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El partido islamista Hamás y la situación en Gaza

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Cuando resurge un conflicto en Tierra Santa, numerosas voces en Europa acusan a Israel, señalándolo como opresor de los palestinos.

Es cierto que esta vez son más quiénes se atreven a declararse públicamente a favor de Israel. Así lo demuestra por ejemplo una nutrida tribuna de políticos, periodistas y filósofos franceses publicada en Le Figaro y titulada “Aquéllos que amenazan a Israel nos amenazan también a nosotros”.

Sin embargo, el grueso de la opinión pública sigue percibiendo el conflicto como una ofensiva desproporcionada por parte de unas fuerzas armadas todopoderosas que oprimen y masacran a civiles indefensos.

Pero la realidad no se corresponde con esta visión

En primer lugar, Gaza fue un territorio controlado por Egipto hasta la guerra de 1967, tras la cual Israel ocupó la zona. En 2005, Israel tomó la decisión de retirarse de Gaza, cosa que forzó a los israelíes que allí moraban a abandonar sus casas.

En las elecciones que siguieron a la retirada israelí en 2006, el partido islamista Hamás alcanzó el poder de forma democrática.

Hamás ganó en las urnas con un programa que en cualquier país occidental hubiera sido prohibido por su contenido de odio y promesas de violencia

Esta organización (designada desde entonces como terrorista por la UE) ganó en las urnas con un programa que en cualquier país occidental hubiera sido prohibido por su contenido de odio y promesas de violencia: destrucción de Israel y eliminación de toda traza de la población judía.

15 años después, Gaza sigue estando gobernada, o mejor dicho, controlada, por Hamás. La organización ha establecido un régimen totalitario islamista que somete a todo tipo de abusos a su población.

La situación social es catastrófica, y ello a pesar de las multimillonarias ayudas enviadas por los países aliados de Hamás (Iran, Qatar, etc.), organizaciones internacionales y onegés.

Sin embargo, la preocupación de Hamás sigue siendo desviar los fondos para construir más y más coetes que sirven para bombardear indiscriminadamente a Israel y a sus pobladores, ya sean judíos, musulmanes o cristianos.

En el interior de Gaza, el modus operandi de Hamás es exactamente el mismo: todo aquél que se muestra tibio con la belicosidad del régimen es amenazado, torturado o muerto.

El régimen se mantiene en pie porque somete a la población a la miseria material, a la ignorancia cultural y al odio hacia un enemigo exterior. Es una receta harto conocida para cualquier régimen totalitario.

Mientras tanto, las fuerzas armadas israelíes se desviven para reducir al mínimo las bajas civiles en Gaza. Son sabedoras que la opinión pública occidental variará en función de los daños colaterales que causen sus acciones.

Las medidas que Israel toma incluyen las llamadas por teléfono a los habitantes de Gaza que se encuentran cerca de un objetivo identificado por el Tsahal, el ejército israelí, para darles tiempo a alejarse. Sin embargo, Hamás les fuerza a quedarse. Así lo recoge el coronel británico retirado Richard Kemp, presente durante la última escalada del conflicto en Tierra Santa de 2014.

La afirmación del embajador israelí ante las Naciones Unidas según la cual «Israel utiliza sus misiles para proteger a sus niños. Hamás usa sus niños para proteger a sus misiles» no va pues errada.

Juego de la progresía europea al islamismo

En Europa, son muchos quiénes se escandalizan por las acciones de Israel y sin embargo callan ante las violencias cometidas por los islamistas en el mundo entero, con frecuencia cometidas, como sucede con Hamás, contra civiles que también son musulmanes.

La fijación de la progresía occidental contra Israel plantea serias dudas tanto sobre la bondad de sus intenciones como sobre su conocimiento del islamismo

La fijación de la progresía occidental contra Israel plantea serias dudas tanto sobre la bondad de sus intenciones como sobre su conocimiento del islamismo, su programa totalitario y la amenaza que representa también en Europa.

Debería preocuparnos que los auto-denominados progresistas y el mundo de lo políticamente correcto que bebe de sus ideas sigan acusando a Israel sin apuntar contra Hamás, los Hermanos Musulmanes y los países que les ayudan financiera e ideológicamente. Son ellos los mayores opresores de los palestinos.

La situación social es catastrófica, y ello a pesar de las multimillonarias ayudas enviadas por los países aliados de Hamás (Iran, Qatar, etc.), organizaciones internacionales y onegés Clic para tuitear

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Juan Messerschmidt
    27 mayo, 2021 18:34

    Simplemente: los crímenes de Hamás son indudables, nadie los discute, pero no sirven para justificar los crímenes que también comete el gobierno de Israel. En todo caso, basta contabilizar el número de víctimas de cada lado y los medios de que dispone cada partido beligerante para que quede claro que los ataques israelíes son totalmente desproporcionados; no sólo van dirigidos contra la población civil de Gaza, también contra la prensa internacional destacada en este territorio, como se ha visto. Hamás necesita esos crímenes israelíes igual que los políticos «halcones» que gobiernan Israel necesitan los crímenes de Hamás. De este modo intentan justificar sus respectivas políticas violentas, pretenden hacer creer a sus poblaciones que son necesarios para combatir al enemigo y las distraen de la corrupción generalizada en ambos lados (Hamás y Netanyahu comparten también este tipo de delito). En realidad, manipulan y sacrifican, si hace falta a ambas poblaciones, manteniendo vivo el odio que los sostienen en el poder. Es cierto que el terrorismo islámico no sólo ataca a Israel. Pero también que estos ataques se deben, en buena medida, al apoyo militar y político que los gobiernos occidentales prestan a este país. Por otra parte, las destrucciones en Gaza acabamos pagándolas todos con los fondos de ayuda de la UE. Que los pobladores israelíes de Gaza debieran irse es justo: la ocupación era ilegal y totalmente contraria al derecho internacional. No estamos, como pretende el artículo, ante una historia en blanco y negro, de buenos y malos, sino ante algo mucho más complejo, lleno de matices, algo más perverso que eso. Por otro lado, el presentar a Israel como víctima, no ayuda a Israel en nada. Este país y sus ciudadanos también merecen y necesitan urgentemente la paz. Pero ¿es posible una paz no fundamentada en la verdad? Y la verdad es que la población palestina es la que, tanto por culpa de Hamás como de los ataques israelíes, sufre del modo más atroz. Reconocer este hecho evidente no significa de ningún modo pertenecer a la progresía que menciona el texto: basta con tener entendimiento, un poco de honestidad, aprecio a la verdad, una pizca de sentido de la justicia, un mínimo de empatía y algo de esa tradicional caridad cristiana tan maltratada en nuestros días; sobre todo cuando, quién sabe por qué, se quiere justificar lo moral y racionalmente injustificable.

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