Es una evidencia que la cultura europea y sus instituciones muestran una actitud indiferente o incluso hostil hacia el cristianismo. Al tiempo que renacen literalmente formas de neo-paganismo, la Wicca, crecen las prácticas pseudoreligiosas y se sacraliza la naturaleza; Gaia, y el animalismo.
Toda esta deriva propia de tiempos obscuros es vista por la hegemonía liberal progresista que aúna capitalismo de la decadencia y post izquierda, como “formas alternativas de espiritualidad”. Por ejemplo, si le preguntan a ChatGPT sobre eso, sus algoritmos les inducen a este tipo de respuestas. Otra parte de la población simplemente adopta un enfoque secular de la vida.
La influencia cristiana en la política y la cultura europea ha ido disminuyendo gradualmente.
Temas como el matrimonio, la moral sexual, la bioética se debaten en contextos de emotividad, y utilitarismo individualista, revestidos de ética de conveniencia. Pretenden que son más racionales y científicos, pero claro, la evidencia señala lo contrario, aunque como no les importa la realidad siguen con la misma matraca. ¿Cómo se puede negar, convertir en nada al ser humano engendrado? ¿Cómo se puede obviar en tiempos en los que se reclama el máximo respeto por retornar a lo natural, suelos, tierras, fauna, y protegerla, que el ser humano engendrado después de un breve tiempo y si se respeta su desarrollo natural se convierte en un recién nacido, que entonces sí, pero solo entonces es intocable?
Tiene toda la razón, el Teniente General retirado Francisco Gan Pampols, cuando escribía en ABC el lunes 1 de abril La agonía de la sensatez, y decía: “Observo con ocupación la proliferación de mensajes oficiales por parte de autoridades comunitarias y ministros y presidentes de gobierno de muchos países europeos acerca de la creciente probabilidad de conflicto con la Federación Rusa. No acierto a comprender qué finalidad concreta persiguen“.
¿Si un profesional de tan alto nivel no consigue entender esa alarma belicista de buena parte de nuestros responsables políticos, cómo vamos a entenderla nosotros? ¿Qué hay detrás de esta insistencia en alarmar, en anunciar la posibilidad de un conflicto bélico con Rusia que, atención, terminaría o empezaría siendo nuclear? ¿Son sonámbulos como los políticos que condujeron a Europa al holocausto de la I Guerra mundial? ¿O funciona sin una estrategia general como Japón, que empezó ocupando Manchuria, pasó a atacar China y se encontró envuelta en una guerra con Estados Unidos, que terminó en este caso en otro holocausto de carácter nuclear?
Ahora, de la mano de Macron, sus liberales, y de otros grupos socialdemócratas y de la post izquierda, pretenden vía parlamento Europeo convertir el aborto en un derecho comunitario, el equivalente a lo que Francia ha hecho en su Constitución. Con la que está cayendo en el mundo, esta es su prioridad, que quieren aplicar en un momento de gran división en el seno de la UE, generando así más enfrentamiento y polarización. Después dirán que los “malos” son los otros porque se oponen a que sea un derecho matar al bebé que han engendrado sus padres, que es un derecho practicar la eugenesia a espuertas.
Y, por si fuera poco, Macron y sus liberales, y ahí ya no les siguen exactamente los mismos, junto con la Comisión Europea han levantado la bandera del belicismo, en lugar de buscar la paz en Ucrania y evitar que este país quede totalmente destruido, un país en el que cada vez hay menos gente dispuesta a ir a la guerra.
Encima, todo esto sucede en un momento de máxima tensión militar y humana en Oriente Medio, como consecuencia del tipo de guerra que está desplegando Israel en la franja de Gaza, acrecentada ahora por el ataque a la embajada de Irán en Siria. Al mismo tiempo, Europa en el trasero de Francia es expulsada vergonzosamente del Sahel y sus posiciones son ocupadas por Rusia, un país que tiene la capacidad económica de Italia, como mucho.
Y es que cuando se pierde el horizonte de sentido, y la paganización de Europa significa esto, todos los absurdos, como los narrados, se acumulan y suceden al mismo tiempo. En lugar de buscar la cohesión europea, de trabajar para unas estructuras de defensa propias y autónomas fundadas en un espíritu común, de procurar la paz en Ucrania y recuperar el buen entendimiento con Rusia, en lugar de hacer bien los deberes en África y de haber actuado como un agente decidido de paz en Israel, se dedican a “divertimentos“ tan desgraciados como el aborto y la incitación al belicismo.
Las próximas elecciones europeas, que ya están muy cerca, deben ser un punto de inflexión. Ni un solo voto para aquellos que se alinean con Macron, como la socialdemocracia del aborto, ni para la derecha partidaria del belicismo.
Solo un nuevo Parlamento Europeo que no se vea condicionado por la necesidad de pacto de la derecha con los liberales y socialdemócratas, podrá reconducir, no sin dificultad, el camino que hoy está llevando a Europa al desastre.
Una parte de Europa se ha perdido por el camino del paganismo. No la sigamos. Es más, hagámosla retroceder.
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