La tentación de la política de ocupar los espacios de la religión siempre ha sido una realidad y existen ejemplos de dictadores que han querido ser considerados semidioses y no solo tratar de dar respuesta a las necesidades políticas de sus ciudadanos, sino también cubrir sus necesidades espirituales.
Pero hay ejemplos mucho más actuales, también en España. Valencia saltó a la esfera mediática nacional el pasado 8 de mayo por la celebración de lo que se denominó su primera bienvenida a la ciudadanía, una suerte de ‘bautizo civil’ con el objetivo de cubrir el vacío que deja la secularización de la sociedad en las personas no creyentes de forma que puedan realizar algún tipo de acto con motivo del nacimiento de un hijo. Ribó quería estrechar vínculos políticos con los que se consideran ateos, agnósticos o laicistas, que representan un 37% de la población de la ciudad.
Ahora, en un movimiento que devuelve la cordura a la situación, la nueva alcaldesa de Valencia, María José Catalá, del Partido Popular (PP), ha decidido eliminar los llamados «bautizos civiles».
La nueva alcaldesa ha decidido poner fin a estos actos una vez se realicen los siete que ya están agendados y comprometidos. Según el portavoz municipal del PP, Juan Carlos Caballero, se trata de ceremonias meramente protocolarias sin efecto jurídico y que no son obligatorias para la administración municipal.
Caballero argumenta que los recursos municipales deben priorizarse en las competencias atribuidas legalmente y que muchas de ellas han sido descuidadas por el anterior equipo de Gobierno.
Por su parte, el exalcalde Joan Ribó ha manifestado su descontento ante esta decisión, calificándola de «medida sectaria» por parte de Catalá hacia quienes no comparten su forma de pensar. Ribó recuerda que fue el propio PP quien instauró este tipo de ceremonias en Madrid en 2009 y lamenta la falta de coherencia en el trato hacia València.
Desde el equipo del exalcalde se afirma que la celebración de estos actos no suponía un costo adicional para las arcas públicas y que no interfería con las tramitaciones de otros servicios municipales. Además, se destaca que estos «bautizos civiles» no afectaban la programación de las bodas civiles, las cuales se realizan en días distintos de la semana.
A medida que avanza el debate, se evidencia una división de opiniones entre aquellos que consideran que estas ceremonias son un reconocimiento de derechos y una bienvenida a la ciudadanía, y quienes argumentan que los recursos municipales deben centrarse en otras prioridades más urgentes.
La eliminación de los «bautizos civiles» en València ha puesto de manifiesto la tensión crónica existente entre la política y la religión, cuyo espacio de la segunda es vulnerada sistemáticamente por la primera, así como la necesidad de encontrar un equilibrio que satisfaga las necesidades de la sociedad en su conjunto.
Se trata de ceremonias meramente protocolarias sin efecto jurídico y que no son obligatorias para la administración municipal Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
La bienvenida a la ciudadanía de un bebé la puede organizar cualquiera a su manera, sin necesidad de que intervenga el poder municipal. ¿Qué pinta ahí el alcalde si el acto carece de valor jurídico?
Joan Ribó aduce que “Esta ceremonia es una bienvenida a la ciudadanía y un reconocimiento de derechos.” De eso nada, porque de ser así todos los bebés deberían pasar por dicha ceremonia. Darles la bienvenida a la ciudadanía implica que se considera non gratos a quienes no la reciben. En cuanto a los derechos, ya los tienen reconocidos por la inscripción de su nacimiento en el registro civil. No hace falta este paripé municipal.
Pero ya que estamos de ceremonias, me gustaría saber si el exalcalde Ribó estaría dispuesto a realizar una ceremonia similar, no cuando el bebé ya ha nacido, sino antes, cuando sus padres se enteran de que está vivito y coleando en el vientre de su madre. ¿Le darían una bienvenida a la ciudadanía y un reconocimiento de derechos, como por ejemplo el derecho a la vida? En la ceremonia, la presencia del nuevo hijo podría ponerse de manifiesto ante la concurrencia mediante la imagen de una ecografía y el sonido del latido de su corazón, en directo o en grabaciones. Desgraciadamente, esta gente que se tanto se ufana de ser progresista es demasiado hipócrita, mezquina, cobarde y miserable para atreverse a celebrar una ceremonia progresista de verdad.