España habla a menudo de “igualdad de género”, de derechos reproductivos y de libertad individual. Pero hay una verdad incómoda que casi nunca aparece en el debate público: tener un hijo no ofrece las mismas oportunidades que no tenerlo. Ni socialmente, ni económicamente, ni profesionalmente. La supuesta libertad de elección es, para la mayoría de las mujeres, una ilusión sostenida por discursos oficiales y una realidad que las contradice.
En teoría, la maternidad es una decisión libre. En la práctica, lo es solo sobre el papel. Las cifras, los testimonios y la propia evolución demográfica del país muestran algo muy distinto: la maternidad se ha convertido en un lujo, un riesgo o una renuncia que recae casi exclusivamente sobre la mujer. Y una opción vital que está penalizada deja de ser una opción libre. La desigualdad reproductiva es hoy una desigualdad estructural.
Una desigualdad que comienza el primer día
Los datos son concluyentes. En España, el primer año después del nacimiento de un hijo, los ingresos de una mujer caen un 11% de media. En el caso de los hombres, la caída es cero. Diez años después, la brecha es mayor: las madres ganan un 28% menos de lo que habrían ganado si no hubiesen tenido hijos. Esta “penalización por hijo” explica hasta el 80% de la brecha salarial en países desarrollados.
No es un accidente. Es el patrón. Y muchas mujeres lo saben: según una encuesta de Yo No Renuncio, el 87% de las madres españolas asegura haber renunciado a salario, ascensos u oportunidades tras convertirse en madres.
Llamar “libre” a una decisión que implica un coste vital tan desproporcionado es, cuando menos, un eufemismo. La libertad solo existe cuando todas las opciones ofrecen condiciones comparables. Cuando una está penalizada, deja de ser libertad y pasa a ser dilema.
Estamos ante una sociedad que penaliza el cuidado
España mantiene una cultura laboral rígida, de horarios interminables e incompatibles con la vida. En este entorno, cuidar —y especialmente cuidar hijos— se traduce en una desventaja profesional. Y esa desventaja tiene género: nueve de cada diez reducciones de jornada por cuidado de hijos las asumen las mujeres.
El Estado tampoco compensa esta asimetría. Aunque se han ampliado los permisos parentales, España sigue lejos del modelo de los países nórdicos, donde la crianza es un proyecto compartido entre padres, empresas y administración. Aquí, la decisión de ser madre implica a menudo hacerlo en solitario, con un coste personal que no existe en la alternativa de no tener hijos.
Las consecuencias están a la vista: España registra la natalidad más baja de su historia (1,12 hijos por mujer). No es que la sociedad no quiera hijos: los estudios muestran que las mujeres desearían tener más de los que finalmente tienen. El problema no es el deseo, sino las condiciones materiales.
La gran paradoja: se habla de libertad reproductiva, pero solo una opción es viable
Un país que garantiza de facto mejores oportunidades vitales a quien no tiene hijos está orientando silenciosamente la decisión de millones de mujeres. Y España lo hace cada día:
- Los medios retratan la maternidad como un problema.
- La política se limita a gestionar la baja natalidad, pero no cambia las estructuras que la provocan.
- La cultura laboral penaliza cualquier interrupción de la carrera.
- La narrativa dominante equipara maternidad con renuncia.
- El aborto es postulado como un bien y una práctica inofensiva
Es un sesgo profundo: la sociedad española no es neutral respecto a la maternidad; es pro-no-maternidad.
La penalización invisible que condiciona el futuro
La desigualdad entre ser madre y no serlo no es un asunto privado: afecta al conjunto del país. España envejece a gran velocidad, pierde población joven y se asoma a un abismo demográfico que compromete el sistema de pensiones, la economía y la cohesión social. No es casualidad: un país que penaliza a quienes tienen hijos obtiene, inevitablemente, menos hijos.
Y conviene recordarlo: la penalización de la maternidad no es un fenómeno “natural”, ni biológico, ni inevitable. Es el resultado de decisiones colectivas muy concretas:
- horarios laborales incompatibles,
- falta de servicios de cuidado,
- cultura empresarial poco flexible y empresas que ven la maternidad como una carga,
- discurso mediático crítico con el ser madre y elogio de no tener hijos,
- corresponsabilidad desigual,
- políticas que no compensan los costes reales de tener hijos.
La maternidad produce un beneficio social, pero un coste individual, y es la mujer quien lo paga.
Si el hijo es un bien social, la sociedad ha de asumir parte de la carga.
La falsa libertad de un país que no deja elegir.
España presume de libertad reproductiva, pero la realidad es una libertad coja. Una mujer puede elegir no ser madre sin coste. Pero elegir serlo puede costarle:
- la carrera,
- el salario,
- la estabilidad económica,
- las oportunidades,
- la tranquilidad laboral,
- incluso la pensión futura.
Cuando las consecuencias entre caminos son tan diferentes, no hablamos de libertad, sino de asimetría estructural.
Un desafío de justicia y de futuro
Garantizar la igualdad real entre maternidad y no maternidad no es solo una cuestión de justicia para las mujeres: es una cuestión de supervivencia colectiva. Los países que han frenado el desplome demográfico —Francia, Suecia, Hungría — han entendido que la maternidad es infraestructura social, no una elección privada sin implicaciones públicas.
La pregunta que España debe afrontar no es “cómo subir la natalidad”, sino algo más fundamental:
¿Cómo garantizamos que ser madre no implique un peaje vital que ningún hombre paga y que la sociedad no compensa?
Todo lo demás —la natalidad, la sostenibilidad de las pensiones, la cohesión social— vendrá después, o no vendrá en absoluto.
Conclusión: una libertad desigual no es libertad
La maternidad en España no es una elección libre: es una decisión penalizada. Y una sociedad que penaliza a quienes la sostienen está cavando su propio futuro.
Hasta que ser madre no tenga el mismo coste vital que no serlo, la igualdad será incompleta, la libertad será retórica y la demografía será un indicador de algo más profundo: un país que no ha sabido proteger ni valorar uno de sus bienes más esenciales, la vida que continúa. ¿Ese es el proyecto de sociedad que ofrecemos?
Tener un hijo es hoy un lujo o una renuncia para muchas mujeres. No porque no quieran, sino porque el sistema las castiga. #BajaNatalidad #Desigualdad #Mujeres Compartir en X










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Exposición reflexiva magistral e irrefutable.