Una de las características del “método Kirk” era el debate racional y respetuoso, incluso con quienes pensaban lo contrario. Nunca respondía al insulto con insulto, ni a la descalificación con otra descalificación. Daba razones. Quizás por eso resultaba tan insoportable a sus enemigos, que al final han acabado asesinándolo.
Una buena manera de honrar su memoria es aplicar su método a nuestras cuestiones polémicas: debatir y razonar, desmontar argumentos adversos sin descalificar a quienes los sostienen. Y comenzar por el gran tótem de la cultura del poder: el aborto.
El aborto: tesis de partida
Nuestra tesis es clara: matar al ser engendrado está mal porque es quitar la vida a un ser humano distinto; el cuidador no dispone de la vida del dependiente.
El aborto es moralmente inaceptable y, por ello, también políticamente, porque supone acabar con la vida de un ser humano genéticamente diferenciado de la madre, aunque esté en dependencia biológica.
Argumentos fuertes a favor de la vida
Científicos: desde la fecundación existe un nuevo código genético distinto al de la madre. El embrión es un organismo humano completo en desarrollo, no un “potencial humano”.
Filosóficos: la dependencia no anula la identidad. Todos atravesamos fases de dependencia (niñez, enfermedad, vejez) y eso no resta valor a la vida. Como escribió MacIntyre en Animales racionales y dependientes, la vulnerabilidad forma parte de lo humano.
Éticos: el principio de inviolabilidad de la vida protege al más débil. Que no pueda defenderse refuerza nuestra obligación de hacerlo.
Jurídicos: la mayoría de declaraciones de derechos parten del derecho a la vida como fundamento de todos los demás. Sin vida no hay derechos posibles. El derecho civil ya reconoce al concebido como sujeto de derechos.
Objeciones habituales y respuestas
Autonomía de la mujer: se argumenta que forzar a una mujer a continuar un embarazo atenta contra la libertad sobre su cuerpo. Pero el embrión es un organismo humano distinto, con un código genético propio. No es parte del cuerpo de la madre como lo es un órgano. Hablar de “autonomía del cuerpo” es falaz: aquí hay un conflicto de derechos entre madre e hijo, y el derecho a la vida es superior.
Gradualismo moral: algunos sostienen que la dignidad se adquiere progresivamente (conciencia, viabilidad, nacimiento). Pero si la dignidad depende de condiciones, alguien puede decidir quién merece vivir. Así justificaron teorías racistas, programas eugenésicos y las eutanasias nazis. Hoy, leyes como las de España son abiertamente eugenésicas: el “imperfecto” no puede nacer. Frente a eso, la posición de que la dignidad es inherente desde la concepción hasta la muerte natural protege a todos por igual. Filósofos tan distintos como Kant y Maritain insistieron en esta visión. MacIntyre razonó sobre la evidencia de que los seres humanos somos siempre dependientes en una u otra fase de nuestra vida
Circunstancias límite: casos de violación, riesgo vital de la madre o malformaciones graves deben ser considerados en su justa medida. No pueden ser ignorados, pero tampoco convertirse en patente de corso para justificar cualquier aborto.
Pluralismo social: se afirma que en sociedades diversas el Estado no debe imponer una visión sobre cuándo empieza la vida. Pero la vida en común exige normas claras. En este caso sí o no a la vida humana. Y en España el aborto se ha convertido en “derecho”, destruyendo así el propio pluralismo que dicen defender.
Si la dignidad depende de condiciones, siempre habrá alguien que decida quién merece vivir. #MuerteDeCharlieKirk Compartir en X










1 Comentario. Dejar nuevo
La argumentación en contra del aborto es tan irrefutable que nos debería llevar a la pregunta de cómo es posible que en sociedades democráticas, con una ética sustentada en el respeto a los derechos humanos, el aborto voluntario no solo haya llegado a convertirse en una intervención médica tan normalizada como la extirpación de un tumor, sino que sea un tema tabú sobre el que nadie en el mundillo intelectual y mediático se atreve a tratar de una forma mínimamente crítica. Del aborto solo se habla para alabarlo como un derecho progresista o para denostar, menospreciar y zaherir con epítetos a manera de pedradas o escupitajos a quienes tienen la osadía de plantearle objeciones. Y ahí está el problema, que todas estas refutaciones tan bien expuestas en este articulo no tienen efecto alguno sobre una mentalidad social fanatizada por un feminismo igualitario que presenta la opción del aborto como un derecho de la mujer que la iguala con el hombre, porque si este copula sin quedarse embarazado, la mujer también tiene derecho a ello, una ecuación que, en caso de embarazo se soluciona abortando, es decir, igualando a cero el embarazo y aquí no ha pasado nada.
Frente a la mentalidad abortista, que es visceral, irracional y obtusa, no valen argumentos lógicos basados en el conocimiento científico de la embriología humana, ni la defensa del derecho a la vida para todos los seres humanos, sea cual sea su edad, condición o grado de dependencia. Ni siquiera una verdad tan clara y evidente como que todos hemos sido embriones y fetos consigue alterar la buena conciencia social ante la masacre de tantos seres humanos a los que se elimina legalmente porque empiezan su vida con el estigma de no ser deseados, sea cual sea el motivo. Solo en España, unos 100.000 cada año.
Es cierto que “en sociedades diversas el Estado no debe imponer una visión sobre cuándo empieza la vida”, pero es porque la propia vida se impone por sí misma. Cualquier mujer embarazada que ama y respeta a su hijo sabe muy bien cuando éste empieza, no solo a vivir, sino a existir, es decir, a establecer relaciones con otras personas, de un modo íntimo con ella y a través de ella con el mundo que le rodea. Más claro el agua. Solo que el brebaje abortista, a base de sofismas y falacias, lo enturbia todo. Es como un aire contaminado y espeso que no deja ver el bosque ni los árboles.
Ante la verdad sobre el aborto proclamada al modo que lo hacía Charlie Kirk no cabe sino acogerla o rechazarla. Pero así como acogerla impulsa a transmitirla, el rechazo indispone contra quien la proclama. Y a falta de “argumentos” para disparar, nada tan eficaz, en lo físico y en lo simbólico, como una bala en el cuello, que es donde están las cuerdas vocales. ¿La bala de un loco? No. La bala de una sociedad diabolizada que ha hecho del mal un bien y no tolera que una persona inocente se lo eche en cara.