener facultad de elección, también es saber que la no elección es una elección absoluta.
Por consiguiente, des-ser es la emergencia de ser, de poder llegar a ser. La libertad del hombre des-siendo será la mayor de las posibilidades para actuar orientado a la existencia plena, a la bondad donada, a la belleza consistente y plena. La estética y la ética del ser, dicho de otro modo, no es solo tener la capacidad de elección, es saber elegir bien: des-ser para ser, deshacerse para volver a nacer, desarticularse para volver a vivir. Des-ser será aprehender la existencia y saciarse de la vida ofrecida. Des-ser será adquirir la noción de libertad, saberse libre y ejercerse como tal.
Siendo
El plano ontológico que impregna al Hombre por el natural y completo acto de humanidad que contiene es, por tanto, la orientación más clarividente de que el ser, por el simple hecho de ser, es seguir siendo. Esta es la clave de perdurabilidad y de eternidad. Nuestra esencia no es finita, ni temporal. Nuestro yo más íntimo no será ya derribado por la línea de la muerte, sino que traspasará la tela de lo trascendente, porque nuestra memoria recorrerá cada uno de los pasos dados, de los pasos ofrecidos, de los pasos amados.
El presente continuo del ser será siendo, seguirá en acción continuada, pues la memoria nos acercará no solo a nuestra vida cuando ésta vaya llegando a su fin, también a la de los que se van yendo y dejan un poso de ellos mismos en esta tierra por la que se elevan. Su mirada ya no ofrecerá desesperanza ni sinsentido, su mirada querrá abrazar lo que un día abrazó, y así, los que se quedan, abrazarle en el silencio de la eternidad, en el silencio del cielo calmo, en el valle de la vida ejemplar y donada. Siendo serás eterno, siendo serás recordado. Porque haber sido es seguir siendo, porque ser será siempre seguir amando.
Nuestro yo más íntimo no será ya derribado por la línea de la muerte, sino que traspasará la tela de lo trascendente, porque nuestra memoria recorrerá cada uno de los pasos dados, de los pasos ofrecidos, de los pasos amados Compartir en X








