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Metoo! You too?

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Para empezar, una aclaración: hay que acabar con los abusos y violaciones sexuales y con las muertes violentas de tantas mujeres y niños. Pero en esta nuestra sociedad democratizada y liberal se debe poder hablar de todo y no se puede prohibir ningún comentario discrepante en contra de una idea por parte de los que se consideran «amos-amas» y «señores-señoras» de la verdad, ni crear un ambiente de miedo que obligue a callar para no ser quemado en la hoguera de la nueva inquisición bajo la omnipresente mirada orwelliana desde la habitación 101. ¿Cuál es el origen de esta situación nefasta e insostenible que hace que el hombre siga siendo el lobo para el hombre?

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La persona es un ser social. Sólo puede vivir en su relación con los demás y su entorno le permite alimentarse, vestirse, alojarse, moverse y perpetuarse. Vive bajo la mirada del otro a través de la solidaridad, la amistad y el amor por el otro. No somos totalmente libres ya que todos dependemos unos de otros.

A la luz de esta evidencia, la sociedad postmoderna se ha fijado el objetivo de promover el individuo aislado para conseguir una libertad ilimitada, un disfrute sin restricciones y la exaltación de uno-mismo-o-de-una-misma. Estas son las bases sobre las que, ahora, todos podemos y debemos confiar.

El filósofo coreano Byung-Chul Han, profesor en la Universidad de Berlín, dice: «cuando el amor es posesión y dominio se genera una dinámica donde no se mira al otro como una posibilidad de bien, sino como un objeto para consumir. El otro desaparece en nuestra sociedad narcisista. Sólo quedo yo, mi propio ego y la telaraña que atrapa mi personalidad. El otro es una proyección de mí mismo. Yo sólo aspiro a trabajar, a ampliar y mantener mis bienes y a sumergirme en la enfermedad de nuestro tiempo: la depresión».

En este entorno individualista y libertario, la ropa ocupa un lugar especial, ya que rodea a la persona y en cierto modo la «califica». Hoy en día, los «fabricantes» de la «moda femenina», olvidando el entorno en el que viven y el respeto hacia los demás, en nombre de la libertad y el individualismo, «visten» (sic!) las mujeres como ellos desean: faldas cortas, pantalones muy ajustados, escotes bien abiertos, trajes de baño casi inexistentes y la mayor exhibición posible del cuerpo de la mujer (y aquí nadie se queja!).

Ver la porquería de vestimenta que cada vez más se presenta en las pasarelas pretendiendo modernidad y estar al día es una vergüenza. Y las mujeres son las que aceptan estas situaciones para no perder el estatus de modelo que han conseguido. Si no se doblegan a las exigencias de las firmas ya se pueden despedir de la siguiente pasarela. Y se doblan, y siguen desfilando, y continúan haciendo anuncios de perfumes donde ellas se convierten… también, en agresoras sexuales. ¿O no vemos la tv?

Hombres y mujeres no somos iguales por mucho que se quiera hacérnoslo creer. Somos iguales en dignidad pero no en sentimientos ni en emociones. Lo que no mueve una mujer puede exasperar un hombre. Que una chica vea el cuerpo desnudo de una mujer la dejará indiferente, pero no ocurre lo mismo si es un chico quien lo ve; si es normal sentirá una atracción que deberá dominar…, y si no la domina… puede caer en el abuso. Si no en el mismo momento, al día siguiente.

La mirada del otro, del muchacho, del hombre, no se tiene en cuenta ante estas situaciones. Y esta manera de hacer las cosas puede despertar en el otro, en los que nos encontramos a su entorno, el deseo, la concupiscencia, la grosería, la vulgaridad. Pero esto no tiene ninguna importancia: los mass media y las redes sociales ya se encargarán de decir, en caso de abuso o de agresión, que no hay ninguna responsabilidad por parte de la chica abusada. Todas las culpas las tienen los hombres!

MeToo nació a raíz de la denuncia de las periodistas Kantor y Twohey contra el magnate Weinstein por sus abusos sexuales continuados a actrices, tapados con dinero y favores. La actriz Rose McGowan fue la primera en reconocer estos abusos y detrás de ella se le apuntó un montón. Nada que decir, pero… si hasta entonces no habían dicho nada… es que estaban de acuerdo. ¿O no? Me sorprende que todas estas actrices hayan sido capaces de esconder hasta hoy una situación que ahora les parece denigrante. ¿Hasta ahora no lo era? ¿O es que hay intereses ocultos detrás? Angeline Jolie, Gwyneth Paltrow, Cara Delavigne, Mira Sorvino y una larga lista de actrices son las denunciantes.

Me too!, dijeron todas. De verdad, you too? Me sorprende que algunas de las actrices denunciantes, que se quejan por los abusos sexuales de este tipo impresentable, después ellas se van a la cama con el actor de turno, por exigencias del guión (sic!), en las películas que son protagonistas. Ah!: “–Es que aquí lo hago porque quiero y el otro me tocó sin permiso!».

MeToo ha conseguido criminalizar a todos los hombres y convertir en diosas a todas las mujeres. Personaje del año en la portada de Time. Todas las denuncias que han aparecido después de esta primera ni han sido demostradas, ni tienen la misma gravedad y muchas son anónimas. Da igual! Lo importante es que las redes sociales y los mass media han conseguido «criminalizar al hombre, al patriarca, al padre, que hacía demasiado tiempo que se paseaba por todo el mundo como si fuera su mansión». Los medios de comunicación amplifican la confusión ya que generan tal cantidad de datos e información y tanto ruido, que anulan la posibilidad de articular el pensamiento y así se deforma la realidad.

Katie Roiphe en su libro A la mañana siguiente dice: «en muchos casos de supuesta violación, las mujeres son, en parte, responsables de sus acciones. ¿No es responsable, la mujer, de haber tomado drogas o alcohol? Un hombre se lo puede ofrecer, pero ella misma, libremente, decide tomarlas o no. Si las mujeres no son todas indefensas e ingenuas deberían ser responsables de la elección de beber o drogarse. Si la mujer queda así afectada en su comportamiento para actuar y tiene relaciones sexuales, no siempre es culpa del hombre, no necesariamente es siempre una violación». Qué dijo! Recibió insultos de costa a costa del continente americano por los movimientos feministas hasta que se reconoció que era un libro «elocuente, reflexivo y finamente argumentado, criticado por feminist@s poco honrados-honradas y deshonest@s».

Cuando Roiphe habló sobre el tema Weinstein y dijo que «había que distinguir entre una agresión física y una mirada de reojo en la oficina» los twet la crucificaron: los más suave le dijeron ogra, arpía, escoria, puta… Y cuando Matt Damon se atrevió a decir que «no es lo mismo tocar el culo a una mujer que violarla, pero ambos comportamientos se deben erradicar» se tiró de cabeza en una piscina llena de cocodrilos.

MeToo se ha convertido en un lobby que hace, aunque parezca mentira, que nos tengamos que creer todo lo que dice y promueve como si fuera la pura verdad. Ha conseguido criminalizar a un hombre porque una mujer ha dicho que la ha «mirado con ojos de lujuria». Ha conseguido que se denuncie y prohíba el «piropo». ¿O es que todo esto es pura estética para quedar bien y salir en las primeras páginas de los mass media y tv’s diciendo una tontería para que todos aplaudan?

La agresión sexual que sufrimos hoy es alarmante y ahora afecta a todas las edades. La transformación del cuerpo femenino en objeto se desarrolla a paso rápido y transforma la belleza de la creación en un objeto mercantil. El consumo inmediato de los cuerpos es esencial y reemplaza la relación de fusión duradera. En esta evolución la desvergüenza toma su lugar, se desarrolla a paso rápido e inquietante, es parte de estos asaltos públicos que sufrimos cada día las personas ya sea en lugares públicos o privados (vallas publicitarias, quioscos, tv’s, web’s, radios, canales pornográficos de internet, prensa, cine…), de esta pendiente fatal que alimenta la actual deriva pornográfica que está asolando el mundo.

En medio de este ambiente, es más que nunca necesario reafirmar que la modestia es una virtud esencial, constitutiva de la belleza de la persona. Modera nuestras acciones, hace que no pasemos «líneas rojas», mejora y preserva el misterio de la persona, impone distancia y respeto. Hay una belleza del cuerpo que se adorna a sí misma y permite adivinar más de lo que luce: la conforman la elegancia y la discreción.

Hace falta hacer una campaña para revalorizar la modestia como una virtud esencial, tanto en las familias como en la sociedad en general: la modestia protege la belleza como el rocío embellece la naturaleza. Hoy, parece que no hay alternativa para la mujer occidental entre el top-less y el burka.

Carl Jung ya dejó claro que no sólo los hombres sufren neurosis y traumas, también las sociedades enteras enferman, a menudo, en su psique colectiva.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Aunque ciertamente la sexualidad masculina y femenina tienen diferencias, también se está dando, y desde hace más tiempo, la transformación del cuerpo masculino en objeto sexual, de consumo, mercantil; y no solamente para la mujer, también para el gay; desafortunadamente en ese fenómeno nadie para mientes, y casi exclusivamente se habla de la cosificación de la mujer, nunca o casi nunca de la cosificación del hombre.

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