fbpx

¿Qué feliz revolución sexual y qué gaitas?

COMPARTIR EN REDES

Desde la primera mirada, Naiara, una moderna joven atractiva de una fogosidad inmadura con la que desde hace un tiempo me tropiezo a menudo y a la que le gustan los hombres maduros, me quería de entrada, pero en pocos meses ha pasado al rechazo truculento, táctico, femenil, insistiendo en ligar. Se me mostraba guay para cautivarme con sus dotes y armas seductoras, y ahora tenemos problemas de trato, de convivencia. Si yo fuera un inconsistente pelele sexual en la efervescencia de la adolescencia, yo mismo no lo entendería y quizás pensaría que soy poco hombre, poco enrollado y poco interesante… y problemático, y entonces o me retraería o me lanzaría a la aventura. Pero a la luz de la fe me ilumino: Lo que me pasa con Naiara y a todos pasa ya (con mujeres y con hombres, ya de entrada, solo entrando a los dependientes en una tienda o iniciando una solicitud en una llamada telefónica) hunde sus raíces en el hastío de esa falsa liberación sexual. Decían y empiezan a cansarse de decir, amargados ya, que nos traería a todos una felicidad y fraternidad universales (entendidas como metáfora y como planetarias). Pero la revolución sexual ha traído una crisis óntica, personal y colectiva, global: primero de la persona, luego de la familia, más tarde de la sociedad; y todo ello ha ido socavando la propia esencia del ser humano manifestada como hombre o como mujer: por eso hay hombres que sienten ser mujer y mujeres que sienten ser hombre. ¿Dónde está la felicidad prometida? ¡Era una engañifa! Por eso la solución solo puede venir yendo a la raíz, que es esta: aceptarse y aceptar, tratar a los demás como quiero que me traten, con diálogo, respetando la ley natural, sin imposiciones. En cuanto al sexo, significa aceptar y respetar, por Dios, uno mismo y el cónyuge -Amor y amor-, los significados unitivo y procreativo del acto sexual, que como ha afirmado siempre la Iglesia, obedeciendo a la palabra de Dios escrita en la Revelación y en la ley natural, son inseparables, y no una ocurrencia de un Papa tras otro. Un diálogo facilitado por los ritmos de fertilidad femenina, para una paternidad responsable. “El cuerpo expresa a la persona (…), es profeta, porque habla del hombre, (…) del don de sí (…) y de la presencia de Dios en nuestra vida” (del prólogo de José Granados García a la edición especial de Humanae vitae. Ed. Palabra, Madrid, 2018). Citando a Juan Pablo II en el prólogo: Equivale a no “preferir el resplandor de nuestra razón a la luz de la Sabiduría Divina”. …Y a Pablo VI: “Tal vez no es más fácil, pero sin duda es más feliz”.

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.