Obispos españoles están tomando posiciones contra la nueva Ley de Educación que está preparando el actual Gobierno formado entre el PSOE y Podemos.
Durante la homilía en la Misa de acción de gracias celebrada en la catedral de Valencia en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, el cardenal Antonio Cañizares se opuso a que se aprobara la Ley de educación denominada Lomloe, también conocida como Ley Celaá, nombre de la actual ministra de Educación:
«Deseo que no se apruebe la Ley de Educación. Los niños hay que educarles no imponiéndoles modelos de conocimiento o de ética. No hago política, no puedo callar. Las imposiciones llevan a una dictadura. En estos momentos estamos ante el gran reto que tenemos y es el futuro del hombre de esta educación, que debe estar al servicio del hombre de una sociedad nueva en la que los padres sean los primeros educadores. En la nueva Ley quien educa es el Estado y a quienes compete educar a los hijos es a los padres. Los demás, como el Estado, colaboramos con los padres en la educación de los hijos. No callemos, no tengamos miedo. Dios por encima de todo, que la Virgen y san Vicente Ferrer, que no se calló nada, nos ayuden».
El arzobispo de Valencia ha subrayado que vivimos»tiempos difíciles y es la hora del testimonio de Dios, de la defensa del hombre, del Evangelio de la vida y de la familia, de la libertad religiosa y los derechos humanos fundamentales, del pobre, del inmigrante, de los que están siendo maltratados, como ocurre en Venezuela».
Finalmente ha subrayado: «Es la hora de la fe, la confianza y la esperanza, del anuncio del Evangelio, Dios está siempre con nosotros. No calléis ni ocultéis la luz del Evangelio, el amor de Dios, su perdón y misericordia».
La Ley de Educación es «estatalismo doctrinario»
Por su parte, el arzobispo de Oviedo, el franciscano Jesús Sanz Montes, ha hecho público un texto por medio del cual denuncia que entre los retos de la postpandemia «una de las cuestiones pendientes es la educación y su ley gubernamental, que miramos con enorme preocupación por los modos, censuras e imposiciones que apuntan sus peores maneras».
«Educar no es domesticar -afirma-, sino acompañar con respeto en el descubrimiento de la vida en todos sus factores y saberes, sugiriendo cuestiones, señalando caminos y aprendiendo de los verdaderos educadores que han sembrado semillas de bien, de belleza y de verdad, en el corazón y en la inteligencia de los que se les ha confiado por motivos familiares, escolares o religiosos».
Para monseñor Sanz, la educación verdadera «no tiene prejuicios ni pretensiones, sino el deseo humilde de transmitir respetuosamente lo que ha sido importante en la propia vida de unos padres, unos maestros, unos religiosos y sacerdotes«. «Esto es lo que llamamos tradición cultural que, si es verdadera, no será nunca ideológica», explica.
«No sucede así con las pretensiones de quienes, desde la política más partidista, quiebran esta libertad en aras del control de las futuras generaciones viendo en ellas una herramienta torticera de perpetuación o de arrebatamiento de una prole tierna en sus convicciones, vulnerable en sus principios, y manipulable en sus sentimientos. Esto explica cómo ha habido y sigue habiendo esta intencionalidad de hacerse con el control más usurpador, la maniobra más despótica, de quienes ven en la educación un instrumento de poder cercenando la libertad sacrosanta de los padres y hasta de los mismos niños y jóvenes en cuestión», prosigue el arzobispo de Oviedo.
Finalmente, monseñor Sanz afirma: «Cuando se nos pretende arrebatar esta alta responsabilidad en aras de un estatalismo doctrinario, cuyos referentes son conocidos en países que con enorme sufrimiento y descalabro entre las dictaduras más invasoras, más excluyentes, más lesivas contra la dignidad de la persona y su legítima libertad de conciencia, religiosa y cultural, es justo que alcemos nuestra voz para reivindicar una ley de educación que no sea liberticida, sino respetuosa con los primeros depositarios de la tutela y responsabilidad educativa como son los padres de nuestros niños y jóvenes. No el ministerio de turno, ni los calendarios políticos de los mandamases, sino el bien integral que acompaña a quienes han sido instrumentos de Dios para llamar a la vida a unos pequeños que no quieren dejar su devenir y futuro en manos de cualquiera».
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