Tal día como hoy, 27 de diciembre de 1512, la Cristiandad dio un paso decisivo en la historia del Derecho.
En la ciudad de Burgos, la Corona española promulgaba las Leyes de Burgos, el primer cuerpo normativo en la historia universal que una potencia imperial dictaba para proteger a la población vencida.
Ningún imperio anterior —ni Roma, ni Grecia, ni las potencias orientales— había hecho algo semejante.
La razón última de esta novedad no fue política, sino católica: la convicción profunda de que cada ser humano, también el indígena recién descubierto, es hijo de Dios y portador de dignidad.
El espíritu de esta legislación nace del testamento de Isabel la Católica, quien ordenó expresamente no esclavizar a los indios, sino evangelizarlos y tratarlos como vasallos libres.
Era una revolución moral sin precedentes en la historia de los imperios. Aunque algunos conquistadores hicieron oídos sordos, la propia Corona actuó: misioneros y religiosos denunciaron los abusos, y Fernando eljy11 Católico convocó en Burgos a juristas y teólogos para elaborar un derecho específico para las Indias.
Allí comenzó una tradición hispánica que nunca se detendría: la revisión constante, moral y jurídica, de su propia acción evangelizadora. Porque España —y esto la Leyenda Negra jamás lo reconocerá— fue el único imperio que se puso en tela de juicio a sí mismo, examinando no sólo lo útil, sino lo justo.
Principios revolucionarios para su tiempo
Las Leyes de Burgos afirmaban cuatro verdades inéditas:
- Los indios son libres.
- Los Reyes Católicos pueden gobernarlos sólo por su deber evangelizador, no por derecho de conquista absoluta.
- Los indios pueden trabajar, pero nunca como esclavos: el trabajo debía ser tolerable y el salario justo.
- Una guerra sólo podría justificarse si los indios se negaban deliberadamente a ser evangelizados.
Estos principios, nacidos de la reflexión cristiana, señalaron el camino hacia figuras como Francisco de Vitoria, padre del Derecho Internacional moderno.
La semilla de los derechos humanos
La legislación indiana siguió desarrollándose durante el siglo XVI: normas laborales, prohibición de abusos, defensa de la libertad indígena y límites claros al poder de los encomenderos. El punto culminante fue la Controversia de Valladolid (1550-1551), donde Carlos I sometió a debate religioso y jurídico la legitimidad de sus propias conquistas.
Ningún otro imperio sometió sus acciones a un juicio moral semejante.
Con las Leyes de Burgos, España se convirtió en la primera nación del mundo en reconocer jurídicamente la dignidad del vencido.
Aquí germina lo que hoy llamamos derechos humanos, no nacidos de revoluciones laicistas tres siglos después, sino del humanismo católico y de la visión cristiana del indio como hermano.
Contra la Leyenda Negra
Frente a quienes han querido presentar la evangelización como opresión y el Imperio español como tiranía, las Leyes de Burgos son un documento incontestable.
Muestran que la Hispanidad no nació de la violencia, sino del encuentro, la misión y la convicción católica de que Cristo murió por todos los pueblos.
La Leyenda Negra oculta esta verdad: que mientras otros imperios explotaban sin escrúpulos, España legislaba, debatía, corregía y evangelizaba, construyendo un mundo nuevo donde el indio pasaba a ser sujeto de derechos, alma inmortal y miembro pleno del orbe cristiano.
La historia lo confirma: una legislación así sólo pudo nacer en un imperio católico.







