La vuelta al colegio no es solo organizar mochilas y horarios: es una ocasión única para que padres y profesores colaboren en la educación de los hijos con coherencia y sentido.
Cada septiembre comienza una especie de “año nuevo” para familias, alumnos y profesores. Nuevos horarios, mochilas a estrenar, ilusiones renovadas. Pero más allá de la logística y de los nervios del primer día, conviene detenernos un momento y preguntarnos:
¿qué significa realmente volver al colegio?
En la cultura actual, cada vez más dominada por el consumismo y la inmediatez, la vuelta al colegio corre el riesgo de convertirse en un simple trámite: una sucesión de actividades extraescolares, un calendario lleno de obligaciones y un maratón de tareas. Sin embargo, educar —y más concretamente enseñar— no es llenar de actividades el día de nuestros hijos, sino formar en la verdad, el esfuerzo y la libertad.
La escuela no sustituye a la familia
Los padres debemos recordar que el colegio no puede suplir nuestro papel. La enseñanza es delegada, la educación es irrenunciable. Si la familia abdica de su responsabilidad, el sistema, la ideología dominante o las pantallas ocuparán inevitablemente ese vacío. El inicio de curso escolar es un momento ideal para recuperar este compromiso: ¿qué valores quiero transmitir o reforzar a mis hijos este año?
Y aquí se añade una reflexión necesaria: los padres hemos elegido libremente un colegio para nuestros hijos —ya sea nuevo este curso o el mismo en el que confiamos en su momento—. La coherencia nos debe llevar a tener una actitud de colaboración con el centro y con los profesores, apoyando su labor y no poniéndonos en contra a la mínima dificultad.
La enseñanza es delegada, sí, pero nunca desentendida. La educación sigue siendo responsabilidad irrenunciable de los padres, y solo cuando padres y profesores caminamos en la misma dirección, el resultado es verdaderamente fecundo para nuestros hijos.
Como decía San Juan Bosco, “para educar a un niño se necesita la cabeza, el corazón y la mano… pero nunca sin la ayuda de los padres”.
El riesgo de la dispersión
A menudo queremos que nuestros hijos “no se queden atrás” y los apuntamos a múltiples actividades, creyendo que así tendrán más oportunidades. Pero el exceso de estímulos solo produce dispersión y superficialidad.
La clave no es hacer mucho, sino hacer bien lo importante: aprender a pensar, a amar la verdad, a desarrollar virtudes, a descubrir la belleza del mundo.
Esta es una enseñanza que cobra todo su valor en el inicio de curso escolar.
Y si tenéis tiempo de estar con vuestro hijos en casa desde que salen del colegio, preguntaros si no será mejor compartir en familia la mayor parte de la tarde que someter a unos y otros al estrés de una agenda diaria de actividades extraescolares.
Educar es formar el carácter
La vuelta al colegio no debería reducirse a preparar la mochila, sino sobre todo a preparar el alma.
Cada curso es una oportunidad para crecer en carácter, voluntad y virtudes. Aristóteles decía que somos lo que repetidamente hacemos; de ahí la importancia de que el nuevo curso no sea solo un listado de asignaturas, sino un espacio donde se forjen convicciones, se descubra el valor del esfuerzo y se aprenda a gestionar la frustración.
Un inicio con sentido
Cuando los hijos perciben que el colegio es un medio para llegar a ser más libres y más sabios, y no solo una obligación impuesta, su motivación cambia. Por eso, los padres debemos ayudarles a dar sentido a cada nuevo inicio, recordándoles que estudiar no es acumular datos, y mucho menos hacerlo para aprobar y luego olvidar, sino para buscar la verdad, mediante las ciencias y las humanidades, que da sentido a la vida.
En palabras de San Juan Pablo II, “la verdad os hará libres, pero la libertad solo se alcanza cuando se elige el bien”. Una frase que debería iluminar cada comienzo de curso.
Cinco consejos prácticos para el inicio de curso
- Establece rutinas claras desde el principio: marca horarios de estudio, de descanso y de ocio, y así enseñarás a tus hijos a ordenar su tiempo en esta vuelta al colegio.
- Elige las actividades extraescolares con criterio: no más de una o dos, priorizando aquellas que les gusten y les hagan crecer.
- Sé coherente con el colegio que elegiste: colabora con los profesores, apoya el proyecto educativo del centro y recuerda que la enseñanza se delega, pero la educación no.
- Acompaña de cerca el proceso escolar: pregunta por lo que aprenden, no solo por las notas. Interésate por los contenidos y transmite entusiasmo por el saber.
- Reza en familia al comenzar el curso: poner los estudios en manos de Dios, pidiendo sabiduría y fortaleza, es un gesto sencillo que fortalece la fe y da esperanza.
El comienzo del curso escolar es una ocasión única para no dejarse arrastrar por inercias ni por modas, sino para recordar que educar consiste en transmitir lo verdadero, lo bueno y lo bello. Si lo haces con coherencia, verás que septiembre no es solo un mes de vuelta al colegio, sino también una oportunidad para volver a poner rumbo a lo esencial.










