Ciertamente, hay conversiones al catolicismo en España, pero desconocemos los datos y sería bueno saberlos. En Francia, sin ser astronómicos, constituyen una corriente significativa de nuevos fieles. Seguramente si dialogáramos más sobre ello se revitalizaría lo que es nuestra tarea, hoy bastante desvaída: la misión y la evangelización.
Pero hoy queremos proponer otro tema de reflexión: el de los conversos al islam en nuestro país. Por lo general, son jóvenes, entre los veintitantos y menos de cuarenta, y hay una proporción nada menor de mujeres que un buen día voluntariamente cambian su forma de vestir, cubren más su cuerpo y usan el pañuelo para esconder su pelo. Citamos a las mujeres porque en su conversión debería pesar un doble inconveniente. Además del compromiso con una fe religiosa en tiempos de descreencia, España vive sobre el dictado de la perspectiva y el feminismo de género, y el islam, más que el catolicismo, es la antítesis de sus planteamientos, es el patriarcado en estado puro. ¿Qué hace entonces vencer este mainstream en contra?
Puede ser una de las razones precisamente el ir contracorriente de lo que impera, algo que el catolicismo por razones evidentes le resulta difícil hacer a pesar de que su mensaje y su propuesta de vida es radicalmente alternativo. Pero sería un error reducirlo todo a esta motivación. Pensamos que hay otras y son más profundas. En el plano específico de la mujer le ofrece una identidad fuerte y alternativa que no está marcada por la sexualización, y sus esclavitudes, sea la de mostrarse siempre totalmente desinhibida y dispuesta por propia voluntad, sea la de exhibir con ostentación sus atributos físicos. Es muy duro para una joven levantarse cada día para cubrir algunos de estos roles, el de la chica “liberada” y “sin perjuicios”, que exige su sexualidad como ve o cree ver que hacen los hombres, o aquella otra que busca ser admirada y deseada. El islam la libera radicalmente de ambas esclavitudes empezando por la más evidente, la forma de vestir y, obviamente, no nos referimos al burka ni nada parecido, porque este tipo de islam no es el de los conversos españoles.
Hay como mínimo otras dos razones, estas ya no exclusivamente femeninas. Una es la comunidad, la Umma. En tiempo de vínculos débiles, desde la cohabitación, al individualismo de la autonomía de la realización del deseo, como única forma de realización personal, el islam ofrece a sus miembros una comunidad de vida real con obligaciones y apoyos, como muchas limitaciones a la libertad personal, pero con mucho sentido de vida en común. Y eso para muchos jóvenes resulta vital.
La otra razón es que su doctrina y la ética que se desprende de ella es sencilla, quizás demasiado, seguramente muy literal, pero el fiel sabe a qué atenderse, sabe -o cree saber, esa es otra cuestión- qué significa formar parte de la comunidad de creyentes, ofrece, en definitiva, una identidad. Y aún queda otra razón, la de la ayuda y solidaridad, más estrecha que la católica, porque solo se aplica a musulmanes, pero que a diferencia de aquella se muestra claramente como lo que es, un acto de fe traducido a términos materiales; vamos, que no se confunde con una ONG.
Bien mirado, los trazos, que no el detalle, de estas fuerzas de atracción poco se diferencian de los que hicieron grande y fuerte al cristianismo frente al mundo pagano: identidad personal, comunidad, normas de vida y de fe claras, caridad en nombre de Dios, al que añadir el testimonio.
Da que pensar
1 Comentario. Dejar nuevo
Para los islámicos las solidaridad bien entendida empieza por ellos mismos, mientras que para los cristianos empieza por los demás. Es el segundo mandamiento: «al prójimo como a tí mismo». Se da el hecho curioso de que los musulmanes en muchos paises europeos son tratados como hermanos, es decir se les ayuda, subvenciona, alimenta, da atención médica, etc, mientras que ellos con frecuencia lo que hacen es acuchillar a alguien. Aunque occidente está muy descristianizado, no por ello deja de practicar la solidaridad con los diferentes, los musulmanes. Obviamente que ambos planteamientos sobre la vida se manifiestan no mezclables, a pesar de lo que nos digan los del multiculturalismo, y parece que el modo occidental de vivir lleva las de perder frente al islámico, y encima estos se reproducen mucho más. Hasta el Papa parece haberse convertido al multiculturalismo, que es tanto como hacerlo al Islam.