Una casa encendida
La escena podría ser cualquiera: una casa en silencio, una lámpara encendida sobre la mesa, y un padre que escribe mientras su hija duerme. Afuera, el mundo sigue girando con su ruido habitual; dentro, las palabras se ordenan con la calma de quien busca dejar un rastro para el alma de quien más ama. Así nació La belleza de todas las cosas, el libro en que Alfonso Ruiz Cano convierte la experiencia vivida —la suya y la de los suyos— en herencia espiritual.
No es un tratado, ni un diario de viajes, ni siquiera un testimonio al uso. Es una conversación entre un padre y una hija, escrita desde la memoria y la gratitud. Un diálogo íntimo que a ratos se abre como una plegaria y, en otros, como un cuento contado al calor del hogar.
Una misión que continúa
Buena parte del corazón del libro late en Argentina. Allí, hace años, la familia Ruiz Cano vivió su etapa misionera, en un tiempo que los marcó para siempre. No fueron —como algunos piensan— a enseñar, sino a aprender. Aprendieron la pobreza fecunda, la hospitalidad del pueblo sencillo, la alegría sin condiciones. Aprendieron que evangelizar es también dejarse evangelizar, que la fe se encarna en lo cotidiano y que la belleza no es adorno, sino forma de presencia de Dios.
“Descubrí -escribe Alfonso- que la belleza es el sello personal de Dios, y que es, quizás, la forma más humana de conocerle y sentirse amado por El, porque La Belleza es un signo de amor.”
La belleza como pedagogía
Cada capítulo del libro encierra una certeza callada: lo pequeño revela lo eterno. Desde una anécdota familiar hasta una oración improvisada, el autor nos conduce por una pedagogía del asombro. Su tono es el de los antiguos libros de sabiduría, pero con una sensibilidad moderna, casi doméstica. En lugar de grandes discursos, encontramos intuiciones sencillas: escuchar, cuidar la palabra, mirar con atención.
La belleza de todas las cosas no enseña una doctrina, sino un modo de mirar. En una época que vive de la prisa y del ruido, Alfonso propone un retorno a la calma: ver a Dios en todas las cosas, no como quien escapa del mundo, sino como quien lo redime con la mirada.
Una herencia para su hija
El libro está escrito en primera persona y tiene destinataria: su hija. Y esa elección lo cambia todo. No es un ensayo, sino un legado. Alfonso escribe para ella, pero también para todos los hijos que crecen en un mundo sin padres visibles y en una cultura sin maestros.
“No quiero que mi hija herede una fe de domingo, sino una mirada capaz de ver la gloria en lo pequeño, el milagro en lo cotidiano, la presencia de Dios en el gesto más simple.”
En cada página hay una ternura que no se disfraza: la fe como gesto paterno, la belleza como forma de enseñanza, la escritura como herencia.
La belleza como misión
El mensaje que queda es claro: la misión no es un lugar, sino una forma de vivir. Quien ha aprendido a ver la mano de Dios en todo, se convierte él mismo en signo de Su presencia. La familia Ruiz Cano lo experimentó en Argentina; nosotros podemos hacerlo en cualquier lugar donde la vida nos ponga.
La belleza de todas las cosas es un libro para leer despacio, casi en voz baja. Pero sobre todo, es un libro para habitar. En tiempos de discursos airados y espiritualidades de escaparate, Alfonso Ruiz Cano nos recuerda que la fe puede ser sencilla, doméstica, agradecida.
Porque evangelizar no siempre consiste en hablar de Dios: a veces basta con mirar el mundo como Él lo mira.
“Si muchos de nosotros diéramos más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado —escribe Tolkien—, este sería un mundo más feliz.”
En el fondo, La belleza de todas las cosas enseña justo eso: a vivir con los ojos abiertos, como quien reconoce que la alegría y la fe son, también, una forma de arte.













1 Comentario. Dejar nuevo
PAN DE VIDA:
https://mega.nz/file/J1Z22LbS#yqTtb0vc2pdmbFXGyVn5iypAs09t_LHTgWbPnSEbPbg
Semilla de la que nacen ramas que intentan esbozar el camino hacia una nueva civilización de luz y vida en compañía de Jesús, que nos lleve a vencer la muerte,
implantando la justicia del Reino de los cielos en este nuestro planeta.
Paz y Bien