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2040 España sin coches de gasolina ni de gasóleo. ¿La casa por el tejado?

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Evidentemente, fechas tan humanamente lejanas como las de 2040 y 2050, que se sitúan como horizontes de desaparición de vehículos de motor de explosión movidos por hidrocarburos, pueden parecer un exceso imprevisible. Pero no lo son porque a pesar de las quejas de las empresas productoras, es un periodo de tiempo mínimo para una transformación de tal envergadura. Por eso, y no sin parte de razón, algunos fabricantes de coches hablan de “precipitación”. La decisión comunitaria de poner fin al imperio del coche contaminante es positiva, y el hecho de que España se esfuerce y quiera adelantarse en el tiempo, como otros países de Europa, también lo es. El problema de fondo es que una decisión de este calado, que sería efectiva cuando la mayoría de los votantes y políticos en el gobierno o en la oposición estén criando malvas, exige unas condiciones que no se dan.

En primer lugar, exige consenso político. Una transformación de tal calibre del modelo productivo y los riegos que conlleva requiere un acuerdo de estado, y no anuncios frívolos como el de Sánchez y su “hay que ser valiente con el cambio climático” en un asunto que él no protagonizará, porque su recorrido político, por bueno que fuera, no da para más que una parte del tiempo necesario para el gran cambio.

La segunda cuestión aborda la forma como se ha presentado la información. En este caso, tanto la Comisión Europea como el gobierno español tras su surco se han comportado frívolamente. No pueden presentar la cuestión como unos grandes objetivos muestra de su ambición porque tal y como se ha hecho, se incurre en el riego de espantar a la población, o al menos desorientarla, interpretando equivocadamente que es algo que pronto va a ocurrir. Una alarma de este tipo podría desorganizar el mercado, por ejemplo, incentivando la compra de coches viejos hasta que no vean claras las perspectivas. Si fuera así, sucedería además en una fase bajista de la compra de automóviles, con el resultado de una reducción importante en la compra de nuevos vehículos. En otros términos, la presentación política de los objetivos habría requerido acentuar en que los mismos no van a tener efecto en las decisiones del consumidor en la vida útil de sus próximos coches, 8, 10, 12 años.

Pero, además, los objetivos requieren dos medidas que han de ser inmediatas si no se quiere incurrir en un brindis al sol. La primera y más a corto plazo es la sustitución en sus correspondientes periodos de amortización de toda la gran flota de vehículos de titularidad publica por otros de eléctricos. Hasta ahora y como dice el refrán, “en casa del herrero cuchillo de palo”, porque la realidad es que ahora el porcentaje de vehículos de aquellas características es irrisorio. Se quiere transformar toda la industria automovilística, y son incapaces de cambiar su propio parque de automóviles y autobuses.

La segunda cuestión tiene mucha más enjundia. De poco servirá en el caso de España el todo eléctrico, si el “mix” de la producción eléctrica está basada en derivados del petróleo e incluso en cierta medida del carbón, que por cierto sigue siendo en nuestro país una actividad extractiva altamente subvencionada. De nada servirán los vehículos eléctricos, si la mayor parte de la electricidad producida tiene aquel origen. Lo único que se hará es desplazar los focos de contaminación, no es poco, pero obviamente esto no es abordar el problema del cambio climático.

Finalmente, y esta crítica va dirigida a la Comisión, no está nada claro por qué se van a exceptuar los camiones de tal supresión, si son vehículos de un elevado impacto contaminante, tanto por la emisión de gases de sus motores como por la cantidad de kilómetros que recorren. El 30 % de la contaminación en una ciudad como Barcelona procede de los vehículos de carga dedicados al reparto de mercancías. Además, este tipo de transporte puede registrar cambios revolucionarios antes del 2030 a causa del transporte por ferrocarril y por el uso de drones de carga para distancias cortas y medias.

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • ¿Nadie mira al cielo? ¿que hay de los aviones que nos dejan el cielo literalmente «arado» todos los días en todas parters del planeta…? esos no contaminan, ¿verdad? y alguien sabe que «rayos» nos están echando…? con tanto mirar el movil, se nos olvida mirar al cielo y así nos va…
    O sea, que los que contaminan son los coches… y los camiones…

    Responder
  • Hay dar información correcta, soltar eso, asi, es una imprudencia como todo lo que hace este gobierno OKUPA

    Responder

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