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Católicos en política. Los pecados por exceso y por defecto

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Es una evidencia que el pecado no solamente se produce como un exceso, sino también como un déficit, como aquello qué falta o que no llega. Esto se da también en la misión política del católico y a ello quiero referirme.

En relación con el pecar por exceso, hay un tipo de católico que, dotado de una especial exigencia, no hace ni deja hacer, porque todo le parece poco o malo. Su especialidad es la descalificación, la disgregación y la inacción. Se le puede aplicar bien aquello de “tú háblame de tu fe que yo te mostraré mis obras”.

Un ejemplo puede ayudar a la brevedad y a la comprensión de mi exposición. Días atrás escribí en Twitter lo siguiente: “La crisis más difícil de todas a las que se ha enfrentado Merkel ha sido probablemente la crisis de los refugiados de 2015. Entonces se erigió en la conciencia de los valores del humanismo”.

No tardaron en producirse algunas críticas de la que entresaco la siguiente: “si quieres saber de qué va Miró y Ardèvol sobre antropología lee su tweet en que califica a Merkel, el paradigma del aparachi del sistema NOM como “la conciencia de los valores del humanismo

Para esta persona que se adscribe a una ideología, celebrar que la respuesta que dio Merkel a la grave crisis de los refugiados era la que más se aproximaba una a respuesta cristiana (y esa era la razón de la calificación le humanista) estaba mal. Tan mal que convertía mi juicio concreto sobre un hecho concreto, en toda una concepción antropológica por mi parte, sospechosa ante la mirada de los que comparten la teoría del Nuevo Orden Mundial, que es lo que significa las siglas NOM. En este juicio, el exceso es debido a la ideología, y es frecuente. En él, cristianismo no es el marco de referencia dentro del cual se producen los juicios, sino qué es un elemento dentro de otro marco de referencia, que es quien manda y califica el hecho cristiano, y esto sirve tanto a la derecha como a izquierda.

El cristiano en política debe juzgar los hechos, más que la posición o el pensamiento de quien los produce. El cristiano en política debe saber que el bien se produce a través de un acto humano, al igual que el mal, y lo que hay que considerar es la naturaleza de este acto.

En el evangelio de Juan (5,31 y siguientes) narra lo que se llama el Testimonio a favor de Jesús. En él apela al testimonio de San Juan sobre su persona, pero no lo hace porque lo necesite, como afirma claramente, sino porque así resulta más fácil que los otros crean y pueden salvarse. Utiliza un acto humano, el testimonio de Juan hacia su persona como Mesías, para validar ante los ojos humanos a quienes les cuesta ver y entender a Dios.  Deja claro que su condición viene de Dios, pero el testimonio de Juan facilita la aceptación de determinada gente: Si el acto humano sirve a la visión de Dios hay que apoyarse en él.

En el acto político hay que dar testimonio de Dios, de Jesucristo, en el sentido de que se ajusta a la visión de Dios sobre aquella cuestión concreta. Lo importante es que lo que se haga, se corresponda con el mandato que Jesucristo nos da en los evangelios, que cumple bien con la mirada de Dios en relación con aquella cuestión. Esto es lo decisivo: servir a la voluntad de Dios, y no a una determinada ideología, porque esta, si no encaja con el hecho que Dios nos demanda en la que aquella cuestión es la que debe modificarse, en lugar de prescindir de la voluntad de Dios.  Al acoger a los inmigrantes incluso contra su partido, Merkel asumía un principio cristiano esencial, que se repite a lo largo de los evangelios, y eso es lo que merece ser destacado, porque el cristianismo no es una ideología, sino el seguimiento de una persona, y en nuestro caso católico, desde la perspectiva de la Tradición y el Magisterio. El esfuerzo del político cristiano, de la política cristiana, es el esfuerzo en seguir la palabra y hechos de Jesucristo y confiar en su palabra. No hay otra. Este es el fundamento sobre el que después se construye la respuesta específica, técnica, política, y el juicio desde aquella perspectiva que sirve para validar todo criterio político.

Y bajo el mismo razonamiento se produce el pecado por defecto. Mientras que, en el exceso, quienes lo cometen tratan de fundamentarse en una exigencia que nunca es evangélica sino fruto de una ideología, en el déficit sucede exactamente lo mismo. Son los políticos católicos, que incluso exhiben -Biden su fe- o la muestran en determinadas ocasiones -Salvador Illa-, pero que, con su piedad religiosa, consideran que ya basta, sin que sus actos una vez más importen. No importa si no se corresponden con la manifestación explícita de Dios, y así su catolicismo es compatible con todo lo que su partido proclama y realiza, a pesar de que sean cuestiones tan radicales, tan extremadamente situadas fuera de la fe, como el aborto como derecho, el matrimonio entre personas del propio sexo o la eutanasia.

Y una acotación. Y este cristianismo puede medrar en el primer caso, hacer ostentación en el segundo, porque no hay una opinión pública católica fuerte, una presencia política notable que muestre el camino de Jesús, y de paso les saque los colores a la cara.

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3 Comentarios. Dejar nuevo

  • Ascensió Zaldívar Puig
    8 febrero, 2021 17:31

    En la situación actual, encuentro a faltar políticos que presenten un ideario compatible con las creencias cristianas. También encuentro a faltar orientación por parte de la Iglesia. En EEUU la hay, aunque ya sé que aquí no es políticamente correcto. Entonces pasa que hay algún partido que «parece» cristiano en unos aspectos pero tremendamente anticristiano en otros. ¿Qué hacer?

    Responder
  • J.Messerschmidt
    11 febrero, 2021 04:35

    Desde luego, el Sr. Miró Ardévol da en el clavo cuando describe la subordinación del cristianismo a determinados marcos ideológicos. Ejemplos no faltan, ni históricos ni contemporáneos: el carlismo, la teología de la liberación, etc. Se llega incluso a aberraciones como un marxismo, un liberalismo o un nacionalismo presuntamente cristianos, siendo que estas tres ideologías han sido repetidamente condenadas por la Iglesia como contrarias a la doctrina católica. Incluso el militarismo y la extrema derecha se han presentado como cristianos. Abundan quienes consideran que la economía de mercado y la libre empresa son intrínsecamente cristianas, mientras otros afirman lo mismo del comunismo. Hace unos días publicó Arcadi Espada una entrevista con una monja benedictina asturiana expulsada de un convento de Barcelona por estar en desacuerdo (puramente pasivo) con el independentismo que profesan la abadesa y las demás hermanas. En todos estos casos estamos ante una perversión y una instrumentalización del cristianismo, a un intento de reducirlo a una ideología secular y perecedera. En resumen, lo que hay aquí es una verdadera profanación, un sacrilegio.

    Ahora bien, tampoco podemos caer en el extremo contrario y dejarnos llevar por las apariencias. Citar como ejemplo de política cristiana la admisión de más de un millón de presuntos refugiados en Alemania por parte de la canciller Merkel en 2015 me parece una gran ingenuidad. En primer lugar, al no haberse realizado ningún control mínimamente serio de las personas que fueron acogidas, resulta que, como se ha ido viendo con el paso del tiempo, bastantes de ellos no eran refugiados ni estaban verdaderamente necesitados de protección especial. En cambio, muchos que sí necesitaban y necesitan esa ayuda y que no entraron en ese instante, la esperan en vano. Por otra parte, el motivo aparente no fue el principal. Alemania vive, como toda Europa, un proceso de envejecimiento de la población que pone en peligro, por ejemplo, el sistema sanitario y de pensiones. La inmigración, sobre todo de países con una alta tasa de natalidad, es una de las soluciones a las que se recurre. Lo que se olvida, es que una buena parte de la población alemana evita tener hijos a causa de la inseguridad económica y laboral, de las dificultades en la educación de los hijos y en la dificultad de coordinar vida laboral y familiar en una sociedad cada vez más invasiva, cada vez más exigente en lo material, mientras en un extremo la acumulación de riqueza en pocas manos se hace día a dìa mayor y en el otro aumenta la pobreza. Sobre este fondo del que podría decirse mucho más y muy negativo (la Alemania real, sin hallarse en la situación de España, está sin embargo muy lejos de ser el «paraíso» que fue hasta hace unas dos décadas, como creen muchos que no conocen bien el país) el «cristianismo» de la política de Merkel empieza a palidecer. Pero sin duda el motivo decisivo para acoger a tanta gente fue la presión de muy poderosos sectores económicos e industriales que para mantener su crecimiento y aumentar sus ganancias favorecen una inmigración extraeuropea que ha de proporcionar mano de obra barata y someter a los salarios a una presión a la baja. En la Alemania de 2015 había casi 2.800.000 desempleados según datos oficiales. Pero éstos son sistemáticamente falseados, pues en la estadística no se incluye a:
    1- mayores de 58 años que llevan más de uno desempleados.
    2- personas de baja por enfermedad que deben comunicarla a la oficina de empleo como si ésta fuera su empleador.
    3- desempleados que hacen cursos o prácticas de reinserción laboral.
    4- desempleados que tienen un «empleo de 1 €», es decir, personas que por mediación de la oficina de empleo han hallado una ocupación en la que cobran 1 € por hora de trabajo, completándose el subsidio de desempleo por parte de la oficina de empleo.
    5- Estudiantes. Si por ej. un estudiante se paga la carrera con su teabajo (cosa que hacen muchos) y pierde su empleo, debe elegir entre seguir estudiando y cobrar el seguro o subsidio de desempleo. Si se decide por esto último, debe abandonar sus estudios. Si prefiere estudiar, debe renunciar a un subsidio para el que ha aportado mientras trabajaba.
    6- Etc., etc.

    Las consecuencias de la acogida indiscriminada de inmigrantes en 2015 ha sido un aumento en el nro. de los que, «invitados» por esta medida, han llegado azarosamente a Europa. Muchos han perdido la vida en el intento, otros se han convertido en una carga enorme para países ya en crisis, como España, Italia, Malta, Grecia.

    Mientras Merkel con una mano abría las puertas de Alemania «generosamente», con la otra castigaba a los países del sur de la Unión Europea, tan golpeados por la crisis financiera, exigiéndoles sin piedad ni consideración hacia los más débiles, políticas de ahorro en asuntos sociales, educación y medio ambiente, congelación de pensiones y reducción de gastos sanitarios, con las consecuencias fatales que no hace falta enumerar, pues son de todos más que conocidas…

    La acogida de inmigrantes por Merkel en la Alemania de 2015 fue un acto interesado, nada gratuito, y, de cara a la galería, demagógico y populista. Y aunque hubiera sido caridad, la primera de las virtudes teologales (pero no lo fue), no por ello habría sido un error inmenso, dadas las consecuencias. Existe también una virtud cardinal que nunca se debería descuidar: la prudencia.

    Mas no nos dejemos engañar. Merkel jamás ha hecho una política cristiana, lo suyo es fariseísmo puro: como el fariseo del Evangelio, que se exhibía haciendo tocar una trompeta para llamar la atención, cada vez que lanzaba unas cuantas monedas a los mendigos.

    Responder
  • José Herrera Valdés
    12 febrero, 2021 21:15

    Por parte de los prelados españoles hay,en general,una grande e inclasificable tibieza de llamar a todo por su nombre.Están asustaditos de intervenir en la vida pública. No merece tal jerarquía los laicos que tienen,tampoco vocaciones.Tienen innumerables asociaciones:Asociación Católica de Propagandistas,Cursillos de Cristiandad,Neocatecumenales, Carismáticos Etc Etc.Etc. Casi todos los laico comprometidoss están más implicados en la vida social que ellos,que,en general tienen una homilética detestable y espiritualidad intimista y liricoide que para nada incide en el mundo.¿Miedo a ser tachados de añorantes?¿Acomodo en enervante siesta que dura decenios?Es muy posible

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