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El último texto de Benedicto XVI: Porque todo nos remite a Dios

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El extenso artículo del papa emérito Benedicto XVI “La Iglesia y el escándalo del abuso sexual”,  publicado en la revista bávara «Klerusblatt«, ha sido destacado desde distintas vertientes.

Unas han subrayado como el origen del problema las trasformaciones de la moral sexual como consecuencia de la cultura del “sesenta y ocho”, su efecto en la formación de los seminaristas, y la presencia de una homosexualidad visible en bastantes de ellos, la aceptación de la pedofilia y los cambios que se introdujeron en la teología moral. Todo esto es exacto y el texto de Benedicto XVI es como un vaso de agua clara.

Otros comentarios van en la línea de la crítica al “garantismo”, que impedía una acción más eficaz sobre los sacerdotes culpables. El papa emérito define con acierto que debe existir una garantía obvia para el acusado, pero que esta debe esta bien equilibrada con la garantía de la defensa de la fe.

Vale la pena subrayar, así mismo, la necesidad de recuperar la actualidad de la Veritatis Splendor y del Catecismo de la Iglesia Católica, un pieza clave de la educación de la fe.

En realidad, el escrito de Benedicto XVI va mucho más allá de la grave cuestión de la pederastia, y es una gran ayuda para abordar las cuestiones de la Iglesia y nuestro tiempo. En este sentido queremos acotar un tema del texto. Nada menos que el de Dios.

En la tercera parte de su texto el papa emérito se pregunta:

¿Qué se debe hacer?

Y responde esto que a nuestro juicio surge del problema de los abusos sexuales, pero en realidad sintetiza la perspectiva correcta de la Iglesia para los católicos. Este es un esquema resumido de sus palabras:

  • Si quisiéramos resumir muy brevemente el contenido de la fe como está en la Biblia, tendríamos que hacerlo diciendo que el Señor ha iniciado una narrativa de amor con nosotros y quiere abarcar a toda la creación en ella.
  • La forma de pelear contra el mal que nos amenaza a nosotros y a todo el mundo solo puede ser, al final, que entremos en este amor.
  • Es la verdadera fuerza contra el mal, ya que el poder del mal emerge de nuestro rechazo a amar a Dios.
  • Quien se confía al amor de Dios es redimido. Nuestro ser no redimidos es una consecuencia de nuestra incapacidad de amar a Dios.
  • Aprender a amar a Dios es, por lo tanto, el camino de la redención humana.
  • El primer don fundamental que la fe nos ofrece es la certeza de que Dios existe.
  • Un mundo sin Dios solo puede ser un mundo sin significado. De otro modo, ¿de dónde vendría todo? En cualquier caso, no tiene propósito espiritual. De algún modo está simplemente allí y no tiene objetivo ni sentido.
  • Entonces no hay estándares del bien ni del mal, y solo lo que es más fuerte que otra cosa puede afirmarse a sí misma y el poder se convierte en el único principio. La verdad no cuenta, en realidad no existe.
  • Solo si las cosas tienen una razón espiritual tienen una intención y son concebidas. Solo si hay un Dios Creador que es bueno y que quiere el bien, la vida del hombre puede entonces tener sentido.
  • Existe un Dios como creador y la medida de todas las cosas es una necesidad primera y primordial
  • Un Dios que no se exprese para nada a sí mismo, que no se hiciese conocido, permanecería como una presunción y podría entonces no determinar la forma [Gestalt] de nuestra vida.
  • Para que Dios sea realmente Dios en esta creación deliberada, tenemos que mirarlo para que se exprese a sí mismo de alguna forma.
  • Lo ha hecho de muchas maneras, pero decisivamente lo hizo en el llamado a Abraham y que le dio a la gente que buscaba a Dios la orientación que lleva más allá de toda expectativa: Dios mismo se convierte en criatura, habla como hombre con nosotros los seres humanos.
  • Una sociedad sin Dios –una sociedad que no lo conoce y que lo trata como no existente– es una sociedad que pierde su medida.
  • En nuestros días fue que se acuñó la frase de la muerte de Dios. Cuando Dios muere en una sociedad, se nos dijo, esta se hace libre. En realidad, la muerte de Dios en una sociedad también significa el fin de la libertad porque lo que muere es el propósito que proporciona orientación, dado que desaparece la brújula que nos dirige en la dirección correcta que nos enseña a distinguir el bien del mal.
  • La sociedad occidental es una sociedad en la que Dios está ausente en la esfera pública y no tiene nada que ofrecerle. Y esa es la razón por la que es una sociedad en la que la medida de la humanidad se pierde cada vez más, de pronto parece que lo que es malo y destruye al hombre se ha convertido en una cuestión de rutina.
  • Ese es el caso con la pedofilia. Se teorizó solo hace un tiempo como algo legítimo, y se ha difundido más y más. Y ahora nos damos cuenta con sorpresa de que las cosas que les están pasando a nuestros niños y jóvenes amenazan con destruirlos.
  • El hecho de que esto también pueda extenderse en la Iglesia y entre los sacerdotes es algo que nos debe molestar de modo particular.
  • ¿Por qué la pedofilia llegó a tales proporciones? Al final de cuentas, la razón es la ausencia de Dios.
  • Nosotros, cristianos y sacerdotes, también preferimos no hablar de Dios porque este discurso no parece ser práctico.
  • Luego de la convulsión de la Segunda Guerra Mundial, nosotros en Alemania todavía teníamos expresamente en nuestra Constitución que estábamos bajo responsabilidad de Dios como un principio guía. Medio siglo después ya no fue posible incluir la responsabilidad para con Dios como un principio guía en la Constitución europea
  • Dios es visto como la preocupación partidaria de un pequeño grupo y ya no puede ser un principio guía para la comunidad como un todo. Esta decisión se refleja en la situación de Occidente, donde Dios se ha convertido en un asunto privado de una minoría.
  • Una tarea primordial, que tiene que resultar de las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él.
  • Por encima de todo, nosotros tenemos que aprender una vez más a reconocer a Dios como la base de nuestra vida en vez de dejarlo a un lado como si fuera una frase no efectiva. Nunca olvidaré la advertencia del gran teólogo Hans Urs von Balthasar que una vez me escribió en una de sus postales: “¡No presuponga al Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡preséntelo!”.
  • De hecho, en la teología Dios siempre se da por sentado como un asunto de rutina, pero en lo concreto uno no se relaciona con Él. El tema de Dios parece tan irreal, tan expulsado de las cosas que nos preocupan y, sin embargo, todo se convierte en algo distinto si no se presupone, sino que se presenta a Dios. No dejándolo atrás como un marco, sino reconociéndolo como el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones.

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