Es probable que haya oÃdo hablar de los rohingya: una minorÃa de casi 1 millón de personas que se concentraba mayoritariamente en el norte del estado de Rakhine en Myanmar, la antigua Birmania. Su situación era ya de por sà complicada como minorÃa musulmana dentro de un estado budista que no los reconoce como ciudadanos, pero en agosto de 2017 su situación empeoró con el estallido de una nueva oleada de violencia en la zona causada por repetidos ataques militares que obligaron a una huida masiva de la población que trataba de refugiarse en la vecina Bangladesh. Desde entonces se calcula que unos 622.000 rohingya se han refugiado en campos en el paÃs vecino.
Hasta aquà lo que, con mayor o menor detalle, es fácil saber. Pero de lo que no se suele hablar es de que hay algunos rohingya cristianos, perseguidos por los budistas por su condición de rohingya y perseguidos por la mayorÃa de rohingya musulmanes por su condición de cristianos.
Es lo que les ha ocurrido a 25 familias cristianas del campo de refugiados de Kutupalong, en la frontera entre Birmania y Bangladesh, que han tenido que ser evacuadas a un campo de tránsito después de haber sido atacados por miembros del Ejército de Salvación Rohingya de Arakan, que arrasaron con las tiendas donde vivÃan y con la precaria iglesia en la que rezaban. El ataque se saldó, tal y como explica Asia News, con 12 heridos.
No es la primera vez que ocurre y tampoco los ataques de rohingyas musulmanes contra miembros de su propia etnia se limitan a los cristianos. Ya 444 familias de religión hindú han tenido que ser transferias a otros campos de refugiados ante las presiones de los rohingyas musulmanes.
Parece confirmarse que el hecho de ser perseguido no vacuna contra la posibilidad de convertirte en perseguidor, y que el Islam tiene serios problemas para convivir con otras religiones allà donde es mayoritario.