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Los actos inmorales del gobierno Sánchez

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Y no, no nos referimos al caso Koldo, ni al presunto caso Ábalos, porque el primero solo está circunscrito a personajes socialistas pero no al gobierno, y sobre el segundo, aún somos de los que afirmamos la presunción de inocencia como un fundamento del Estado de derecho y de una justicia con perspectiva cristiana. Y aunque se pueda discrepar de este juicio, pensamos, además, que es demasiado fácil dejarse llevar por el sensacionalismo y señalar una presunta inmoralidad, olvidando otra mayor, que es a la que nos referimos.

Se trata de la brutal combinación entre eutanasia y las razones dadas por el gobierno y el trato dado a los enfermos de ELA, por el Gobierno Sánchez, su complemento de bisutería, esto es Sumar, y su mayoría parlamentaria. Eso sí es inmoralidad demostrada sin sombra de inocencia, sino al contrario, de cruel contumacia.

Nuestra moralidad no es otra que la cristiana, pero entendemos que en esa sociedad confusa de la desvinculación pueden existir concepciones distintas, pero es obvio que algunos principios básicos, como la justicia, la honestidad, la compasión y el respeto a los derechos humanos son generalmente aceptados como valores morales fundamentales.

Las acciones de gobierno pueden considerarse inmorales por diversas razones. Una de ellas es la corrupción, que no termina en el uso del poder público para obtener beneficios personales, sino que se extiende cuando favorece a ciertos grupos y discrimina a otros, como practica por sistema Sánchez, que ha dividido a la sociedad española, con un muro que él mismo ha declarado como levantado ante quienes no le siguen como discípulos mesiánicos, silenciosos borregos o como cipayos. Esta discriminación constituye otra práctica inmoral, y lo es en la forma como trata a los católicos, por ejemplo, en el escándalo de la pederastia. Lo son las  mentiras y engaños: manipular la información o difundir información falsa, comprometerse a una cosa y hacer lo opuesto, para obtener beneficios políticos o para encubrir actos indebidos. ¿Acaso no es este un sello relevante de Sánchez y su forma de actuar? La amnistía, claro, pero no solo ella.

Son así mismo inmorales las violaciones de derechos humanos. Concretemos. Lo es cualquier acción que atente contra la vida, la libertad, la seguridad o la dignidad de las personas, y lo es también la negligencia: la falta de acción o atención a las necesidades básicas de la población. Todo esto se concreta en el indecente comportamiento gubernamental ante los enfermos de ELA, esa terrible enfermedad que mata inexorablemente en un proceso de incapacitación creciente.

Recordemos, en la anterior legislatura se acordó tomar en consideración por el pleno del Congreso una ley de ayuda a los enfermos de ELA, cuya enfermedad genera, en la medida que avanza, unos costes de sobrevivencia imposibles de asumir por la mayoría. Nadie se atrevió a votar en contra de que se tramitase una ley de estas características, pero una vez salvada la cara, la artimaña de la mesa del Congreso, que decide cuando se tramita una ley con mayoría absoluta gubernamental, la condenó al ostracismo, hasta que, con el fin de la legislatura, decayó. Y ahora en el nuevo mandato no existe ninguna ley en proceso, porque nadie la ha vuelto a presentar. Días atrás, el futbolista Unzué, aquejado de esta enfermedad, como portavoz de los afectados, se reunió en el Congreso, pero al encuentro acudieron de entrada solo ¡cinco diputados!, y alguno más, deprisa y corriendo, después de la bronca pública de Unzué.

En la otra cara de la moneda, la ley de la eutanasia, lo hemos dicho en otras ocasiones, aprobada deprisa y corriendo casi en silencio en plena pandemia. Ahí todo fue velocidad y urgencia: facilitar que se mate es la norma gubernamental, salvar a quien quiere vivir solo encuentra su rechazo pasivo. La hipocresía de los eutanásicos que proclamaban que era un ejercicio de libertad, ignorando deliberadamente que eso solo sería posible en igualdad de condiciones sociales, afectivas y sanitarias, quedaba claramente desmentida cuando el gobierno se negaba a que los cuidados paliativos llegaran a toda la población. La elección quedaba reducida a morir sufriendo o a la eutanasia. Y esto registra su grado más agudo, más cruel, con los enfermos de ELA. A pesar de que son unos pocos miles de enfermos, constituyen el 25% de todas las eutanasias y eso solo ya lo dice todo.

Pero, que nadie se confunda, la gran mayoría quiere vivir, pero no pueden y el Gobierno Sánchez los condena pudiendo ayudarlos con un puñado de euros, una misérrima parte de lo que el gobierno gasta, por ejemplo, en violencia de género. Pero, por lo visto, la violencia cruel de la ELA no interesa. Incluso hay médicos del servicio público que, indignos de servir al juramento hipocrático, los empujan a aquel final.

Los gobiernos inmorales construyen sociedades del mismo carácter, con una agravante: en este caso la inmoralidad ha conducido a la inhumanidad.

¿Dónde radica la legitimidad para gobernar y ser obedecido?

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3 Comentarios. Dejar nuevo

  • La ley del aborto de 2010, perpetrada también por un gobierno socialista, y que el gobierno actual ha potenciado, también nos da un indicio de la catadura inmoral, no solo del gobierno sino de la oposición que calla y otorga.
    La relación entre eutanasia y cuidados paliativos es semejante a la que hay entre aborto y ayudas a la maternidad. Se trata de tirar por lo fácil y barato, deshumanizando a la sociedad en nombre del progreso y la libertad.

    Responder
  • Lluís M. Puig
    4 marzo, 2024 09:50

    La inmoralidad afecta por desgracia tanto a la izquierda como a la derecha. Nadie está legitimado para tirar la primera piedra. Es evidente que la política en general carece de valores -también la derecha- y se ha convertido más en un problema que en un medio para mejorar las condiciones de los ciudadanos. Todos actúan bajo el lema de que el fin justifica los medios. Así no vamos a ninguna parte. Afirmar que ello comporta que la sociedad también se convierta en inmoral es una generalización que espero sea falsa. Afortunadamente sigue habiendo un gran número de ciudadanos que tienen sentido común, mantienen su espíritu crítico y no compran relatos inventados debido a intereses mezquinos.

    Responder
  • Sobre el comentario de Lluís M. Puig

    “Afirmar que ello comporta que la sociedad también se convierta en inmoral es una generalización que espero sea falsa.”

    Pues por desgracia no es falsa. Para muestra el caso de Francia, donde acaban de inscribir el derecho al aborto voluntario en su Constitución. 780 políticos a favor, y 26 en contra. Y más del 80% de franceses a favor, según una encuesta reciente.
    Está claro, pues, que la inmoralidad de los políticos se refleja en la inmoralidad de la sociedad. La iniciativa ha salido de los políticos, sumándose a una bravuconada de Macron, que parece estar obsesionado en hacer del aborto un derecho humano transcendental.
    Las leyes influyen en la percepción moral de muchos ciudadanos, no al revés. Si el aborto ha pasado de ser algo tolerado y aceptado en ciertos casos, a un derecho inalienable para las mujeres, es gracias a que unas leyes lo han ido ampliando y bonificando hasta este punto.

    Sea como sea, yo también creo que “sigue habiendo un gran número de ciudadanos que tienen sentido común y mantienen su espíritu crítico.” Pero los políticos inmorales saben que tienen en sus manos el decretar las leyes adecuadas para que estos ciudadanos vayan adaptando su sentido común y su espíritu crítico a las barbaridades que quieren imponer.

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