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Los católicos necesitamos unidad tanto como el aire que respiramos

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Los católicos necesitamos unidad y quizás, si me apuran, hemos llegado a un extremo que también requerimos de unión.

¿Cuál es la diferencia?

Pues unidad se refiere a una identidad que no está dividida o fragmentada en partes separadas, mientras que la unión comporta el acto o proceso de articular  dos o más partes para formar una entidad más grande.

La unión implica la integración de distintos componentes para trabajar juntos en armonía. Puede referirse a la fusión de organizaciones, países o grupos, o simplemente a la conexión de elementos separados para formar un todo funcional. La unidad es un estado, mientras que la unión es un acto.  La unidad se refiere a la condición de ser uno, mientras que la unión se refiere al acto de hacer que las cosas sean una.

la unidad está tan rota que requiere un proceso de unión

Por principio, los católicos, como miembros de una misma Iglesia, somos uno, y lo que se requiere es reducir los procesos de atomización interna que se dan entre nosotros. La unidad  en los acuerdos fundamentales de la fe y la Tradición que de ello se deriva (que no es algo literal e inmutable, pero tampoco una condición insubstancial, etérea) es el fundamento de todo, pero a veces viendo como nos comportamos por dentro, creo que en algunos casos la unidad está tan rota que requiere un proceso de unión, que significa el reconocimiento de que nos hemos separado demasiado y ya no somos uno.

Desde inicios de este siglo la Iglesia en España ha retrocedido en personas adscritas, sacerdotes, religiosos y religiosas. En buena medida es el resultado de una inercia de base demográfica. La población más católica, de mayor edad, va muriendo, y quienes les suceden, contados a partir de los 18 años, única forma de medirlos con una razonabilidad suficiente, presentan una adscripción a la fe católica menor, y la recuperación que se opera cuando son adultos, que existe, es insuficiente para compensar la pérdida.

Este hecho empírico ha venido contrapesado en el ámbito de las ideas por el concepto del “pequeño rebaño». Ahora la fe será más sincera y sólida, porque ejercerla no representa ninguna ventaja, y cada vez más bien lo contrario.

Pero hay otro dato empírico que empaña mucho esta posibilidad. Somos menos, pero este hecho no significa que seamos mejores en un punto fundamental, aquel que es -debe ser- nuestra característica de reconocimiento, cuando Jesús nos señala: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

porque no nos queremos entre nosotros, y esto significa que ya no pueden reconocernos como seguidores de Jesús,

Pero no es así, la práctica habitual es desconfiar un grupo del otro, un movimiento de aquel otro “No, no podemos hacer un acto en este lugar porque parecerá que somos de aquellos”. “Es que si invitamos a XXX, pensarán que somos de los suyos” A la maléfica división entre “conservadores“ y “progresistas“, que no siendo buena lo limitaba todo a dos partes, lo que hay es una fragmentación infinita. Simplemente, porque no nos queremos entre nosotros, y esto significa que ya no pueden reconocernos como seguidores de Jesús, porque faltamos a la principal de las características.

En lugar de fijarnos y valorar lo que nos une, criticamos obsesivamente las diferencias, que existen, claro que sí, pero que no deberían empañar la unidad.

 La Iglesia es como un gran y magnífico brillante, que precisamente basa su naturaleza de belleza y grandeza en las múltiples facetas de la talla del diamante inicial, pero en lugar de valorar esto, de fijarnos en lo que  de bueno y especifico aporta cada grupo, asociación, movimiento, instituto, queremos ver solo sus defectos. ¿Qué matrimonio sobrevive a este régimen, qué sociedad, qué empresa?

¿Es que no leemos el Evangelio?

En Mateo 12:25, Jesús dice: “Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá” Es evidente que la Iglesia sin unión interna se autodestruye, se debilita y es incapaz de soportar los embates procedentes del exterior.

La liquidación prácticamente total de la Iglesia, la Iglesia de San Agustín, a partir del siglo VII, tiene como motor fundamental la invasión musulmana, pero la extinción estuvo facilitada por la fragmentación cristiana de aquella región.

Acaso no escuchamos la voz de San Pablo en la primera Carta a Los Corintios (3,3- 8) cuando nos recuerda que no puede haber contiendas entre nosotros, porque no somos de Pablo o de Apolos, sino  de Dios. «¿Es que Cristo está dividido?» ,se pregunta.

Pero como todo lo malo puede empeorar, resulta que muchas veces el juicio sobre estos y aquellos no surge de un marco de referencia cristiano, que empieza por observar las obras, sino por el marco de referencia de las ideas de quienes desde fuera del cristianismo  descalifican por sistema a todo lo católico. O sea que encima colonizados ideológicamente.

También San Pablo lo señala en Hebreos 13,8-9 “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.  No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas

Y después nos quejamos de que las leyes nos pasen por encima, que la cultura hegemónica de la sociedad sea cada vez más distante de los fundamentos cristianos (de ahí la escasa presencia de jóvenes).

En ocasiones hay debates, conversaciones en que parce que es mayor la preocupación por no separarnos en exceso de la sociedad mundana, o el avance del ecumenismo, que evidenciar el fundamento de todo, que los católicos formamos parte de la misma Iglesia por la forma como nos queremos entre nosotros.

La respuesta única y vital a este estado de cosas pasa es evidente. La gran tarea es reconstruir la unidad de los católicos; al menos en la acción; en no construir barreras, ni negarse la acogida y reconocimiento mutuo. Más breve: Reconstruir la amistad católica

A veces el juicio no surge de un marco de referencia cristiano, que empieza por observar las obras, sino por el marco de referencia de las ideas de quienes desde fuera del cristianismo descalifican por sistema a todo lo católico Clic para tuitear

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Las diferencias empañan la unidad cuando son muy fuertes o insalvables; y en nuestro tiempo se dan en aspectos básicos de la teología moral. No digo yo en absoluto que haya que dejar de luchar por el ecumenismo (un solo rebaño), pero me hago la pregunta elemental que se harán muchos católicos: por conseguir la unidad, ¿de cuántos párrafos habría de prescindir el Catecismo? ¿No habría nada que añadirle?
    Por supuesto, el Catecismo es letra, mas letra surgida del Espíritu que trata de compendiar en qué consiste la fe del cristiano católico.
    Lo que los obispos debieran transmitir en esta hora dificilísima de la Iglesia es que no todo vale por mor de la unidad, pero que se debe combatir por que las diferencias a causa motivos doctrinales no se alcen como obstáculos que impidan el trato, el diálogo y la caridad.
    Si estudiáramos más la historia de la Iglesia seguro que veríamos más y mejor.

    Responder
  • Pues no me nace ningun sentimiento de unidad con James Martin, Espadaro, Marx y demas obispos alemanes ni ningun exponente de la teologia de la liberacion o del pueblo. Ni siquiera con los kikos. Todos estos predican un evangelio distinto al que los catolicos tradicionales creemos.

    Responder

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