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¡Qué guiriGAY!

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¡Ya está! Ya nos anuncian que la fiesta del Orgullo Gay –aplazada por la pandemia- se celebrará por todo lo alto en septiembre. ¡Como si todos estuviéramos esperándola! Y ¿cómo lo anuncian? Con un primer plano de un jovenzuelo i una doncella (!) con sus cuerpos pintarrajeados de bandera del arco iris en sus carnes, como Dios los trajo al mundo, eso que ahora llaman “desnudo integral” (o casi, porque esos benditos al menos llevaban taparrabos).

¡Todos arriba! ¿De verdad era eso lo que esperábamos, o nos lo venden como si estuviéramos esperándolo? “¡El Pride!”, titula el artículo, como si fuera de admirar por la familiaridad con los términos anglosajones con que nos inundan últimamente. Ciertamente, estoy admirado de que desde la política se tolere el ir por la calle adoctrinando con poco higiénicas escenografías pornográficas y en cambio se persiga a la pobre prostituta que está enganchada por su macho a la secta de la trata, a menudo contra su voluntad y a causa de nuestras políticas mal solventadas y hasta culpables en materia de derechos fundamentales, empezando por educación, alimentación y vivienda.

Yo mismo al describirlo estoy promocionando algo de lo que estoy en contra. Ya sabemos que el mundo es y será mundo, y que la carne tira y tirará a la carne. No obstante, como yo no meto carne, lo que hago es poner en evidencia una contradicción que nos asalta cada final de primavera, como por aquello de que ya puede uno ir quitándose las ropas. Para eso desean tantos y tantas entrar en el verano, “para ir bien fresca” y “como me gusta verme”. Así me lo lanzó hace poco una que se oponía a mi proyecto. Porque ella es -¿sabe usted?- “cristiana”, como pretendió demostrarme al defender (ella) el aborto y la eutanasia y el sexo libre… -y pongo puntos suspensivos para sintetizar-, por aquello de que admira a Cristo, pero solo le hace caso en lo que le place.

¿Por qué será que le gusta verse el cuerpo ligero de “equipaje”? ¿Para ir fresca, o para ir escandalizando al personal? Porque ella me decía, agitada y hasta neurasténica, que en verano todos los hombres la silban por la calle, porque los hombres somos “unos egoístas” y solo pensamos en cómo llevarnos a la mujer al huerto, pues ella es una inocente santurrona que acaba de salir del huevo y se ha encontrado el mundo patas arriba erotizado…

A ese tipo de persona –que me perdonen, pero por ahora prolifera mirando atrás en la Historia entre ellas- le gusta ir llamando la “atención” para encrespar las emociones y después dejarlas boquiabiertas y bien dispuestas y ahí tirás y espatarrás (lo pongo en cursiva para no poner un improperio), aquello que cuando en mis años mozos iba al cole llamábamos “calientabraguetas”.

Claro que, visto cómo van las cosas y cómo está el patio, es posible que por este camino del que ahora llaman “poliamor” no solo se disparen las enfermedades venéreas del cuerpo y del espíritu como ya vamos comprobando, sino que finalmente habremos finiquitado la maternidad que acompaña a la paternidad por amor de los esposos y del no nacido, por aquello de que habremos acabado todos tan impasibles ante el sexo, que o acabaremos con el ser humano en la Tierra o todos frígidos y poliusados: eso es, pariendo maquinalmente con una máquina.

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