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El misterio del estado originario del hombre: Un don de inocencia y amor

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La Biblia, en el libro del Génesis, nos enseña que Dios creó al ser humano como un regalo y para regalarse. Antes del pecado original, el hombre vivía feliz, en paz consigo mismo, con los demás y con Dios. Vivía en un estado de inocencia y amor verdadero.

Esa forma original de vivir nos muestra quiénes somos y para qué estamos en este mundo: para amar de verdad.

Esta condición originaria, a menudo olvidada en nuestro tiempo, ilumina quiénes somos realmente y cuál es nuestra vocación más profunda: el amor.

San Juan Pablo II, en su Teología del Cuerpo, explica que, al principio, el hombre y la mujer vivían una relación de entrega sincera, sin miedo ni egoísmo. No sentían vergüenza de sus cuerpos porque su amor era limpio y libre. Su forma de mirarse expresaba respeto, confianza y amor, reflejaba la transparencia de sus corazones.

Con la entrada del pecado, se rompe esta armonía, todo cambió.  Entraron el miedo, la vergüenza y el deseo de usar al otro. La relación con Dios y entre las personas se rompió. El cuerpo, que antes era signo de amor, se convirtió muchas veces en fuente de confusión o conflicto.

Aun así, Dios no nos abandonó. Jesús vino a ofrecernos un camino de vuelta: restaurar nuestra relación con Él y con los demás. Por su gracia, podemos volver a vivir en libertad interior y en amor verdadero.

Hoy, muchas veces se ve el cuerpo como algo que se usa o se muestra sin respeto. Por eso, recuperar la mirada limpia es tan importante.

Significa vernos a nosotros mismos y a los demás como lo que somos: personas dignas, amadas, únicas e irrepetibles.

“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). La pureza no es solo ausencia de pecado, sino una disposición del corazón que permite amar con autenticidad y libertad. Educar en la castidad, el respeto y el don de sí es clave para vivir según nuestro origen y el verdadero sentido de vivir.

Volver al principio es posible y no es nostalgia, sino un camino actual, apasionante,  de redescubrimiento de nuestra identidad más profunda. ¡Fuimos creados para el amor! En él, está la verdadera y auténtica felicidad.

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