Entre los asesinados el jueves 13 de agosto de 1936 hay 42 mártires del siglo XX en España: 20 claretianos (un sacerdote, un cooperador y 18 alumnos de Teología) en Barbastro; otros dos fueron martirizados en la provincia de Valencia -los sacerdotes Marceliano Alonso y José Ignacio Gordon– y uno –Fernando Saperas– en la de Lérida, donde también mataron a siete sacerdotes de la diócesis de Urgell -uno de ellos nacido en Francia- en Salàs de Pallars, y uno de la diócesis de Tarragona asesinado en L’Espluga Calva; dos lasalianos –Francisco Mallo Sánchez (hermano Francisco Alfredo) y Eugenio Cuesta Padierna (hermano Hilarión Eugenio)– fueron mártires en Torrent (Gerona); en la provincia de Barcelona lo fue un sacerdote salesiano; en la de Tarragona, dos sacerdotes en Les Borges del Camp; un operario diocesano –Mateo Despons Tena– y un sacerdote capuchino en la provincia de Castellón; más una franciscana misionera –Dorotea Llamazares Fernández (sor Gertrudis)– y dos dominicos -uno de ellos el mexicano Luciano (Reginaldo) Hernández Ramírez- en Madrid.
Este día se conmemora en las islas británicas el martirio de Patrick O’Healy (1579, primer obispo mártir de Irlanda) y del sacerdote William Freeman (1595); en Francia el del sacerdote Pedro Gabilhaud (1794); en Austria del beato sacerdote Jacobo Gapp, asesinado por los nazis en 1943. En Rusia la Iglesia ortodoxa ha glorificado a nueve mártires en esta fecha: el metropolita Benjamín Kazan, el archimandrita Sergio Shein, más los laicos Iván Kovsharov y Jorge Novitsky (1922); el laico Máximo Rumyantsev (1928); el sacerdote Vladimiro Kholodkovsky (1937); los sacerdotes Constantino Razumov e Iván Rumyantsev, y la laica Ana Serova (después de 1937).
Mientras le torturaban, gritaba: «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío»

Promotor de vocaciones

Un capuchino que trabajó en Colombia

Dijo a sus asesinos: «Os perdonamos de corazón»

El sacerdote claretiano José Ignacio Gordon de la Serna, nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz) el 13 de octubre de 1902, residía en la comunidad claretiana de la calle San Vicente de Valencia y contaba 33 años cuando lo fusilaron en Alboraya (Valencia) junto con Marceliano Alonso y Tomás Galipienzo: este escapó ileso y, tras esconderse durante unos días, fue capturado y lo martirizaron el 1 de septiembre. Los tres claretianos fueron beatificados en Barcelona el 21 de octubre de 2017. La biografía de la beatificación precisa que Gordon fue el primero sometido a interrogatorio:
Ya entrada la noche le llamaron a declarar, a él en primer lugar. El tribunal estaba formado por unos siete, entre los cuales había uno o dos de Játiva. El interrogatorio duró más de una hora y fue enojoso, vehemente y duro, sin excluir los gritos. Las preguntas y la declaración, se puede decir, estuvieron concentradas en tres materias: la familia, su persona y el colegio de Játiva.
Acerca de la familia le preguntaron quienes eran sus padres y hermanos, los títulos nobiliarios, el pueblo de origen, las riquezas que poseían y algunas cosas más, quizás por el dinero aportado por su familia para las obras del colegio.
Sobre su persona: nombre, apellidos, estudios, carreras, ciudad donde las cursó; si era sacerdote, religioso, superior, dónde estaban sus súbditos, de qué bienes disponía y dónde los tenía.
Sobre el colegio de Játiva le preguntaron cómo lo hizo, con qué dinero, qué métodos seguía, cómo trataba a los niños.
Se defendió con energía, entereza y serenidad de las acusaciones a base de calumnias, como cuando uno del tribunal le increpó ¿que como tenía sótanos y en ellos atormentaba a los niños?
A lo que respondió dando un fuerte puñetazo en la mesa:
¡Mentira! ¡es una calumnia! Lo pueden comprobar cuando mejor les parezca.
Salió impresionado, pálido y tembloroso. Sin embargo su rostro reflejaba la alegría de un santo y dijo:
Pronto nos juntaremos al coro de los Mártires.

Todavía permaneció dos horas en la cárcel preparándose de manera intensa al martirio. A eso de las 12 de la noche fue sacado con los otros dos Padres y llevado en auto al Palmaret, en el término de Alboraya.
Al descender del auto se abrazó con los otros dos y decía:
Jesús mío, en tus manos encomiendo mi alma.
Después de bajar del auto en que les llevaron para fusilarlos, el P. Gordon se dirigió a los milicianos con estas palabras:
Os perdonamos de corazón.
A continuación los Padres se dieron mutuamente la absolución. Se pusieron en fila para la recibir la descarga, a oscuras porque apagaron el foco del auto. El P. Gordon quedó herido al cual se le escapaba de vez en cuando un ¡ay! y la jaculatoria ¡Madre mía! que cortaba el silencio de la noche. Así duró unos veinte minutos.
Pasados los veinte minutos, los verdugos encendieron el foco, se acercaron al P. Gordon en el momento en que decía ¡Madre mía!
Uno de ellos exclamó:
¡Aún vive! Y disparándole el tiro de gracia en la cabeza, lo remató.
Ordenado en Vietnam, predicó en Filipinas

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