Dicen —y no se equivocan— que, con el dinero de todos, el Gobierno de Pedro Sánchez lanza una web con el título “QuieroAbortar”.
La vil iniciativa liderada por el Ministerio de Sanidad se presenta como servicio, pero es una vez más su misma historia, muerte. A mí, de entrada, me asalta una pregunta tan legítima como olvidada por el poder:
¿Cuándo veremos la hermana gemela, sufragada con la misma devoción presupuestaria, llamada “NoQuieroAbortar”?
Porque, si esto va de igualdad señores —palabra de moda y barniz multiusos—, lo justo sería que la misma mano que te acompaña a decir “sí” te sostenga cuando dices “no”.
Pero Igualdad en este caso es un jarrón de adorno en el pasillo ideológico del Gobierno, no es un par de zapatos del mismo número para cada pie.
Propongo y exijo, por tanto, que se levante una web “NoQuieroAbortar” una red de ayudas concretas y efectivas en todos los campos que sean necesarios.
Y ya que invertimos en “portales”, invirtamos también en tiempo: canguros o guarderías pagadas con la misma alegría presupuestaria, para que la madre sola pueda ir a una entrevista de trabajo, estudiar… Catedrales de lo concreto y necesario, no catedrales del relato instaurado.
Se nos dirá que no hay dinero. No hay para lo que no se quiere, ya lo sabemos. Para campañas digitales y estudios que miden la eficacia de los estudios anteriores, si hay.
Se llena el relato de libertad y ni siquiera se permite dar a la vida el mismo altavoz que a la muerte. Por no hablar de la libertad del bebé, exterminada antes de tiempo.
¿Por que la madre que decide continuar su embarazo no encuentra el mismo carril rápido administrativo que encuentra quien decide interrumpirlo?
Se nos acusará de moralistas y se nos tildará de retrógrados.
Pero no hay nada más moderno que sostener la vida, porque la vida siempre es inédita.
Se nos pedirá que callemos en nombre de la pluralidad. Curioso pluralismo, el que pide silencio a quien discrepa. Déjenme preguntar: ¿dónde está el equilibrio? ¿Dónde la igualdad de la que hablan?
Reclamo coherencia. Porque una libertad sin alternativas es un pasillo que conduce a una única puerta: la muerte.
Dicen que la política es el arte de lo posible. Yo sostengo que, cuando hablamos de vidas, debe ser el arte de lo debido.
Si los fondos públicos son de todos, que amparen también a quien susurra, con miedo y esperanza, “no quiero abortar”. Porque en esa frase cabe como mínimo una vida. ¡Una vida! Sólo pido que la miren y que la cuiden con la misma fuerza y empeño y con el mismo presupuesto, con el que optan por la muerte.











1 Comentario. Dejar nuevo
Muy buen artículo. No se puede dejar más a las claras esa doble vara de medir que se imputan entre sí los partidos políticos par defenestrarse unos a otros, pero que en la cuestión del aborto se han puesto de acuerdo para usar la misma: todo para la que quiere abortar y nada para la que no quiere abortar. En una sociedad que se ampara en los derechos humanos, debería ser al la inversa, pero como eso es pedirle demasiado a una sociedad brutalizada que ha asumido el quiero abortar como un deseo con derecho a satisfacción, al menos podrían repartir mitad y mitad entre las que quieren y las que no quieren. Pero no interesa. Se hace lo posible y más para fomentar el deseo de abortar, porque el politiqueo ha convertido ese acto abominable en un negocio feminista que produce réditos electorales.
Y así vamos. Ya se ha visto lo ocurrido con el dichoso síndrome post aborto, que resulta que no existe porque no se quiere que exista. La negación de una evidencia porque reconocerla bajaría la productividad abortista, que en 2024 ha logrado alcanzar los 106.173 abortos, 3.000 más que en 2023, nada menos. Todo un éxito.