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Natalidad: Portugal teme por su supervivencia

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La crisis económica, cuya presencia es aún muy presente en la Unión Europea, ha ocultado una crisis más importante: la demográfica. La pérdida paulatina de trabajadores en Europa Occidental, ralentizada por la inmigración, produce unas inercias letales para la economía del continente. Portugal, el sexto país del mundo más viejo del mundo, confiesa la trascendencia del problema demográfico.

Portugal, en cuanto a la tasa de natalidad, en 40 años ha pasado de tener la más alta a la más baja. Desde 2009, Portugal ha perdido 150.000 nacionales (más del 10% de su población actual). El Instituto Nacional de Estadística ya calcula que en 2030 se bajará de la barrera psicológica de los 10 millones. Según sus mismas cuentas, allá por el año 2080 apenas existirán en el mundo 7,5 millones de portugueses, cuando hoy son 10,3 millones.

La tasa de natalidad del país es de 4,8 hijos por cada 1.000 habitantes, la más baja después de Italia. El promedio de hijos de la portuguesa en edad fértil es de 1,3.

“Por más cuentas que se hagan, el aumento de la natalidad no basta para reponer nuestro saldo migratorio”; es decir, los nacimientos no cubren la sangría de jóvenes que huyó a raíz del rescate de 2011, y que las autoridades cifran en medio millón de personas. La frase, pronunciada por el primer ministro, el socialista António Costa, ha afirmado con severidad.

Costa desplegó el problema como si fuera matemática básica. El país tiene actualmente 10,3 millones de habitantes, con una edad media que ronda los 44 años. El medio millón que se fue, en su mayoría veinteañeros, supone perder cientos de miles de futuros niños que se esperaban mantuvieran el sistema. ¿Qué pasa si nunca vuelven? El Instituto Nacional de Estadística de Portugal, que trabaja con el peor escenario, resolvió la cuenta: si nada cambia, habrá apenas siete millones de portugueses en 2060, año para el cual la mayoría de la población serán ancianos. Esto supondría la incapacidad no sólo de poder pagar las pensiones, sino también de mantener la economía lusa.

“Necesitamos inmigración”, zanjó Costa, quien no quiso dejar resquicio de duda ante la gravedad y agregó: “tiene que ser dicho con claridad: necesitamos atraer talento para vivir en Portugal”. La audiencia, que no dio síntomas de asistir a una declaración exagerada, escuchó la sentencia definitiva sin inmutarse: “Estamos quedándonos no solo con una población más envejecida, sino que tenemos cada vez menos jóvenes. Esto no solo implica que podamos imaginar que en 2060, en lugar de los diez millones que hoy somos, seremos solo siete millones, significa enormes desafíos para la propia sostenibilidad de la sociedad”.

Sin eventuales negacionistas que pusieran objeciones, el Gobierno luso se movió rápido para aprobar una enorme flexibilización de la ley y facilitar que los inmigrantes obtengan la residencia, aunque hay letra pequeña: se beneficiarán sobre todo los trabajadores cualificados y emprendedores. Portugal sueña con la inmigración, sí, pero también impone un filtro.

Portugal cuenta actualmente con 421.000 extranjeros inscritos como residentes, el 81 % de los cuales son población activa que en su inmensa mayoría vive en Lisboa, pero muy pocos de ellos tienen esas profesiones “de elevado valor agregado” que tanto seducen a las autoridades. Se estima que algo menos de 23.000 personas entren en ese grupo, en tanto que el resto trabaja en restauración o en los masificados “call centers”.

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