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Carta a mis amigos rusos

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Estimados Sergey, Sasha, Boris, Mijaíl, Dimitri, Anastasia, Natalia, Tatiana, Alexandra, Ekaterina. Irina, Ania… y a ti también Vladímir, aunque en estos momentos tu nombre nos traiga malos recuerdos:

Sé que estáis sufriendo mucho y, sin embargo, pocos se acuerdan en este momento de vosotros. Sin ir más lejos, yo mismo me estoy preocupando mucho de la tragedia del pueblo ucraniano, rezo por ellos, participo de diversas formas en las ayudas a los refugiados y procuro dar buen criterio sobre esta desgraciada guerra evitando promover odio, pero deseando la derrota de los invasores.

Reconozco que pienso poco en vosotros, los rusos.

Sé que prácticamente nadie en Occidente se acuerda para bien de vosotros, los ciudadanos del país más extenso del mundo, que, aunque por el momento no sufrís tan directamente en carne propia la violencia de la guerra, estáis también pasándolo mal. Los que residís en la Federación Rusa, pero también los que viven ya entre nosotros. En todo caso, también los familiares de muchos de vosotros están combatiendo y no pocos pierden la vida o son heridos.

El Papa Francisco hizo muy bien en ofrecer tanto a Rusia como a Ucrania en la consagración al Inmaculado Corazón de María realizada el 25 de marzo, día de la Anunciación.

Os cuento algo que me pasó hace un par de días. Subí en el ascensor de mi casa con una vecina, rusa ella, llegada hace algunos años a España como emigrante. No hemos tenido mucha relación, simplemente nos saludamos cuando nos encontramos al entrar o salir de casa. Son una familia sencilla, nada de magnates. Ella estaba desesperada, descompuesta. Me comentó cómo están sufriendo por un asunto en que seguramente no pensamos: tienen bloqueadas sus cuentas en el banco y ni siquiera podían sacar ningún dinero, ni usar tarjetas, y lo estaban pasando muy mal, al límite del hambre, por falta de liquidez y porque tampoco tienen familiares o muchos amigos que les ayuden. Abominaba de Putin.

Comparado con la situación de los que continúan en las ciudades bombardeadas de Ucrania o que han salido del país como refugiados es menos grave… pero no es ninguna tontería. Estar aislados y casi en la miseria.

He conocido u oído hablar de otros rusos también residentes en España que en las últimas semanas procuran salir poco, no relacionarse, ante el peligro de ser rechazados o insultados.

Todo por algo de lo que ninguno de vosotros ni de ellos tiene la menor culpa. Nadie os ha preguntado si queríais la invasión de Ucrania, si queríais la guerra. Y, sin embargo, sufrís las consecuencias. Es probable que algunos de vosotros incluso os hayáis manifestado en contra de la guerra y os hayan detenido y castigado por ello.

Tampoco a los occidentales se nos preguntó si veíamos conveniente que la OTAN se expandiera a Ucrania y llegara a los límites de Rusia sabiendo que era una provocación innecesaria a este país, hecho que, en modo alguno justifica la invasión y la guerra, pero que ha dado una coartada a los sátrapas del Kremlin ansiosos de renovar antiguos imperios.

Todos sufrimos las consecuencias de esta guerra. Basta pensar en la subida de los precios de algunos productos o las protestas por el incremento espectacular del precio de los carburantes. Y no es más que el principio. Seguramente para vosotros las consecuencias serán mucho más graves en el futuro, aunque termine la guerra. Las sanciones impuestas a Rusia por gran parte del mundo quizás tienen poco efecto a corto plazo, pero con el tiempo pueden ser desastrosas para la economía rusa y, con ello, para la inmensa mayoría de su población.

Rezo por vosotros y por el pueblo ruso. Además de sentir por él simpatía a raíz de los estudios sobre la Segunda Guerra Mundial que realicé referentes al territorio entonces soviético, sé que es un pueblo generoso, sobrio, que ha sufrido mucho.

Y deseo que nos sintamos todos hermanos. Lo somos todas las personas del mundo, pero más especialmente las cristianas, puesto que en este caso el enfrentamiento se produce entre cristianos, sean católicos u ortodoxos.

En unión con el Papa, pido a la Virgen la paz para Rusia y Ucrania, que nos sintamos hermanos, protagonistas de una misma tierra y llamados por igual al Cielo.

Un abrazo afectuoso

El Papa Francisco hizo muy bien en ofrecer tanto a Rusia como a Ucrania en la consagración al Inmaculado Corazón de María realizada el 25 de marzo, día de la Anunciación Clic para tuitear

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