Detrás de la gestación subrogada se esconde todo un drama de nuestro tiempo. El de las mujeres de países pobres que venden su cuerpo, no para el sexo sino para la fertilidad de otros. Mujeres que pasan por todas las molestias del embarazo y el parto sin disfrutar de un futuro hijo, ya que los genes no suelen ser suyos. Y reciben a cambio una cantidad de dinero que tampoco es tanta que no tengan que pasar una y otra vez por el mismo proceso, minando su salud física y psicológica.
Del otro lado unos padres que no pueden o quieren tener hijos de manera natural. Algunos porque no consiguen concebir, otros muchos porque son parejas del mismo sexo y les resulta imposible.
Y como invitado de esta orgía médica, un niño o niña que probablemente nunca llegará a conocer a su verdadero padre o madre. Un hijo privado de sus orígenes familiares e incluso de la figura de padre y madre. Una víctima inocente de la obsesión de algunos por tener lo que la naturaleza les niega.
En los países desarrollados la natalidad está bajo mínimos porque muchas parejas no encuentran el momento de tener hijos, distraídos como están por sus obligaciones, pasatiempos y hobbies. Cuando se van a dar cuenta de que el tiempo pasa inexorablemente a menudo ya es tarde para ellos, y los problemas económicos de los países tienen un futuro muy negro si no cuentan con un remplazo generacional ya imprescindible
Mientras tanto, millones de niños son abortados en todo el mundo, porque llegaron en el momento y el lugar inoportunos para sus padres. Y otros tantos miles de parejas estériles buscan niños para adoptar, para darles otra oportunidad en la vida, y no los encuentran.
Por detrás de estas realidades, algunas personas y asociaciones hacen su agosto, se benefician económicamente de las necesidades de algunos y los miedos de los otros. Todo por no dejar que la naturaleza siga su curso.
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