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Amy Coney Barrett: Súper Mega Ultra

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A estas alturas, cuando no han pasado muchos días del anuncio de Trump de que la elegida para ocupar el puesto vacante en el Tribunal Supremo estadounidense por Ruth Bader Ginsburg es Amy Coney Barrett, es imposible no saber que  ACB es una ultra. Más aún: mega ultra.

Ultraconservadora. Ultracatólica. Ultramadre. SúperMegaUltra. La ultra entre los ultras.

¿Necesitan pruebas? Aquí tienen algunas:

Amy Coney Barrett es católica y vive su fe en un grupo de la Renovación Carismática llamado People of Praise. Además, intenta actuar de acuerdo con sus creencias, algo inadmisible. Está bien proclamarse católico, al estilo Biden, para luego negar con tu comportamiento lo que afirma la Iglesia Católica. Al fin y al cabo, “católico” debe de ser una etiqueta que te permite ganar votos y alardear de que te preocupas por tu prójimo, pero para el progresismo hegemónico debe quedarse ahí. Pretender que es algo más, algo con impacto en tu vida y en tus decisiones, es muy ultra. Como le espetó la demócrata Dianne Feinstein en 2017, “el dogma vive con fuerza en ti” (“The dogma lives loudly within you”, del que ya hay camisetas disponibles), probando con sus palabras que con aún mayor fuerza vive el prejuicio y el sectarismo en el interior de los demócratas de hoy en día (sí, ya lo sabemos, líderes pentecostales negros han firmado una carta en la que afirman que “como cristianos negros no nos quedaremos en silencio mientras nuestra hermana en la fe es perseguida por el «crimen político» de sus creencias”, pero estos no cuentan, los únicos negros que representan a la comunidad afroamericana son los de Black Lives Matter).

Amy Coney Barret es mujer, eso es innegable, pero es también madre de siete hijos y con esto demuestra que es una mujer de las malas, de las que han aceptado someterse al patriarcado y ponerse a parir nuevos seres que perpetúan la tiranía heteropatriarcal. Es cierto que además ha logrado ser profesora en la Universidad de Notre Dame (donde ha ganado el premio «Profesor Distinguido del Año» en tres ocasiones), juez en el séptimo circuito federal de apelación de Chicago y que ha alcanzado los mayores éxitos profesionales como jurista cuyo brillante y riguroso trabajo es reconocido incluso por quienes están en sus antípodas ideológicas. Pero no olvidemos lo esencial: si tienes hijos, peor aún, si osas tener más que “la parejita”, es que eres muy ultra. Lo ha escrito Sarah Jones en la revista New York: «si se considera fuera de contexto, Amy Coney Barrett parece un éxito personal y profesional«… pero Barrett es «un espectro familiar: una traidora a su sexo«. ¡A quién se le ocurre no odiar a los hombres!

Por cierto, Amy Coney Barrett, con 48 años (o sea, que puede durar mucho) será la única mujer con hijos en el actual Tribunal Supremo y la primera en acceder al mismo con hijos en edad escolar (entre 16 y 5 años). Sonia Sotomayor, nominada por el presidente Barack Obama, está divorciada y no tiene hijos, mientras que Elena Kagan, también nominada por Obama, nunca llegó a casarse. ¡Una mujer con hijos en un puesto de máxima responsabilidad! ¡Cómo les gusta provocar!

Amy Coney Barrett es blanca y, en consecuencia, si está donde está es como consecuencia de los privilegios blancos de los que disfruta por su raza (no como Joe Biden o Hillary Clinton, multirraciales de toda la vida). Es cierto que se le ocurrió, a ella y a su marido (que el pobre algo pintará), adoptar a dos niños negros haitianos. Una operación de distracción que no engaña a nadie: ha asumido la tarea de criar a dos niños negros, que ha convertido en sus hijos, algo no precisamente fácil ni cómodo, ¿pero cuántas declaraciones denunciando el racismo sistémico ha hecho? Como ha tuiteado Ibram Kendi, militante antirracista y una de las 100 personas más influyentes en 2020  según la revista Time, “algunos colonizadores blancos “adoptaron” niños negros. Ellos “civilizaron”  a esos niños “salvajes” en las formas “superiores” de los blancos”. Pues eso, por mucho que entregue su vida a sus dos hijos negros, es una blanca ultra que se niega a soltar sermoncitos “woke”. ¡Menuda desfachatez!

Amy Coney Barrett es pro-vida; está convencida de que cargarse a seres humanos inocentes en el seno materno no es ninguna mejora ni para las mujeres ni para el conjunto de la sociedad y además le dio por tener un hijo con síndrome de Down. ¡Qué más pruebas necesitáis! Pudiendo haberlo abortado, eligió traerlo al mundo y darle todo su amor y cariño. ¡Qué irresponsabilidad! ¿Hacer feliz a un niño Down? ¿Asumir que su vida también es un regalo, un bien que hay que acoger agradecidos? Hay que ser muy, pero que muy ultra para amar a un niño con síndrome de Down y desperdiciar con él las horas que podríamos dedicar, por ejemplo, a captar a chicas desorientadas para Planned Parenthood.

Amy Coney Barrett se ha descrito a sí misma en su discurso de aceptación de la nominación como discípula del difunto juez Antonin Scalia, para quien estuvo trabajando. «Su filosofía judicial es también la mía. Un juez debe aplicar la ley tal como está escrita. Los jueces no son políticos, y deben dejar de lado cualquier punto de vista político que puedan tener«. No parece pues muy inclinada a seguir la estela de Ginsburg y usar el Tribunal Supremo para avanzar en un proyecto de reingeniería social progre. Vamos, que es una ultraconservadora que no se va a sumar al ejército de liberación “woke”. Y además, en el mismo discurso ha tenido el descaro de afirmar, sin disimular, que ama a los Estados Unidos y que ama la Constitución de los Estados Unidos. ¡Qué bestia! ¡Hay que ser ultra!

Una ultra que aportará diversidad al Tribunal Supremo: al ser graduada por Notre Dame, Barret romperá el duopolio actual de Harvard y Yale, las universidades de las que salieron los ocho restantes jueces del Supremo. Pero no nos confundamos, “diversidad” significa para los progres unanimidad para estar alineados con su agenda. Por eso mismo es poco probable que se alegren de la diversidad real que aporta Amy Coney Barrett al Supremo.

Lo dicho, no se dejen engañar: aunque parece otra cosa, ACB es una súper mega ultra y punto. Palabra de quienes estamos en el lado correcto de la historia.

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