La pelĂcula “La Divina Misericordia”, relata la vida de santa Faustina Kowalska (1905-1938) – la monja canonizada por san Juan Pablo II y cuya fiesta celebramos el 5 de octubre- y el origen y expansiĂłn de la devociĂłn a la Divina Misericordia.
Santa Faustina es una mĂstica de cuya docilidad se sirviĂł Dios para comunicar al mundo su deseo de volcar su Misericordia sobre la Humanidad. Por deseo de su confesor, santa Faustina reflejĂł en un minucioso diario (714 páginas en su ediciĂłn española) su vida interior y los deseos que el Señor le comunicaba, al tiempo que le hacĂa conocer y experimentar la inmensidad de su amor. Dijo de este diario: «Estoy escribiendo esto por orden de Dios para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no existe el infierno«.
Santa Faustina siempre mantuvo una estrecha relaciĂłn con Dios. Entre fidelidades y resistencias a lo que le pedĂa el Señor, su vida se encaminaba hacia una uniĂłn cada vez más plena con Dios y a colaborar con JesĂşs en la salvaciĂłn de las almas. El Señor la colmĂł de muchas gracias extraordinarias, pero ella aseguraba que ni las gracias ni las revelaciones, ni los Ă©xtasis, ni ningĂşn otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la estrecha uniĂłn de la voluntad con la voluntad de Dios.
TambiĂ©n le revelĂł Dios todo lo que tendrĂa que sufrir: falsas acusaciones, la pĂ©rdida del buen nombre, y mucho más. JesĂşs le hizo saber que no disminuirĂa sus gracias y que seguirĂa manteniendo una relaciĂłn estrecha con ella, y que la salvarĂa aunque ella no diera su consentimiento a todo aquello, pero Faustina, consciente de que todo el misterio dependĂa de ella, consintiĂł libremente al sacrificio. Luego escribiĂł en su diario: “De repente, cuando habĂa consentido a hacer el sacrificio con todo mi corazĂłn y todo mi entendimiento, la presencia de Dios me cubriĂł; me parecĂa que me morĂa de amor a la vista de su mirada.”
En 1929 anota en su Diario «El sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor«. Dios le hizo entender que hay una cosa de un valor infinito a sus ojos: el amor a Dios. Nada puede compararse a un solo acto de amor a Dios.
El Señor pidió la celebración de una fiesta de la Divina Misericordia el segundo domingo de Pascua -fiesta que instituyó san Juan Pablo II, y en cuyo amanecer culminó el Papa su paso por la tierra- y prometió indulgencias a quien ofreciese los sufrimientos de su Pasión por los pecadores a las tres de la tarde, hora en que Él entregó su vida por la salvación del mundo.
El Diario de santa Faustina está salpicado, de principio a fin, de las palabras que le comunicaba el Señor para atraer a los hombres a la Misericordia. Éstas son algunas de ellas:Â
“Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, la fiesta de mi Misericordia.
“Mi Corazón desborda con gran Misericordia para las almas, y especialmente para los pobres pecadores. Si sólo pudieran entender que yo soy el mejor de los Padres para ellos y que es para ellos para quienes fluyeron la sangre y el agua de mi corazón como de una fuente llena de Misericordia”.
“Hija mĂa, escribe que cuanto mayor es el pecador, mayor es el derecho que tiene a mi Misericordia… Exhorta a todas las almas a confiar en el abismo insondable de mi Misericordia, porque quiero salvar a todos”.
“Las almas que acuden a mi Misericordia me deleitan. Les doy aún más gracias de las que piden. No puedo castigar ni siquiera al más grande pecador si acude a m compasión.”
“Que el alma dĂ©bil y pecadora no tenga miedo de acercarse a mĂ, ya que aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en el mundo, todos se ahogarán en las profundidades inconmensurables de mi Misericordia».