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Se adelantó al gesto de Kolbe, cambiándose por un sacerdote enfermo

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De las personas asesinadas el lunes 31 de agosto han sido beatificadas 29 como mártires del siglo XX en España: 18 de los 27 mártires hasta ahora beatificados del Pozo de la Lagarta en Tabernas (Almería), más otro sacerdote de la misma provincia; cinco dominicos y un capuchino en Asturias; y dos salesianos –Félix Paco Escartín y Tomás Alonso– más un sacerdote diocesano en Málaga, Enrique Vidaurreta, que ofreció su vida para salvar a otro sacerdote, y el claretiano Juan Blanch Badía en Lérida, que intentó lo mismo con un padre de familia, pero los fusilaron a ambos.

En esta fecha se celebra también el aniversario del mártir santo Domingo del Val (1250, memoria obligatoria en Zaragoza); en Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a tres mártires asesinados en 1937: el sacerdote Gregorio Bronnikov y los laicos Eugenio Dmitrev y Miguel Erehodovsky.

Exhumaciones en el Pozo de la Lagarta el 4 de febrero de 1941.
Exhumaciones en el Pozo de la Lagarta el 4 de febrero de 1941.

En el Pozo de la Lagarta fueron asesinados los hermanos lasalianos Valerio Bernardo, Amalio y Edmigio, beatificados en 1993, más el sacerdote operario diocesano Agustín Sabater Paulo y catorce sacerdotes diocesanos; uno más lo fue en otro pueblo. Escribiendo en la búsqueda sencilla del Portal de Archivos Españoles la palabra «lagarta» y clicando sobre la respuesta de documentos de la Fiscalía del Tribunal Supremo, se puede acceder al expediente 2 del legajo 1158 de la Causa General, que contiene fotos de las exhumaciones realizadas en febrero de 1941 (la más suave de las cuales es la que aquí presento, folio 5), así como de destrucciones en templos de Almería.

Los 16 fueron beatificados en Roquetas de Mar el 25 de marzo de 2017. De menor a mayor en edad eran:
Ángel Noguera Gallegos, granadino de 27 años y párroco de Alboloduy. Con su nombre hay una web dedicada a los mártires de Almería. Según la biografía diocesana, tuvo que sufrir contradicciones antes y después de ordenarse:

El padre Ángel Noguera

Como seminarista afrontó una dura prueba. Al amputarle una pierna a su padre la familia quedó sin ingresos y, para remediarlo, su madre inició estudios de matrona. A su progenitor no le pareció bien y buscó al siervo de Dios un trabajo de escribiente. A pesar de su juventud, defendió su vocación y fue ordenado presbítero en 1933.

Su ministerio, de tan sólo tres años, no fue fácil. Enviado a la Parroquia de Fuente Vaqueros, los exaltados laicistas lo amenazaron con gran violencia. Pero, como recuerda su hermana doña Antonia: « A pesar de todo mi hermano, debido a su carácter alegre y simpaticón, se ganó a los jóvenes jugando a la pelota, se subía la sotana y jugaba un partidillo con ellos para atraerlos hacia el Señor. » Alarmado por aquella beligerancia, lo enviaron a Alboloduy en 1935.

Al iniciarse la Persecución Religiosa, rechazó las súplicas de su madre para que marchara a Granada. Si bien consistió en refugiarse en el cortijo de la Simona junto a los presbíteros Matarín, siguió celebrando la Santa Misa hasta el veinticuatro de julio de 1936 en que profanaron el templo. Fue detenido el seis de agosto y enviado preso a Almería.

Su hermana cuenta que: «Cuando fueron a sacar a los Obispos, todos los sacerdotes como una piña se levantaron para marchar con ellos a correr la misma suerte y entre ellos estaba mi hermano, y en plan despectivo el que los sacaba les dijo que no tuvieran pena que “mañana os tocará a vosotros”. » Así sucedió con el joven presbítero.
El padre Pedro MartínPedro Martín Abad, de 33 años y natural de Vera (Almería), era organista de la catedral almeriense. Se entregó al saber que el obispo había sido apresado (según su biografía):

Oculto en la casa de la familia Bolea al comenzar la Persecución Religiosa, al enterarse de la detención del beato don Diego Ventaja dijo: «Sí han detenido al señor Obispo, ¿por qué no me he ido yo también con él? » Instantáneamente abandonó su refugio y fue detenido el veintisiete de agosto de 1936. Preso en el barco Astoy Mendi, fue sometido a terribles torturas. Como se negó a blasfemar, un compañero de cautiverio recuerda que: «Lo sacaban a cubierta para pegarle y le hacían pasar tormentos horrendos, amarrándolo con una cuerda al cuello, subiéndolo y bajándolo por una polea. »

Enfermo por las torturas, fue martirizado a los treinta y cinco años. Junto a su cadáver, salvajemente mutilado, su hermano encontró las medicinas que le había enviado y no le dejaron tomar.
Enrique López Ruiz, de 35 años y de Trévelez (Granada), era párroco de Nacimiento (Almería).
José María Martínez Vizcaíno, natural de Ohanes (Almería) y de 37 años, era secretario del obispo Diego Ventaja, quien le pidió que le acompañara cuando fue nombrado para la sede almeriense:

Su respuesta fue profética: «Hasta que la muerte nos separe. »

El fiel secretario acompañó a su Prelado durante su calvario, siendo detenido con él el doce de agosto de 1936 y compartiendo prisión en las Adoratrices y en el barco Astoy Mendi. La falta de espacio en el furgón impidió que fuera martirizado junto a su amado beato don Diego.

Al día siguiente del martirio del Obispo mártir, don Manuel Román González cuenta que: «Culminó su calvario con una muerte ejemplar. Invocó a Cristo Rey, perdonó a sus verdugos y se despidió de sus amigos y compañeros de prisión con un “Hasta el Cielo”. »
El padre Miguel MoranoMiguel Morano Sáez, de 41 años y natural de Purchena, era párroco de Félix (ambas en Almería). Según la biografía diocesana, la Persecución Religiosa lo sorprendió muy enfermo de bronquitis y con cuarenta y un años. Detenido a finales de julio de 1936 en la carretera del pueblo, sufrió cárcel en la ciudad de Almería hasta su martirio. Una feligresa de entonces, doña Ana Carretero, decía que: « Nos daba catequesis y buenos consejos. La gente mayor decía que era muy bueno, y los niños lloramos cuando nos dijeron que lo habían apresado en el barco y lo mataron. »
Antonio Torres García, de 46 años y natural de Caniles (Granada), párroco de Santiago en Guadix, asesinado en Serón (Almería).
El padre José GómezJosé Gómez Matarín, de 51 años y natural de Alboloduy, era párroco de Íllar. No escondió su condición y bendijo a sus asesinos, según la biografía diocesana:

Se refugió en el cortijo de la Simona en las cumbres de Montenegro el cinco de agosto de 1936. Días después, su sobrino don Rafael refiere que: « Yo era un niño de siete años y estaba en la puerta del cortijo jugando cuando llegaron dos hombres, me mostraron una pistola y me dijeron: “aquí hay dos curas”, y yo les dije: “aquí no hay ningún cura”. Pero mi tío y el párroco de Alboloduy que estaban dentro desayunando, al oírlo salieron y dijeron: “Sí, estamos aquí”, y se los llevaron. » Su hermano pudo escapar, pero ellos fueron prendidos y, tras una cruel prisión en Alhama de Almería, encarcelados en Almería.

Conducido al pozo de la Lagarta, antes de ser martirizado se giró hacia sus verdugos y les dijo: « No sabéis lo que hacéis, permitid que os bendiga. »
El padre Lisardo CarreteroLisardo Carretero Fuentes, de 52 años y natural de Ohanes, era párroco de Canjáyar. Según la biografía diocesana, no quiso ocultarse, ni se quejó del cautiverio:

Al estallar la Persecución Religiosa, su feligresa doña Dolores Hernández recordaba que: «Se encontraba leyendo un libro cuyo título era Los mártires de la Alpujarra y me dijo “Qué suerte morir mártir”. » Cuando intentaron que se ocultara respondió: «No puedo abandonar mi Parroquia ni a mis feligreses porque nada tengo que temer; nadie se meterá conmigo porque jamás hice mal alguno. » El diecinueve de julio de 1936 puso a salvo el Santísimo y a la Santa Cruz del Voto, siendo detenido y enviado a Almería nueve días después, tras una cruel prisión en Alhama de Almería.

En la cárcel, sus verdugos creyeron que había perdido el habla por su heroica mansedumbre.
Gregorio Morales Membrives, de 53 años y granadino de Rejano, era sacristán mayor de la Catedral de Almería.
Segundo Arce Manjón, de 56 años y burgalés de Ayoluengo, era capellán del Ave María en Granada.
Eduardo Romero Cortés, de 58 años y almeriense de Alicún, era párroco de Bentarique.
El padre Joaquín BerruezoJoaquín Berruezo Prieto, de 60 años y almeriense de Olula de Castro, había sido operario diocesano y era regente de Níjar, donde ayudó económicamente a los socialistas, que le animaron a huir de la revolución, según la biografía diocesana:

Presbítero simpático, nadie acertaba a descubrir cuando dormía o comía; pues todo lo entrega a los demás. Dinámico y amigo de la juventud, hasta parte de sus ingresos acababan en la Casa del Pueblo para socorrer a los parados.

Iniciada la Persecución Religiosa, las autoridades locales no se atrevieron a prenderlo y le pidieron que se marchase. La niña Francisca Herrero Ruiz recordaba así su despedida de Níjar: «Yo le saludaba entre lágrimas y él me dijo: “No te apures, hija mía” y señaló con la mano hacia el cielo. » Refugiado primero en Almería y luego en Santa Cruz de Marchena, fue detenido el seis de agosto de 1936. Tres días después, en el convento de las Adoratrices, pudo despedirse de su queridísima madre y lo trasladaron al barco Astoy Mendi. Desde allí partió hacia la gloria del martirio.
El padre Carmelo CoronelCarmelo Coronel Jiménez, almeriense de Gádor, a sus 60 años era párroco de Santiago en Almería. Fue hombre de gran cultura y acción social, según la biografía diocesana:

Además de impartir clases en el Colegio de la Trinidad y en el Seminario de Almería, escribió el libro Acción Parroquial mediante el apostolado eucarístico. Asiduo colaborador del diario católico La Independencia, era director de la Hoja Parroquial de Almería. En Gérgal fundó la Casa Social y la Asociación Eucarística de Oración y Trabajo, para atender a los obreros y a los enfermos. Con el mismo fin, fundó en Tabernas el Patronato de Obreros.

En su misma casa fue detenido el diez de agosto de 1936 y sufrió prisión con los beatos Obispos de Almería y Guadix. Su sobrina doña María Álvarez Coronel recordaba que: « Cuando lo sacaron del barco, él era consciente de que lo llevaban al martirio. Camino de Tabernas animaba a sus compañeros, con fe y esperanza en la vida eterna. Lo mataron sólo por ser sacerdote. »
El padre José LaraJosé Lara Garzón, de 60 años y granadino de Montefrío, era coadjutor de Berja (Almería). Tras la muerte de su cuñado tuvo que cuidar de la familia de su hermana. Según la biografía diocesana, perdonó a sus asesinos desde antes de su detención, si bien trató de evitarla acudiendo al gobernador civil:

No tardaron en amenazarlo al comenzar la Persecución Religiosa, como narra su sobrino: «Lo llevaron al cementerio de Berja con ánimo de matarle allí mismo, y le propusieron que si pisoteaba el crucifijo, le perdonaban la vida, pero él no claudicó. Ante sus enemigos no mostró rencor. Durante cuatro días, antes de ser apresado, repetía en voz alta la misma frase: “Señor, perdona a los que me van a matar”. »

A sus sesenta años, el veintiocho de julio de 1936, marchó a Almería para pedir clemencia al Gobernador Civil. Trataba así de seguir trabajando por su familia pero, al enterarse de su condición presbiteral, lo mandó directamente a prisión y en menos de tres meses al martirio.
Francisco Roda Rodríguez, de 63 años y de Almería, era canónigo de la catedral y antes de matarlo le cortaron la lengua porque quería bendecir a Dios.

Fray Eustaquio de VillaquiteEl religioso profeso capuchino ejecutado en Gijón era Bernardo Cembranos Nistal (Eustaquio de Villaquite), de 33 años y natural de esa localidad leonesa. Lo habían encerrado con otros capuchinos del convento de Gijón en la iglesia de San José, convertida en prisión, pero no lo mataron como al resto el 14 de agosto. Fue beatificado en 2013.

El Kolbe malagueño, que se ofreció a cambio de un sacerdote enfermo
El caso del rector del seminario de Málaga, beatificado en 2007, es otro que anticipa en un lustro algo parecido a lo que hizo san Maximiliano Kolbe. El padre Enrique Vidaurreta Enrique Vidaurreta Palma, antequerino de 39 años, se ordenó sacerdote en Madrid en 1919 y se trasladó a Málaga, donde fue misionero eucarístico y rector del seminario. Detenido en el seminario, junto con los sacerdotes que realizaban ejercicios espirituales, fue trasladado al Cuartel de la Trinidad, después al Gobierno Civil y finalmente a la cárcel, donde llamó la atención —según los datos publicados por el obispado— por su extraordinario espíritu y caridad. La noche del 30 de agosto se ofreció para la muerte en lugar de otro sacerdote enfermo, y fue llevado a las tapias de San Rafael para ser asesinado con un centenar de encarcelados.
Puede leer la historia de los mártires en Holocausto católico (Amazon y Casa del Libro).

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