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53 figuras bíblicas confirmadas por la arqueología

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Un académico de la Universidad de Purdue ha arrojado nueva luz sobre la historicidad de este texto milenario. Lawrence Mykytiuk, profesor emérito de Bibliotecología, ha publicado recientemente un artículo en Bible History Daily donde presenta una lista de 53 personajes bíblicos cuya existencia ha sido confirmada por hallazgos arqueológicos.

Este trabajo es el resultado de décadas de investigación y dedicación, en las que Mykytiuk ha analizado inscripciones antiguas, registros históricos y evidencia arqueológica para identificar a estas figuras. Su enfoque ha sido meticuloso y académico: cotejar nombres, cargos y períodos históricos para establecer conexiones sólidas entre los personajes bíblicos y los documentos arqueológicos.

El “Anotador” de la arqueología bíblica

Mykytiuk se autodefine como un “anotador” de los arqueólogos bíblicos. Es decir, no se dedica a excavar en sitios arqueológicos, sino a sistematizar y presentar los descubrimientos a una audiencia más amplia. “Analizo las inscripciones para ver si se refieren a personajes bíblicos y ‘llevo la cuenta’ cuando se pueden hacer identificaciones sólidas”, explicó en una entrevista con BibleGateway Blog.

Su nuevo artículo, publicado el 31 de agosto de 2025, puede considerarse su trabajo más ambicioso hasta la fecha. En él, no solo amplía una lista que ya había comenzado en 2014 con 50 figuras, sino que añade tres más, elevando el total a 53.

Este trabajo no solo destaca por la cantidad, sino por la calidad de las pruebas presentadas, con referencias cruzadas entre la Biblia y múltiples fuentes arqueológicas.

Personajes bíblicos con evidencia 

Entre los nombres más relevantes de la lista se encuentra el rey David, una figura central en el Antiguo Testamento. Durante mucho tiempo, algunos estudiosos dudaron de su existencia debido a la falta de pruebas externas.

Sin embargo, hoy existen al menos tres inscripciones antiguas —una en egipcio, otra en arameo y una más en moabita— que mencionan claramente a David. Según Mykytiuk, estas referencias, combinadas, permiten afirmar con gran seguridad que se trata del mismo David descrito en las Escrituras.

Otro caso notable es el de Nabucodonosor II, el famoso rey babilonio mencionado en los libros de 2 Reyes, 2 Crónicas, Jeremías y Daniel. Su existencia no solo está fuera de toda duda, sino que su nombre aparece en innumerables tablillas cuneiformes, algunas de las cuales podrían haber sido escritas bajo su supervisión directa. Estos registros no solo validan su existencia, sino también varios eventos históricos descritos en la Biblia durante su reinado.

La lista también incluye personajes menos conocidos como Sargón II, un rey asirio cuya existencia ha sido confirmada por una inscripción hallada en Khorsabad. De esta manera, tanto grandes monarcas como figuras secundarias están siendo identificadas en el registro arqueológico.

¿Históricamente fiable?

Más allá de los nombres y las inscripciones, el trabajo de Mykytiuk plantea una pregunta crucial: ¿es la Biblia un documento históricamente fiable?

En declaraciones al Bible Archaeology Report, el académico fue claro: “Independientemente de la fe religiosa, y con base en una gran cantidad de evidencia clara y concreta, no encuentro ninguna razón para rechazar —y muchas razones para aceptar— la credibilidad histórica general de la Biblia”. Según él, al menos desde el período del rey David en adelante, los textos bíblicos reflejan una realidad que está cada vez más respaldada por la arqueología.

Sin embargo, Mykytiuk reconoce las limitaciones del método arqueológico. Los relatos anteriores al reinado de David —como los de Abraham, Moisés o el Éxodo— probablemente seguirán sin confirmación directa, debido a la escasez de registros antiguos de esas épocas. “Los estragos del tiempo han destruido enormes cantidades de artefactos físicos y escritos”, afirma.

Un puente entre fe y ciencia

El trabajo de Lawrence Mykytiuk no pretende convertir la arqueología en una herramienta religiosa, ni viceversa. Su enfoque es el de un académico riguroso que busca hechos verificables. Y, sin embargo, su investigación abre un espacio de diálogo entre la fe y la ciencia, entre la tradición y la evidencia empírica.

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