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Narrativas del deseo y quiebra del matrimonio: una lectura cultural de nuestro tiempo

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Hubo un tiempo —no tan lejano— en que la literatura formaba parte de los grandes relatos de la civilización. Amor, muerte, familia, deber o redención eran más que temas: eran estructuras de sentido, faros culturales que orientaban la existencia humana. Incluso cuando se cuestionaban, lo hacían desde dentro, con la nostalgia de lo perdido. Pero desde las últimas décadas, esta lógica ha mutado sobre todo en la literatura contemporánea, escrita por mujeres de mediana edad, que ha comenzado a evidenciar un fenómeno más profundo: la fractura de las instituciones básicas que sustentaban la vida en común.

Este cambio no es solo estético o temático. Tiene raíces antropológicas.

En la medida en que la cultura dominante ha rechazado la visión moral heredada —profundamente marcada por el cristianismo—, se ha impuesto una ética del deseo individual como única guía. La sociedad contemporánea ha devenido la  “sociedad desvinculada”: un marco de referencia en el que la realización personal se define en términos de autosatisfacción, desligada de compromisos, normas, deberes o tradiciones. Así, el deseo, en lugar de integrarse en una estructura de sentido, flota libremente, sin más horizonte que sí mismo.

La literatura actual se ha hecho eco de esta transformación. Desde el ensayo hasta la novela, proliferan relatos íntimos que no son simplemente catárticos, sino diagnósticos de época, y como explica Balmes en su Criterio para entender el sentido de la historia, no hay como sumergirse en la literatura de cada tiempo.

Hoy, abundan historias de frustración, insatisfacción, trayectorias rotas y vínculos deshechos. En ellas, el matrimonio aparece como una institución anacrónica, o insuficiente, incapaz de dar respuesta a las necesidades emocionales y sexuales del individuo contemporáneo. Lo que en otras épocas era drama o escándalo hoy se presenta como afirmación identitaria. Todo esto apoyado por muchas políticas públicas que se han esforzado en aniquilar toda ventaja o diferencia del matrimonio ante otros tipos de emparejamientos informales.

Un caso paradigmático de esta narrativa es la novela A cuatro patas de la escritora estadounidense Miranda July.

La protagonista —una mujer que celebra sus 45 años tras recibir una suma inesperada de dinero por una frase sexual usada en una campaña publicitaria— decide emprender un viaje iniciático desde Los Ángeles a Nueva York. Deja atrás a su marido, descrito como afable, y a su hijo, que en la lógica del tiempo resulta ser no binario, porque considera que la celebración de sí misma debe hacerse sin la familia. Sin embargo, apenas se aleja unos kilómetros antes de acabar en un hotel barato, donde vive una experiencia sexual salvaje y perturbadora. De vuelta a casa, cambia lo que es la configuración del vínculo. Se convierte en abierto, consensuado, deseoso de encontrar experiencias sexuales excitantes. Podríamos verlo también como el sexo como alienación en el ámbito psicológico, como pérdida de sentido y  vía de depresión en sociedades hiperindividualistas.

La novela se convierte así en un ejemplo extremo de una tendencia más amplia: la búsqueda de un lenguaje literario que dé voz a experiencias históricamente silenciadas

La obra ha sido aclamada por medios como The New York Times, que la presentan como catalizadora de una nueva conciencia femenina. Y es que no se trata solo de sexo. Se trata de cómo narrar el cuerpo, la edad, el deseo, la transformación. La novela se convierte así en un ejemplo extremo de una tendencia más amplia: la búsqueda de un lenguaje literario que dé voz a experiencias históricamente silenciadas —la perimenopausia, la decadencia hormonal, el deseo en la madurez, la fragilidad de la monogamia— como parte de un discurso emancipador que asume que lo personal, en efecto, es político.

Ahora bien, la solución que estos relatos proponen —relaciones abiertas, autonomía radical, sexualidad libre de vínculos— es profundamente elitista. Solo quienes disponen de medios, tiempo, redes y legitimidad cultural pueden permitirse estas nuevas formas de vida.

Lo que no aparece en estos relatos es el impacto de esta ruptura en los hijos, el desgaste emocional acumulado, o la soledad disfrazada de aventura.

La paradoja es evidente: en nombre de la libertad, se normaliza una configuración del deseo al alcance de muy pocos. Lo que no aparece en estos relatos es el impacto de esta ruptura en los hijos, el desgaste emocional acumulado, o la soledad disfrazada de aventura. El modelo que se presenta como alternativo es, en realidad, el privilegio y con el paso de los años castigo de una clase, y cuando busca generalizarse, como ocurre, el daño y la infelicidad que genera se multiplica exponencialmente. La contradicción entre el relato literario exaltado por la progresía social liberal y la realidad resulta del cotejo con esta última.

En Estados Unidos, las gentes con mayores niveles de estudios y rentas opta mayoritariamente por el matrimonio y son las clases con menos recursos (los negros hace tiempo que emprendieron en gran medida este camino) los que siguen esta ruta hacia el fracaso personal y el empobrecimiento y a largo plazo la soledad.

Y, sin embargo, esta narrativa se ha convertido en hegemónica. Europa —culturalmente debilitada, incapaz de recrear sus propios fundamentos— la adopta con fervor, reproduciendo los moldes anglosajones sin cuestionar sus raíces ni su aplicabilidad y resultados. Se trata de una imitación cultural sin espíritu: un colonialismo simbólico que vacía de contenido la tradición europea, precisamente porque se niega a asumir el legado cristiano que la sostuvo durante siglos.

Porque además son una vez más los datos– la realidad- que nos muestra que el modelo de relación familia con hijos basada en un primero matrimonio estable, la que aporta mejores resultados en todos los ámbitos, de la salud a la economía, de la seguridad a la felicidad subjetiva, por razones bien conocidas.

Es necesario advertir que la destrucción del matrimonio como proyecto vital compartido y lugar para el cuidado de los hijos, carece de alternativa. Porque lo que emerge no es tal cosa, es más bien un espejo deformante donde se refleja una visión caricaturesca del amor, del compromiso y del vínculo. Como en los parques de atracciones, nuestros cuerpos —y ahora nuestras almas— aparecen estirados, encogidos, irreconocibles.

En el corazón de esta literatura laten tres fracturas profundas:

  1. La disolución cultural del matrimonio, que ya no es visto como refugio o alianza. Todo esto ahora es visto como trampa para la libertad.
  2. La exaltación del individualismo feroz, que convierte la autorrealización en una exigencia permanente de placer inmediato.
  3. La sexualización extrema de la identidad femenina, generada ya no solo por la mirada del hombre, sino provocada por la propia mujer que asocia el empoderamiento a la capacidad de desear y ser deseada, de forma incondicional y sin consecuencias.

Se desplaza así la centralidad femenina desde el poder de dar vida hacia el derecho de no tenerla.

El aborto, en este marco, se convierte en el tótem del nuevo feminismo: el garante último de una sexualidad sin cargas, como si de una equiparación con el varón promiscuo se tratara. Se desplaza así la centralidad femenina desde el poder de dar vida hacia el derecho de no tenerla. Y se confunde empoderamiento con autogestión del cuerpo, sin reconocer que toda cultura fuerte nace precisamente del sentido que da a la vida, al vínculo, al cuidado.

La literatura, que durante siglos nos enseñó a mirar más allá del deseo para encontrar el sentido, se ha convertido ahora en un escaparate del deseo sin sentido. Ya no busca verdad. Ya no invita al viaje interior, sino al exhibicionismo emocional. Y en ese tránsito, han extraviado la posibilidad misma de contarnos desde la esperanza. Por eso hay que reclamar otra voz y otro camino, porque el que nos es propuesto solo conduce al desastre.

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

La literatura ya no busca la verdad ni la esperanza, sino el exhibicionismo emocional. #CulturaDelDeseo Compartir en X

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