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Cien días de la nueva Comisión Europea

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Desde que el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt dio cuenta de sus primeros cien días de gestión presidencial, el estreno de los ejecutivos y la talla de sus líderes de todo el mundo se han juzgado a la luz de los resultados de sus primeros tres meses al frente de sus responsabilidades.

Los primeros cien días de la nueva Comisión Europea que preside la alemana Ursula von der Leyen se cumplieron a principios de marzo. El uno de diciembre del año pasado comenzó a caminar. Fue precisamente entonces cuando Von der Leyen se comprometió a hacer mucho durante sus primeros cien días de presidencia. Su ambición consistía precisamente en replicar el new deal de Roosevelt con un nuevo deal europeo, esta vez centrado en la emergencia climática.

Sus primeras palabras en su discurso conmemorativo de los cien días ante el Parlamento Europeo fueron las siguientes:

«Hemos tenido un buen arranque en estos primeros cien días. Tal como habíamos prometido, hemos sacado adelante el Pacto Verde Europeo para luchar contra el calentamiento global y hemos presentado planes ambiciosos para la transformación digital». El green deal ha sido efectivamente su gran iniciativa y probablemente el eje de su mandato. Se trata de un plan que prevé que en 2050 la UE pueda prescindir de los combustibles fósiles y reducir las emisiones hasta un 50 o 55 por ciento en el horizonte 2030. También se había dado cien días para presentar un plan estratégico sobre la realidad digital y la inteligencia artificial y lo ha cumplido.

Pero la realidad es tozuda. A primeros de marzo, por encima de todo lo que Von der Leyen comentaba, planeaban dos crisis -el coronavirus y una nueva presión de la inmigración en la frontera griega-, unas negociaciones del Brexit cada vez más envenenadas en su recta final y las grandes desavenencias entre los estados miembros de la UE en materia presupuestaria que significan que la UE no haya podido aprobar sus perspectivas financieras para el período 2021-2029.

La primera de las dos crisis, la del coronavirus o enfermedad Covid-19, era un verdadero «cisne negro» (evento inesperado de gran impacto) y a medida que pasaban los días se ha ido transformando efectivamente en una gran amenaza que puede trastocarlo todo, hasta llegar a provocar una nueva «crisis existencial» de la UE, a añadir a las ya conocidas a lo largo del período 2005-2019.

Por otra parte, el saldo legislativo ha sido muy pobre, pues se reducía sólo a un proyecto de reglamento, bautizado pomposamente como Ley del Clima. Y en cuanto a la nueva estructura de la Comisión, más de cincuenta altos cargos de la Comisión todavía no han sido confirmados. La nueva Comisión parece desorientada tras el mandato de Jean-Claude Juncker, en el que imperó una autoridad vertical y muy centralizada encarnada por Martin Selmayr, su jefe de gabinete. Von der Leyen ha introducido, por el contrario, un liderazgo basado en el diálogo y la colegialidad, un planteamiento horizontal más moderno pero que aún no parece sólidamente implantado.

Von der Leyen había confiado en un arranque tan impetuoso como productivo, que en sólo tres meses marcara el terreno de toda la legislatura, pero no ha sido así. Ha tenido que conformarse con un tímido despegue en el que la agenda comunitaria avanza al ralentí y sus visiones a largo plazo -clima, digitalización, inmigración, social, defensa- se han visto desbordadas por la emergencia de dos crisis inesperadas y la dureza de dos realidades conocidas.

Prestigiosos analistas consideran que los primeros cien días han mostrado las debilidades intrínsecas de una Comisión que nació con muchas dificultades y sin una mayoría parlamentaria clara detrás. Efectivamente, después de alcanzar su investidura en julio de 2019 por sólo nueve votos de diferencia, Von der Leyen tuvo que aplazar un mes su toma de posesión (prevista para el primero de noviembre) por las dificultades de algunos de sus comisarios para obtener el visto bueno del Parlamento Europeo. Finalmente, el primero de diciembre asumió el cargo. Desde entonces, intenta contentar a su grupo (Partido Popular Europeo) sin perder el apoyo de socialistas y liberales. El resultado es un compromiso de mínimos que no contenta a ninguna de las partes implicadas y corre el riesgo de diluirse.

Algunos destacados eurodiputados han hecho declaraciones muy críticas como las siguientes: La nueva Comisión se encuentra atrapada entre la realidad y sus deseos. Los primeros cien días de la nueva Comisión han mostrado la distancia entre los planes y la capacidad de ejecución. Han sido días marcados por una operación de comunicación interminable, centrada en un Pacto Verde y una Ley del Clima que, de hecho, pospone su acción. Las prioridades quizás son correctas, pero falta su implementación.

Como guinda del complicado pastel, a una Comisión centrada en el Pacto Verde y al mismo tiempo muy mediática, le han tenido que hacer daño estas declaraciones de Greta Thunberg de primeros de marzo: «La Ley del Clima de la UE es una rendición; envía una fuerte señal de que se están tomando acciones reales y suficientes cuando, en realidad, no es así; los pretendidos líderes del clima están subvencionando los combustibles fósiles; no necesitamos objetivos para 2030 o 2050, los necesitamos para 2020».

Prestigiosos analistas consideran que los primeros cien días han mostrado las debilidades intrínsecas de una Comisión que nació con muchas dificultades y sin una mayoría parlamentaria clara detrás Share on X

 

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