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Los católicos practicantes son los que aportan un mayor capital social en el país

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En la anterior información sobre la última encuesta del CIS que estudia la relación entre la creencia personal y varias variables y que llevaba a la conclusión de que los católicos practicantes presentaban los mayores niveles de satisfacción y felicidad, permite ahora constatar que también son los católicos quienes hacen una mayor aportación de capital social.

Como es sabido, el capital social es un tipo de capital no monetario, pero que en determinados aspectos favorece el desarrollo económico y el buen funcionamiento de las instituciones. También es la base fundamental en la formación del capital humano. La encuesta del CIS indaga sobre una serie de condiciones, como la confianza en la gente, la solidaridad, la participación en las elecciones, el cumplimiento de la ley, el respeto a las opiniones de los demás y el hecho de ser responsable y honesto. Estos son perfiles que definen bastante bien el capital social, que se fundamenta especialmente en la confianza, en la ayuda mutua, en el respeto a las normas comunes y en la participación en las instituciones.

En cuanto a la confianza, en una escala de 0 a 10, en la que «0» sería bajo nivel de confianza y «10» el nivel máximo, hay que decir que la cantidad de población que se sitúa en las posiciones de mayor confianza (8, 9 y 10) es realmente baja, pero destacan en ellas los católicos practicantes, dado que un 21% están ubicados en esta actitud de gran confianza en la gente. Para el conjunto de la población la cifra se reduce al 18%, mientras que son los agnósticos, indiferentes y ateos los que presentan un nivel más bajo, sólo el 16%.

En cuanto a la solidaridad, el 42,5% de los católicos, muy próximo a la mitad, se sitúan en el nivel 10, por sólo el 36% del conjunto de la población y el 38% el grupo de la no creencia.

Algo parecido sucede con el hecho de votar en las elecciones. El 42% de los católicos practicantes se sitúan en el nivel máximo (10), por sólo el 35% del conjunto de la población y sólo un 31% entre agnósticos, indiferentes y ateos, que por lo tanto son menos favorables a otorgar el voto.

En relación con la evasión de impuestos, también los católicos consideran que es muy importante no hacerlo, si bien aquí las diferencias no son significativas: el 56,5% de los católicos, el 55% para el conjunto de la población y 56,5% de los no creyentes. Aquí hay que hacer la consideración que normalmente este último grupo suele ser votante de la izquierda, y en este sentido habría una cierta contradicción porque por otra parte el católico practicante tiende a votar a partidos de centro. Y a pesar de esta característica tendrían un alto rechazo de la evasión de impuestos que se presupone que es una actitud más extendida entre los votantes de la izquierda.

Donde sí que hay una clara diferencia es en la respuesta de si es importante cumplir con las leyes y las normas. De una forma muy mayoritaria, el 61%, lo es para los católicos, disminuye claramente para el conjunto de la población, 49%, y aún se reduce en mayor medida esta actitud de cumplimiento de las leyes entre los agnósticos, indiferentes y ateos, con sólo un 38%.

En referencia a las opiniones de los demás, aquí la situación es prácticamente idéntica como ocurría en el caso de la evasión de impuestos, y las diferencias que se dan no tienen significación porque se sitúan dentro del margen de error de la encuesta. Es muy importante respetar la opinión de los demás con su valor máximo (10) por el 59% de los católicos, la misma cifra para el conjunto de la población y ligeramente por debajo, 57%, por parte del heterogéneo grupo de los no creyentes.

La encuesta pregunta también si es importante ser una persona responsable y honesta. Naturalmente aquí las respuestas son muy mayoritariamente favorables, pero también presentan diferencias dotadas de significación: sitúan esta característica en el nivel 10 el 77% de los católicos, el 70% del conjunto y sólo el 64,5% del grupo de los no creyentes.

Estos perfiles sitúan a los católicos practicantes en el núcleo de lo que podríamos decir el buen funcionamiento de la sociedad, porque se adscriben muy mayoritariamente en las posiciones que favorecen a que las cosas vayan mejor desde el punto de vista colectivo y de las interrelaciones personales.

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