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En busca de la Verdad (IV)

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La vida cristiana (en especial la católica), vivida con esmero, es dura, muy dura; en modo alguno es camino de rosas perfumadas. El perfume podemos usarlo nosotros para no ir de quejicas por las esquinas: la pobreza se vive dentro, no en las pantallas de amplificación de lo que nos interesa que parezca que somos. Otra cosa será si tienes que poner la mano para que el vecino que puede te pase el bocata del fin de semana cuando la sequía te deja sin él. Eso será humildad que Dios te pide a ti, y caridad que le pide a tu hermano.

Ya nos ha avisado Jesús que “quien quiera venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8,34). Sabiendo que, más adelante de haber afirmado estas palabras, su cruz fue la Cruz por antonomasia, no son necesarias muchas explicaciones. Ante ella sobran las palabras. Lo único que hace falta es fe. Fe para creerle y seguirle por este camino (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, sentencia el Maestro: Jn 14,6; “El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado”: Jn 12,44).

¡Lo que es la vida!

Sí. La vida es dura. Para ti, para mí y para todos. Jesús nos ha asegurado que nos asistirá si cumplimos con Él (“El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a Él y haremos morada en Él”: Jn 14,23), pero no ha dicho en modo alguno que nos será fácil caminar hacia la meta. Jesús sabe que no somos de piedra. Él mismo lloró en diversas ocasiones públicamente. Quién sabe cuántas más de las que sabemos, y si en su intimidad se desahogaba su naturaleza de hombre, como verdadero Dios y verdadero Hombre que era (como Dios: “Yo y el Padre somos una sola cosa”: Jn 10,30. Como hombre: en ocasiones se manifiesta a Sí mismo como “Hijo del hombre”: Mt 16,28; Mc 2,28 y muchas más).

Así pues, hagamos de tripas corazón, y adelante, que nuestra vida o la vivimos nosotros, o no la vivirá nadie… y corremos el riesgo de perder el último tren. La estación de llegada debemos alcanzarla sin aspavientos y sin demora, que el tiempo apremia. Eso significa que se acabaron las disputas por saber quién es el primero. Cada uno tiene que ser el número uno de su propia vida, y dejar de entrometerse en la ajena. Pero parece que los hay que viven del cuento de tirar de la soga al vecino.

Respecto a este punto, te diré que para uno de mis libros −publicado en catalán como Les Decapíndoles de la Comunicació Disruptiva (DCD) estuve buscando colaboradores que aportaran su personal pincelada, a fin de conseguir un proyecto colectivo que a todos nos resultara divertido y atrayente… y ejemplificador. ¡Qué te diré, amigo, mi amiga del alma? ¡Sigue, sigue leyendo, que te cuento!

Me tropecé con muchas personas que se me rebotaban porque defendían una verdad aguada, diametralmente opuesta a la que yo mejor o peor intento vivir. Tan opuesta era su verdad (aun negando la figura del Papa como “católica”, otros defendiendo el aborto, cosa que jamás me hubiera esperado de ellos, dada su posición), que ellos mismos se daban cuenta de que sobraban en mi libro, y por eso no solo rechazaban colaborar, sino que hasta pretendían aplastarme. Incluso se enorgullecían de ello, defendiendo un catolicismo que de católico no tenía nada. Para muchos, hoy, “católico” es sinónimo de abiertamente subjetivo, pues a lo que van es a reafirmarse.

“Paciencia”, me decían y me decía a mí mismo; “ahí te quiere Dios”. Con toda paz les ofrecía yo a mis eventuales colaboradores que se expresaran sin tapujos tal como pensaban, pero también a eso se me oponían, aduciendo que sencillamente no querían colaborar en mi proyecto. Yo era, pues, sin conocernos de nada y solo porque pensaba distinto, su enemigo.

Una amistad comprometida

¿Enemigo yo? ¿Por qué? Porque pretendían que su conciencia estaba formada, y mis palabras les mostraban que en verdad les chirriaba: por eso se negaban a dialogar, porque no buscan la Verdad, ¡ya tienen la suya que les chuta, y los “católicos” de su entorno que no les contradicen por tener paz, eso es, por caridad equivocada… o por comodidad! Sales tú y les plantas cara aun sin señalarlos públicamente, y saltan ellos a flagelarte en público, por lo común anónimamente y por todos los flancos.

Son y serán así, hasta que se la peguen. Te sonsacan que defiendas la Verdad como la ves, pero la que ellos ven debe prevalecer sea como sea. Son ellos los que pueden decir si lo que dices o haces es “aceptable” o no. Y no es extraño que te lo tiren por la cara, porque precisamente de lo que están tratando es de ser el centro de la velada; y si tú brillas más que ellos, irán a apagar tu luz.

Eso sí, lo harán “humildemente”, “con mucho respeto”; y casi siempre, escurriendo el bulto, procurando no comprometer su criterio ni su “buen nombre”, nombre de postín, pero, como dice el dicho, “por la boca muere el pez”: siempre hay algo en que ellos mismos se delatan. Curiosamente, siempre te desprecian, pero siempre te miran (de reojo), te leen (criticando), y en definitiva, te siguen (a escondidas). ¿No será que quieren aprender de ti, pero no lo reconocen abiertamente porque estás haciéndoles sombra, y ellos quieren atribuirse tu luz? ¿Y si solo van buscando a quién criticar?

Así pues, seguimos sin encontrar la Verdad. Por este camino encontramos mucha maleza. Haremos limpieza, y seguiremos buscándola la semana que viene…

En busca de la Verdad (III)
Te sonsacan que defiendas la Verdad como la ves, pero la que ellos ven debe prevalecer sea como sea. Son ellos los que pueden decir si lo que dices o haces es aceptable o no Clic para tuitear

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