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El Papa Francisco y Santa María la Mayor: su primer y último destino en Roma

Iglesia

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Desde la noche de su elección como sucesor de San Pedro el 13 de marzo de 2013, el Papa Francisco dejó claro que su pontificado estaría marcado por una devoción especial: la Virgen María.

Al día siguiente, su primer acto público no fue en el Vaticano, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, donde fue a rezar ante el icónico cuadro de la Salus Populi Romani, protectora del pueblo romano.

Ese gesto marcaría el inicio de una relación espiritual que no solo guiaría su pontificado, sino también su deseo final: ser enterrado en ese mismo templo.

Santa María la Mayor: la favorita entre las basílicas papales

Roma cuenta con cuatro grandes basílicas papales: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Esta última fue, sin duda, la iglesia predilecta del Papa Francisco.

Durante su pontificado la visitó más de 100 veces. Acudía antes de cada viaje apostólico y al regresar, a menudo pasaba primero por allí antes de volver al Vaticano.

Allí ordenó restaurar la imagen de la Salus Populi Romani y, en 2018, celebró una Misa de acción de gracias tras su restauración. Finalmente, en 2023, anunció su decisión de ser sepultado en Santa María la Mayor, uniéndose así a un reducido grupo de pontífices —será el octavo— que no descansan en San Pedro.

Un icono mariano con historia: Salus Populi Romani

La venerada imagen de la Salus Populi Romani, tradicionalmente atribuida a San Lucas, llegó a Roma en el siglo V, poco después de que el Concilio de Éfeso proclamara a María como Theotokos, Madre de Dios. Ha sido invocada en momentos de gran peligro: durante una peste en el año 593 por San Gregorio Magno, y más recientemente, por el propio Papa Francisco en marzo de 2020, al inicio de la pandemia del COVID-19.

También jugó un papel especial al final de la Segunda Guerra Mundial. El Papa Pío XII pidió a los romanos rezar ante ella para proteger la ciudad. El 4 de junio de 1944, cuando Roma fue liberada pacíficamente, muchos atribuyeron este milagro a la intercesión de la Virgen bajo esta advocación.

En 2024, el Papa instituyó una fiesta local mariana el 4 de junio, celebrando el 80º aniversario de la liberación de Roma bajo el amparo de la Salus Populi Romani.

Como el primer Papa jesuita, Francisco mantuvo viva la conexión entre la Compañía de Jesús y Santa María la Mayor.

San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, celebró allí su primera Misa en Navidad de 1538, frente a las reliquias del pesebre de Belén.

Una elección que reafirma su vocación como obispo de Roma

Al igual que su decisión de enfatizar desde el primer momento su rol como obispo de Roma, Francisco también rescató la importancia de San Juan de Letrán, la catedral de Roma. Comenzó a firmar documentos oficiales “Dado en el Laterano” en lugar del Vaticano, restaurando una tradición simbólica del pastor local.

Incluso restauró la antigua tradición de celebrar la Misa de Corpus Christi en San Juan de Letrán y procesionar hasta Santa María la Mayor, reforzando la unidad entre su catedral y su iglesia favorita.

En contraste con sus decisiones menos populares respecto a San Pedro —como limitar las Misas en sus altares laterales—, su amor por Santa María la Mayor resalta una dimensión pastoral, mariana y espiritual de su pontificado.

Este legado permanecerá visible en Roma por generaciones, especialmente cuando los fieles visiten su tumba, junto a la imagen de María que supo proteger a Roma en tiempos de peste, guerra y pandemia.

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