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El cristianismo en España. De Bad Goldemberg a la prospectiva de Arnold Toynbee

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En 1959 se produjo un cambio sustancial en la socialdemocracia alemana, que tuvo un claro efecto sobre otros partidos socialistas, y en concreto y años después, en el PSOE. Fue el congreso en Bad Goldemberg en el que abandonó toda referencia marxista. Pero el programa allí aprobado fue mucho más allá, acordando que el socialismo democrático, enraizado en Europa en la Ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica, no pretende proclamar verdades absolutas (Tony Judt Posguerra. 2006. P 540). El hecho cristiano era para los socialdemócratas alemanes una referencia obligada para su caracterización, toda vez que olvidaban el marxismo.

Y es que el cristianismo es el vínculo de continuidad en la forja de la cultura occidental. Es un tensor; aquello que pone en tensión, como los cables de un puente o una torre, que permiten que soporten las cargas. Un tensor también es una fuerza que empuja en un determinado sentido. Es lo que impulsa a una nave en el agua, a lo que esta responde con una determinada velocidad.

Y no solo forja nuestra sociedad, sino que contiene los factores necesarios para superarla.

Arnold Toynbee escribió en 1952 y en el marco de un trabajo extraordinario, por su magnitud, Estudio de la Historia, (edición EMECE Buenos Aires 1961vol. VII Iglesias Universales p 94 y 95) unas páginas que sugieren toda una reflexión si las relacionamos con la actualidad casi 70 años después

Una civilización secular occidental cristiana podría ser una superflua repetición de la civilización helénica precristiana y, en el peor de los casos, podría llegar a constituir el final del mundo occidental secularizado por su pernicioso apartamiento de la senda de progreso espiritual.

 La única justificación histórica concebible de su existencia sería la del posible futuro servicio que, inadvertidamente, podría prestar al cristianismo y a las tres religiones hermanas vivas, al brindarles, sin proponérselo, un campo terrenal de encuentro de dimensiones literalmente mundiales… a ponerlas todas por igual frente a la amenaza de un recrudecimiento de la idolatría viciosa del culto colectivo del hombre.

El culto del leviatán, el estado, que recrudecía era una religión a la que en alguna medida rendía culto todo hombre occidental contemporáneo; era, desde luego, lisa y llana idolatría.

El comunismo, que era otra de las religiones recientes del hombre occidental, tenía el mérito de ser una hoja arrancada del libro del cristianismo; pero era una hoja estéril precisamente por haber sido arrancada y malinterpretadas fuera de su contexto.

La democracia, que era otra hoja del libro del cristianismo, también había sido arrancada de él y, si acaso no se la interpretó mal, se la vació a medias de su significación al separarse del contextos cristiano y al secularizarse.

El síntoma más negativo de todos era que los hombres del mundo occidental habían estado viviendo del capital espiritual al aferrarse a la práctica cristiana sin mantener, empero, las creencias cristianas.

Los hijos de la civilización occidental deben revisar su concepción corriente de la reciente historia para desembarazarse de esta concepción que era la de considerar que esta nueva civilización había permanecido en estado de inmadurez mientras se encontró bajo los auspicios cristianos y, de haber dado gozosos, la bienvenida al repudio de sus orígenes cristianos

Lo que nos decía Toynbee, a mitad del siglo pasado, era el diagnóstico exacto de lo que hoy acaece. La civilización europea, transformada en una sociedad secularizada que rechaza su naturaleza cristiana, carece de futuro como civilización, y entrará en crisis, excepto si se presta quizás involuntariamente, a un resurgimiento cristiano, “frente a la amenaza de un recrudecimiento de la idolatría viciosa del culto colectivo del hombre”

Toynbee era británico, y obviamente no era católico. Llegaba a tales conclusiones que hoy resultan tan actuales, mucho más que en los años cincuenta, no porque partiera de ninguna ideología confesional, sino como un diagnóstico colateral surgido de su Estudio de la Historia.

España es un excelente ejemplo de esta grave crisis, por ser muy deudora del hecho católico y haber abjurado en pocos años de él. Pero también la propia UE muestra descarnadamente su crisis e impotencia a pesar del desarrollo económico y del bienestar alcanzado.

Pero la necesidad del renacimiento civilizatorio cristiano, que apunta Toynbee, no se da, al menos no todavía, porque su principal sujeto colectivo, la Iglesia Católica, tiene una presencia débil e incierta en este momento tan decisivo en el escenario europeo.

En el caso de España esto todavía resulta más evidente porque son muy visibles los tres grandes vectores que están demoliendo a la fe y a la Iglesia.

Uno, lo apuntaba el joven obispo de Solsona monseñor Xavier Novell en un reciente texto referido a las elecciones catalanas:  No se presenta ninguna opción en el arco parlamentario que asuma de una manera más o menos completa las convicciones morales sobre la vida, las relaciones sociales y las económicas propias del catolicismo”.

Con los matices que se quiera esta es una evidencia molesta generalizable a toda España.

El segundo ha sido objeto de una amplia polémica: en el debate público está ausente la concepción del pensamiento católico, a pesar del gran numero de universidades y centros de este nivel de que dispone la Iglesia.

Y el tercero, seguramente el más grave, guarda relación con la gran apostasía. A base de darle vueltas, a base de primar el sociologismo sobre la verdad evangélica, a base de ceder y callar, se ha aceptado que la laicidad entendida como neutralidad de las instituciones públicas ante las diversas confesiones religiosas, se haya convertido en laicismo de la exclusión cultural-cristiana y la cancelación religiosa, hasta devenir en un régimen político, en un estado, ateo, donde toda referencia a Dios está prohibida, excepto si es para la blasfemia. El acomplejamiento cristiano es tal que existen organizaciones de esta naturaleza, aunque se presentan como seculares, que todavía creen que, para conseguir sus fines, que surgen de sus conciencias cristianas, han de censurar la apelación a Dios y a la razón cristiana. Desastroso.

Hay en todo esto una gran debilidad que debemos subsanar con urgencia y decisión.

 

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4 Comentarios. Dejar nuevo

  • Rodolfo Monedero
    30 enero, 2021 01:34

    Este no es un comentario para publicar sino para que subsanen un error en el nombre del lugar: en realidad se llama Bad Godesberg. Actualmente forma parte de la ciudad de Bonn.

    Responder
  • ALFONSO GIMÉNEZ
    30 enero, 2021 20:08

    Pues no estoy de acuerdo con el obispo separatista de Solsona (Lérida). Sí hay un partido que, a priori, está muy de acuerdo en todo con la moral católica, y ese es VOX, le guste o no. Pero claro, VOX es unionista y el obispo de Solsona es separatista y aboga por el derecho a los pueblos a secesionarse. Y he dicho que sí hay un partido que a priori está muy de acuerdo con la moral católica, porque luego cuando llegan al poder, como pasó con el PP con varias mayorías absolutas, se niegan a derogar las leyes antinaturales y anticristianas (aborto, matrimonios de peronas del mismo sexo, ideología lgtb obligatoria…).

    Responder
    • Jose Ángel Antonio
      3 febrero, 2021 11:55

      El obispo Novell hablaba, como subraya el artículo, de partidos DEL ARCO PARLAMENTARIO, y en Cataluña Vox, efectivamente, no está en el arco parlamentario catalán. Probablemente sí lo estará dentro de un mes cuando consiga unos cuantos diputados. Veremos entonces lo que dicen los obispos. En el resto de España, desde que Vox tiene diputados, los obispos han dejado de publicar notas orientando el voto.

      Responder
  • Jose González
    1 febrero, 2021 21:26

    Manifestar los principios cristianos da miedo a los cristianos, porque puedan llamarles retrógrados o cosas peores. El cristianismo, como otra muchas cosas, debe de refundarse para poder continuar con su misión en el mundo.

    Responder

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