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Claves para cultivar la resiliencia en los niños

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Imaginemos a Marta, una niña de 10 años apasionada por el patinaje, que, tras una caída aparatosa en la pista, se levanta con una sonrisa y vuelve a intentarlo. Este simple episodio de la vida cotidiana revela la esencia de la resiliencia, es decir, de la capacidad de enfrentar desafíos y aprender de ellos, incluso cuando el camino parece resbaladizo.

La importancia de la resiliencia cotidiana

En el trajín diario de la infancia, cada niño experimenta caídas metafóricas y reveses emocionales: una pelea con los amigos, un juguete que se rompe, un postre que se acaba, un suspenso inesperado… Incluso la muerte de un ser querido, una enfermedad severa de los padres o un suceso traumático.

Y cada uno de esos tropiezos cotidianos supone, a la vez, la oportunidad de fortalecer el carácter y ejercitar la resiliencia. Porque así como Marta se levanta con determinación después de una caída en la pista, apoyándose mejor en sus propios patines, en sus amigos o en las vallas protectoras, fomentar la resiliencia en los niños implica equiparlos con las herramientas emocionales necesarias para superar los baches de la vida.

Construyendo desde la infancia

Desde los primeros años, la construcción de la resiliencia se entrelaza con la creación de un entorno emocionalmente seguro. Según el psiquiatra Boris Cyrulnik, uno de los principales referentes en el estudio de la resiliencia, el apoyo y el amor al niño, el ambiente en el que se encuentre y los vínculos que establezca con quienes le rodean son fundamentales para afrontar los reveses cotidianos, e incluso los hechos dolorosos y traumáticos que le sobrevengan.

Así, el simple gesto de alentar a un niño a levantarse después de un traspié en el parque, con cariño, pero con determinación y sin dramas, no solo fortalece sus rodillas, sino que también nutre su capacidad para afrontar los desafíos del mañana.

Cuentos que inspiran fortaleza

Otros grandes aliados en esta travesía son, cómo no, los cuentos infantiles. Bien enfocados por los padres, las historias de personajes que superan dificultades, como el elefante Dumbo que descubre en sus grandes orejas unas alas mágicas, se transforman en faros de inspiración para que los pequeños se enfrenten a sus propios obstáculos.

Los ya clásicos relatos de “El monstruo de los colores” también pueden ser de gran utilidad para los padres de niños más pequeños.

El camino de la adolescencia

A medida que los hijos se embarcan en la travesía hacia la adolescencia, es crucial cultivar habilidades específicas. Enfrentar desafíos académicos cada vez más duros, relaciones sociales complejas y los cambios emocionales fruto del vaivén hormonal requiere un conjunto robusto de herramientas para salir todo lo airoso posible de esta turbulenta etapa.

Y aquí también son de gran utilidad las historias de ficción, especialmente aquellas protagonizadas por adolescentes que transforman desafíos en oportunidades, y en las que se destacan virtudes como el poder del esfuerzo, la perseverancia, el sacrificio compartido o la capacidad de adaptarse a los imprevistos. Buen ejemplo de ello son el clásico “La vida sale al encuentro”, de Martín Vigil, y, sobre todo, la más moderna saga de “El club del fuego secreto”, de Diego Blanco.

La importancia de la fe

También en este punto es esencial cultivar la dimensión trascendente de la persona. Sobre todo, porque al permitir a los adolescentes sentirse y saberse amados por Dios, sin que su autoestima dependa de los likes que reciban en las redes sociales, les permitirá encarar los desafíos de la vida con mayor determinación.

Además, claro, de contar con lo que la Iglesia define como “inhabitación”, es decir, la acción eficaz de Dios en la vida de cada persona, que le ayuda a superar incluso los momentos de mayor dificultad.

Y así, cada historia de superación, cada elección valiente, y cada red de apoyo construida durante la infancia y la adolescencia serán semillas que, con el tiempo, florecerán en individuos emocionalmente fuertes y capaces de enfrentar la vida con determinación y sentido del humor. O sea, con gracia… y con Gracia.

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