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Polémica por la supuesta radicalización de un colegio concertado católico

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En la ciudad catalana de Terrassa, una escuela con 83 años de historia ha pasado de ser un centro concertado católico más, a convertirse en el epicentro de una tormenta mediática y política que levanta una pregunta inquietante: ¿sigue siendo posible vivir la fe cristiana en el espacio público sin ser criminalizado por ello?

El Colegio Mare de Déu del Carme, propiedad de la Orden de los Carmelitas, ha sido señalado en cuestión de semanas como un bastión “ultracatólico” por parte de un pequeño grupo de familias disidentes. El eco en medios como TV3, 324 y TVE ha convertido una disputa escolar en un caso a escala española. Las acusaciones —homofobia, franquismo, castellanización— se han repetido sin verificación, mientras el Parlament exige explicaciones y la Generalitat abre expedientes exprés. Aun así, detrás del ruido, los hechos resisten: la propiedad no ha cambiado, el ideario cristiano ha sido reforzado sin romper la ley, y el proyecto pedagógico mantiene su orientación plural y multilingüe.

De la reforma pedagógica al linchamiento público

La cronología es elocuente. En junio de 2023, los Carmelitas nombraron un nuevo equipo directivo con el objetivo de mejorar el clima escolar y reforzar la coordinación pedagógica. Nueve meses después, en marzo de 2025, un grupo  familias se agrupó en la plataforma Recuperem el Karmel (Recuperemos el Carmel), denunciando un supuesto “golpe de Estado ideológico”.

Tres días más tarde, el canal catalán 324 abría su telediario con la acusación de “giro ultraconservador”. Le siguieron programas de prime time en TV3 como Tot es Mou con reportajes de 20 minutos y sin lugar a contrastar la opinión  ni de réplica de la escuela. A partir de ahí, la bola de nieve creció: conexiones en directo de TVE con activistas, artículos en El País y Cadena SER basados en un dosier anónimo, sin contrastar. El conglomerado del poder hegemónico en Cataluña y España, no puede aceptar que una escuela de ideario católico quiere funcionar de acuerdo con el mismo.

El peso de los silencios oficiales

El Parlament catalán, con los votos de PSC, Comuns, ERC y CUP, exigió al colegio que “frene el adoctrinamiento”. Solo PP y Vox se desmarcaron de la moción. Paralelamente, el Departamento de Educación abrió un expediente urgente al centro, requiriendo documentación en apenas 15 días, un trámite que suele demorar meses en otros concertados.

A juicio de los defensores del colegio, lo que emerge aquí no es solo una disputa educativa, sino un patrón de intolerancia anticatólica sistemática. “No hemos sido vendidos, no somos ni del Opus ni de los ‘Kikos’”, aclara la orden carmelita. “Seguimos siendo Carmelitas”. En su web oficial, el centro se define como “abierto, plural y de inspiración cristiana”, con el catalán como lengua vehicular.

El claustro rompió el silencio recientemente para negar rotundamente cualquier deriva ideológica. “No somos una escuela racista ni ultracatólica; solo hemos reforzado la tutoría espiritual opcional”, señalan. El supuesto “cambio de profesorado” se reduce a ocho contrataciones por jubilaciones y bajas, sin sesgo religioso. El descenso puntual de horas en catalán en la ESO, explican, se debe a la falta de interinos titulados, mientras que en Primaria, las horas han aumentado.

Religión en la diana: ¿pluralismo o persecución?

El artículo 27 de la Constitución Española ampara el derecho de los padres a elegir una educación religiosa para sus hijos. Pero en el caso del Carme, ese derecho parece chocar con una narrativa hegemónica que pretende equiparar fe cristiana con extremismo.

Mientras se multiplican los focos sobre este colegio, no hay indicios de que se investigue con igual celo a escuelas laicas que excluyen sistemáticamente la asignatura de Religión, o la escuela pública que contraviniendo la ley no la oferta obligatoriamente, o centros islámicos con currículos segregadores. La doble vara de medir es flagrante.

El Síndic de Greuges ha anunciado una investigación sobre supuestos “grupos ultraconservadores” en centros educativos, sin mencionar una sola de las denuncias de cristianofobia registradas por la escuela.

Como es habitual los obispos; los pastores que deben oler a oveja, miran hacia otro lado Y esto no es exactamente una actitud prudente, porque la prudencia como virtud es toda otra cosa.

¿Qué está en juego?

Más allá de Terrassa, el caso del Carme pone en evidencia tres pilares democráticos en riesgo: el pluralismo educativo, la neutralidad de los medios públicos y la libertad religiosa. El intento de reducir la presencia católica al ámbito privado, mediante presión institucional, escraches y estigmatización pública, no solo perjudica a una escuela: compromete la convivencia y erosiona el principio de diversidad que el sistema dice defender.

Convertir un ideario religioso legítimo en sinónimo de “ultra” no solo empobrece el debate, sino que instala una lógica de cancelación que amenaza con borrar del mapa cualquier forma de disidencia cultural o espiritual.

Defender al Colegio Mare de Déu del Carme no es un gesto corporativo. Es una defensa de la libertad de enseñanza y del derecho a expresar públicamente la fe sin ser señalado. En otras palabras: es un acto de resistencia democrática.

En eso estamos, aunque no sé si estamos todos.

Como es habitual los obispos; los pastores que deben oler a oveja, miran hacia otro lado Y esto no es exactamente una actitud prudente, porque la prudencia como virtud es toda otra cosa Compartir en X

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