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Vocación vs. confusión. Un diálogo con el P. Alonso-Lasheras, SJ sobre la crisis vocacional

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Dedicándome a preparar opositores desde hace quince años, asisto en los últimos, especialmente en la pospandemia, a una caída considerable del número de candidatos. Existen ya cuerpos funcionariales que apenas tienen opositores (tras años cometiendo el error de no cuidar la regularidad de sus convocatorias). En los cuerpos donde los candidatos siguen siendo suficientes, se aprecian, con todo, caídas superiores al 30% en menos de diez años.

Naturalmente, los efectos de la crisis demográfica son la principal causa. Pero en buena medida concurre también que el servicio público ha dejado de ser lo bastante atractivo.

Primero, por la pérdida de poder adquisitivo frente al mercado: en niveles de altísima cualificación como son las grandes oposiciones, se gana más sin necesidad de opositar.

Segundo, porque el joven de hoy ya no es propicio a esfuerzos de largo recorrido.

Sabedor de que en la Iglesia católica la Orden que ofrece una formación más larga es la Compañía de Jesús, alias los Jesuitas. Y sabiendo que éstos señores tienen un responsable de la cosa de las vocaciones en cada una de sus «provincias» (en el reparto mundial de la Orden hay provincias más parecidas a las del Imperio romano que a las del actual Reino de España), mantuve un diálogo con el buen religioso dedicado generosamente al asunto: el Padre Alfonso Alonso-Lasheras, SJ, alias Fonfo para sus amigos y más de diecisiete mil seguidores en tuiter (o X, como se quiera llamar ahora).

Vocación frente a dificultad

Comencé planteándole el tema de la dificultad: difícil formarse para Jesuita, difícil opositar.

Me dijo que no hay que ver únicamente el objeto, sino el sujeto: «Si un ser motiva, se puede superar la dificultad«. Y me ponía el gran ejemplo social: «Un padre de familia tiene causa…«.

La idea coincide con el éxito que he visto en las oposiciones cuando quienes compiten son padres o madres de familia. También cuando son jóvenes cuyas familias necesitan de verdad su aprobado, o han alcanzado una relación con Dios capaz de hacer de éste un sujeto motivante…

El problema del éxito como bienestar

Continuamos la conversación hacia el tema (problema) del éxito. ¿Cómo es posible que la gente no quiera venir a competir por el éxito de una vida funcionarial llena de seguridades y comodidades (conciliación) que el mercado no ofrece?

La respuesta fue contundente: «Hoy en día se utiliza mucho éxito como bienestar. Y si es solo bienestar, no justifica según que esfuerzos…«.

Cuadra la idea: el que comodidad busca, comodidad quiere desde el comienzo. Tal vez deberíamos revisar entonces la idea de que nuestros mayores hacían un esfuerzo para luego disfrutar el resto de la vida: debía ser que había motivaciones más profundas. Tal vez un deseo de fecundidad en el que el problema no era tener que esforzarse…

La misión que nos motiva

Entró entonces al quite con la motivación del objeto: «La misión puede fundamentar lo suficiente… Por ejemplo, los artistas… O los médicos: para el médico la motivación es sanar…«.

Sin duda alguna todos conocemos gente que opositó por el simple gusto por lo que hacía, no siempre por otro valor al que la profesión podía servir. ¡Eso es vocación!: descubrir el bien interno de las cosas

Vocaciones dentro de la vocación

Cosas que sin duda a veces son variadas y confluyen. Un Jesuita normalmente, además de sacerdote, es docente, comunicador, jurista, gestor cultural o un misionero que vive una vocación internacional. Algo no infrecuente en funcionarios que, cubriendo el servicio encomendado, no dejan a la vez de ejercer la docencia, la comunicación, las relaciones internacionales e institucionales. «Hay vocaciones dentro de la vocación…«, me confirmaba.

Deseos, no caprichos

Naturalmente en toda esta motivación no puede faltar el deseo. Un día le leí a Fonfo un tuit que decía algo así como que la vocación no es hacer lo que yo deseo, sino lo que Dios quiere, pero que ambas cosas podían coincidir. ¿Habla Dios a través de los deseos?

Me dijo que sin duda sí, que «Dios habla a través de los deseos, no de los caprichos«, de ahí la importancia de discernir. Ahora bien, precisó que los deseos «pueden coincidir con tus talentos, pero puede que no» y señaló que «a veces la orientación vocacional es de talentos«.

¿Miedo a la felicidad?

El caso es que siempre he pensado que un deseo grande, que conlleve enromes dificultades, puede dar miedo. Por eso muchos no opositan. Le planteé entonces si se daba el miedo a lo que nos hace felices:

«Lo que comprendemos como felicidad hoy está errado, se identifica con el bienestar… La verdadera felicidad supone cosas que nos dan miedo… La equivocación es creer que la dificultad y el dolor es lo contrario de la felicidad. Lo contrario a la verdadera alegría es la tristeza«. Sería interesante entonces analizar el origen de la tristeza… pues parece que a veces hay más tristeza en no hallar el camino que en la dificultad y el dolor de recorrerlo ¿Tal vez la infecundidad da más pena que el dolor? La respuesta, clara: «la tristeza puede proceder de la infecundidad claramente…«.

¿Debemos hacer campaña vocacional?

Ahora bien, ¿cómo plantear esto a los jóvenes? San Ignacio dice (adición 15ª del famoso librito de Ejercicios espirituales) que durante los Ejercicios espirituales nunca se debe proponer un camino, sino dejar que sea Dios el que lo sugiera… Pero que fuera de Ejercicios sí debemos proponer. La experiencia es que si por ejemplo unos padres proponen demasiado, a veces el joven se agobia, se contraría y escapa ¿Debemos proponer la vocación?

«Sí que hay que proponer sin ser pesados ni invasivos… Decirlo poco más de una vez, muy cauto… Creo que podrías ser feliz así…«.

Confusión vs. vocación

Motivación, sujeto, objeto, miedo, deseo, éxito, bienestar, fecundidad, propuesta… Al final del coloquio, mi impresión fue que, seguramente, gran parte de la crisis vocacional de nuestros tiempos (que como vemos afecta a todos los niveles) está más en la confusión que causa la pérdida del sentido de la vocación: asociamos éxito con bienestar y no con fecundidad, confundimos deseo con capricho, identificamos la tristeza con el dolor y terminamos más tristes eludiéndolo que pasándolo.

Al final, vidas sin vocación son vidas incompletas. Clarificar estos conceptos bien valían un diálogo por el que damos las gracias al Padre Fonfo y recomendamos seguirle en el trabajo que hacen desde www.serjesuita.com y la cuenta de X @serjesuita.

La equivocación es creer que la dificultad y el dolor es lo contrario de la felicidad Clic para tuitear

 

 

 

 

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