La persona es persona, no multitud. Una, mĂĄs una, mĂĄs una… llegan a formar esa colectividad humana que es tan rica en valores y virtudes si sigue a Dios. Pero tambiĂ©n sabemos, por desgracia y por experiencia propia, que puede degenerar en multitud, en masa. Entonces serĂĄ fĂĄcil que se abandone a sĂ misma entre los afanes del mundo y sus perdiciones. En consecuencia, posibilitarĂĄ que un agente externo u otra persona se aprovechen de ella y pretendan someterla y dominarla.
Existen numerosas iniciativas que parecen caritativas y no son mĂĄs que una pantalla que los manipuladores se crean a su alrededor para fingir mĂĄs brillo, para mendigar alabanza de sus mĂĄs o menos inocentes seguidores. Porque sĂ: hay seguidores que son inocentes y van dejĂĄndose llevar inconscientemente, sin esfuerzo ni lucha por una vida mejor, a la espera de que les llegue un salvador que los premie.
Lo hacen por comodidad y dejadez y hasta pereza, sin ellos previamente haber sembrado la semilla (Vid. parĂĄbola de la semilla: Mc 4,26-29), o incluso habiendo escondido su talento bajo tierra; ese talento que Dios mismo les da para que lo administren (Vid. parĂĄbola de los talentos: Mt 25,14-30). Y todo, sin haberse esforzado lo mĂĄs mĂnimo, o haber claudicado ante los poderes ocultos de esta sociedad corrompida y corrupta. Puesto que hay tambiĂ©n seguidores falsos, interesados, que saben que estĂĄn falseando la realidad para ser premiados por sus âlĂderesâ, que siguen el camino y el influjo del PrĂncipe de este mundo, SatanĂĄs (Jn 14,30; 16,11; 12,31).
Por eso es importante no claudicar nunca y seguir luchando por sembrar y cuidar la buena semilla (Vid. parĂĄbola del trigo y la cizaña: Mt 13,24-30; parĂĄbola del sembrador: Mt 13,36-43). HabiĂ©ndolo hecho, podremos ir siempre con la cabeza alta, ciertos de que, si seguimos al Rey de reyes (Dan 2,37; Apc 19,16; 1 Tim 6,15), tarde o temprano el velo que nos cubre se resquebrajarĂĄ como el velo del templo en la muerte de JesĂșs (Mt 27,51). De tal manera, sabemos por fe que la Verdad âtarde o temprano, si cumplimos con nuestro deber- se impondrĂĄ por encima de todas las cosas, como se probĂł a los tres dĂas de muerto el Salvador del mundo con su ResurrecciĂłn (Mt 28,6). La injusticia se convirtiĂł en La Justicia.
En efecto, para que las relaciones internas de la sociedad sean las adecuadas, es necesario que haya justicia, que proviene del amor, el cual, en Ășltima instancia, viene del Amor, de Dios mismo. Porque Dios, nuestro Creador, quiere que seamos felices, por eso nos ha creado; no por capricho. Si hubiera pensado en Ăl mismo, en crear seres para ser amado por ellos, no serĂa el âAmor de los amoresâ como es (recreaciĂłn poĂ©tica del Cantar de los cantares; Jn 13,34; Vid. el canto eucarĂstico âCantemos al Amor de los amoresâ). Y, si nos ha creado por Amor, tambiĂ©n nosotros debemos amarnos entre nosotros, como extensiĂłn del amor que le tributamos a Ăl, el Padre de todos.
Llegamos al centro de nuestro argumento. Entre nosotros ÂżcĂłmo podemos relacionarnos en justicia y gestionar el bien comĂșn? Ya hemos visto que debemos partir de la esencia misma de la persona, pues solo con ella llegamos a la esencia de la colectividad: yo + tu. Conseguimos asĂ establecer las relaciones entre nosotros que nos llevan al nosotros, y con Ă©l, al bien comĂșn. Por tanto, ese bien comĂșn serĂĄ el fruto que brotarĂĄ de la esencia misma de la persona, y para lograr esa transformaciĂłn serĂĄ necesaria la justicia que emerge del amor y da como fruto la paz social. Por eso es tan importante la labor del polĂtico.
Como afirmĂł el Papa Francisco en una homilĂa reciente de su misa matutina diaria en Casa Santa Marta, imagen que ya ha citado otras veces, âla polĂtica es una alta forma de caridadâ. Comentando el Evangelio del dĂa, explicĂł el Papa que la historia de Nicodemo se da cada dĂa entre nosotros. Basta que queramos. âSi uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Diosâ, para lo cual es necesario âvolver a nacerâ, nacer del EspĂritu (Jn 3,1-21).
Entonces, Âżexiste tambiĂ©n alguien que vela por el bien de la sociedad? Ciertamente, y gracias a Dios, hay millones de personas mĂĄs que son buenas frente a la maldad de las otras, mucho menos numerosas. Para esa transformaciĂłn (que es, tarde o temprano radical), es imprescindible construir la casa sobre roca (Mt 7,24-29), fundada sobre la Verdad. âTodo el que es de la Verdad escucha mi vozâ, afirma JesĂșs (Jn 18,37). No obstante, âsi voy de sabelotodo, si cierro mis oĂdos a tus enseñanzas, serĂ© como piedra en el rĂo, que no consigue empaparseâ y asĂ, no podrĂ© volver a nacer, comenta mossĂšn Josep Maria Torras en su cuadro âNicodemo 3 â Nacer del EspĂrituâ, colgado en su canal de YouTube para glosar el Evangelio de dĂa.
Busca siempre la Verdad. Mira siempre la verdad. Obra siempre en Verdad. Ni te engañes, ni te dejes engañar. Como la Historia prueba, mira a tu alrededor con ojos limpios, y advertirĂĄs que el Bien siempre gana. Aunque parezca que llega tarde. Porque el Bien es Bien. Porque Dios es (y serĂĄ) Dios, pues es eterno. Si nos estamos con Ăl, en Ăl viviremos y reinaremos. Rezamos con la Iglesia (que es sabia) en la Plegaria EucarĂstica de la misa catĂłlica: âPor Cristo, con Ăl y en Ăl, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del EspĂritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. AmĂ©nâ. He ahĂ el misterio del ânacer de nuevoâ desvelado. Eso es vivir eternamente. Eso es ânacer del EspĂrituâ (Jn 3,1-21). ÂĄEso es vivir! Desde ahora. ÂżTe atreves?