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NEOS ante la legalización del «infanticidio»: “un retroceso moral sin precedentes”

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La reciente aprobación en Reino Unido y Gales de una ley que permite el aborto hasta el momento del parto ha encendido las alarmas en numerosos sectores sociales, éticos y religiosos.

Esta medida, que permite la interrupción del embarazo incluso cuando el bebé está completamente desarrollado y podría sobrevivir fuera del útero, destaca como una forma moderna de infanticidio legalizado.

En este contexto, desde la Fundación NEOS quiere expresar con claridad su profunda preocupación ante este gravísimo atentado contra la vida humana.

En un comunicado claro y contundente, NEOS expresa su profunda preocupación ante lo que es un atentado directo contra la dignidad humana y un signo alarmante de deshumanización. “Bajo la apariencia de un avance en derechos reproductivos, se reintroduce una práctica históricamente rechazada: el infanticidio”, afirma la fundación. Lejos de ser una conquista social, esta ley representa, como afirma NEOS, una regresión ética que pone en peligro los principios sobre los que se construyen las sociedades verdaderamente justas.

Una cultura de la muerte que amenaza la civilización

Desde NEOS se advierte que permitir acabar con la vida de un bebé en el mismo instante de su nacimiento, sin restricciones, por motivos como el sexo o la discapacidad, es reflejo de una sociedad que ha perdido el norte moral.

Una sociedad que permite el asesinato de un ser humano en el instante de su nacimiento, cuando el bebé puede vivir fuera del útero materno, evidencia una deshumanización creciente, donde la vida se vuelve un bien de consumo, sometido a criterios de conveniencia”, afirma el comunicado.

La fundación rememora que estas prácticas eran comunes en civilizaciones antiguas y que su erradicación fue posible gracias a siglos de progreso ético, religioso y humanista. “Hoy, esa barbarie parece regresar, revestida de legitimidad legal”, lamenta NEOS, subrayando la gravedad de legitimar desde el Estado la muerte de los más inocentes.

Por la vida

Pero NEOS no se limita a defender al no nacido. También pone sobre la mesa las graves consecuencias que esta legislación puede tener para la mujer. Lejos de empoderarla, dicen, el aborto tardío la expone a un profundo sufrimiento físico y emocional.

«La legalización del aborto hasta el momento del parto no solo atenta contra la vida del no nacido, sino también contra la salud física y emocional de la mujer. Es un paso atrás, ético y social, que debe hacernos reflexionar como civilización”, añade el comunicado.

Resistir desde la cultura de la vida

NEOS concluye su posicionamiento con una afirmación esperanzadora y una invitación a la acción: defender la vida en todas sus etapas, especialmente cuando es más frágil, es una tarea ineludible para quienes creen en la dignidad del ser humano, creada a imagen y semejanza de Dios.

“Por la vida, por la dignidad, por la humanidad: no al infanticidio”, clama la fundación. Un grito que interpela a todos, desde los creyentes hasta los defensores de los derechos humanos, y que marca el camino hacia una cultura verdaderamente humana, centrada en el amor, el respeto y el valor de cada vida.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • La diferencia entre aborto e infanticidio no es substancial, es una cuestión de terminología jurídica, pero de ningún modo ontológica ni ética. El código jurídico de cada país trata a su manera los casos efectivos de aborto e infanticidio, ya sea penalizando o despenalizando, y eximiendo o atenuando según las circunstancias.
    De la misma forma que al hecho de matar a un bebé se le ha otorgado el nombre de infanticidio, al hecho de matar a un feto debería llamársele feticidio, y si se trata de un embrión, embriocidio. Pero estas nomenclaturas no interesan, porque señalan directamente al sujeto sobre el que recae la acción de matar, es decir, a la víctima. De ahí que se use el término “aborto”, en el que la presencia de “otro”, además de la madre, queda diluida. Ahora, para el escamoteo conceptual de la víctima nada tan eficaz como la expresión “Interrupción voluntaria del embarazo”, en la que ya no queda rastro de nadie aparte de la embarazada. Aunque lo más aconsejable es usar la sigla IVE, que tiene la propiedad de transmutar una acción criminal atroz en una simple y habitual intervención médica como lo es un TAC o un PET.

    Permitir “la interrupción del embarazo incluso cuando el bebé está completamente desarrollado y podría sobrevivir fuera del útero” no es ni más ni menos grave, inmoral y deshumanizado que permitirlo cuando está en desarrollo y no podría vivir fuera del útero. Se trata de la misma persona en momentos distintos de su vida. Un bebé y un niño tampoco están completamente desarrollados. Y nadie puede decir nunca de otra persona que está completamente desarrollada, porque el desarrollo de cada cual es personal e intransferible, y misterioso hasta para uno mismo. La vida de una persona, entre su concepción y su muerte, es un todo que no puede fragmentarse en porciones temporales. Un ser humano no es una máquina que alguien va montando pieza a pieza hasta que está lista para funcionar a tope. El desarrollo embrionario puede confundirse con ese montaje -la ideología abortista está muy interesada en que se vea así-, pero bastan unas nociones de embriología para no caer en esa falacia.

    Soy consciente de que lo dicho hasta aquí es de sentido común, y tan evidente que resulta banal. Pero he atrevido a expresarlo por si puede contribuir a caer en la cuenta de hasta qué punto una ley como la susodicha del Reino Unido está dentro de la “normalidad”. Se trata simplemente de un paso más, un paso que podría haberse dado hace tiempo, pero ha habido que esperar a que la sociedad en general no solo haya normalizado la IVE sino que la haya elevado, en su conciencia moral, a la categoría de un “derecho”.

    “La banalidad del mal” es la acertada expresión con que Hannah Arendt calificó las matanzas legisladas y ordenades por los mandatarios nazis. Esta expresión, que ya forma parte del acervo mediático, se viene aplicando en ciertos casos, pero nunca para calificar el fenómeno del aborto voluntario y las estructuras que lo sustentan, que es justamente donde dicha expresión cobra su más exacto sentido, porque el mal nunca resulta tan banal como cuando se presenta como un bien.

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