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Análisis de la presidencia alemana de la UE (julio-diciembre 2020)

Libertades

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El lema de la presidencia alemana de la UE de julio-diciembre 2020 era «Juntos para la recuperación de Europa». Desde el primer momento, Ángela Merkel mostró su firme decisión de centrarse en la lucha contra el gran desafío que suponía la pandemia de la Covid-19, de ahí que en Bruselas se comentara antes que aquella presidencia podría pasar a la historia como «una presidencia corona», y efectivamente  así ha sucedido. Merkel declaró que Alemania estaba «preparada para mostrar una solidaridad extraordinaria» y no ha fallado.

Un primer elemento a destacar de la presidencia rotatoria alemana de la UE es que ha sido la última de Ángela Merkel, pues ya hace tiempo que había declarado que no se presentaría a las próximas elecciones alemanas. El año 2021 pondrá fin a quince años al frente de la cancillería alemana. Su retirada política se producirá en septiembre de 2021. Cuando llegue esa fecha, habrá igualado el record de longevidad en la cancillería –16 años- de su mentor, Helmut  Kohl.

El 22 de noviembre de 2005 Merkel hacía historia como la primera mujer y ciudadana del Este que lograba la cancillería. 

También era la persona más joven en llegar (51 años). Ha tenido que hacer frente a algunas de las crisis más importantes de la UE: la crisis financiera de 2008, la crisis del euro de 2010, la crisis de los refugiados de 2014 y actualmente la pandemia del coronavirus. Durante las crisis financieras de 2008 y 2010 defendió encarnizadamente recetas de austeridad que le hicieron valer el título de «dama de hierro». Una de sus apuestas más osadas fue su reacción a la crisis de los refugiados de 2014 consistente en abrir las fronteras de Alemania a refugiados (más de un millón). Prometió integrarlos y protegerlos con la consigna de  wie  Shaffer  das (lo conseguiremos). Histórica decisión, adoptada sin muchas consultas previas e invocando sus «valores cristianos». Esto no gustó a buena parte de su electorado y de manera particular al partido nacionalpopulista Alianza para Alemania ( AFD ),  que entró con fuerza en el parlamento alemán al poco tiempo, en septiembre de 2017. Su gestión ante la crisis del coronavirus ha revalidado a la cancillera y ha disipado la amenaza del  Merkeldämmerung  (el crepúsculo de Merkel), que planeaba sobre la fase final de su mandato como cancillera. Por el contrario, durante los seis meses de presidencia europea, Merkel ha visto un rebrote de su popularidad, hasta llegar a la cota del 74%.

A lo largo de 15 años, Merkel ha consolidado el liderazgo económico alemán y ha cerrado con superávit los últimos seis ejercicios anteriores a la pandemia.

Ha sabido sacar adelante gobiernos de coalición con socialdemócratas y con liberales. Ha hecho gala de un liderazgo pragmático, tranquilo, compasivo, analítico, europeísta. Su punto fuerte es la acción racional y reflexiva, que se expresa particularmente bien en tiempos de crisis. Obama, en su libro autobiográfico de publicación reciente, la describe como una persona «sólida, honesta, intelectualmente rigurosa y amable por instinto». Tres momentos clave de su carrera han sido la dureza de la crisis del euro, la defensa de los refugiados y la prioridad a la ciencia ante la Covid-19. No en vano es una cancillera científica que tiene un doctorado en física. Se acaba la era Merkel y esto significa algo importante en la historia europea contemporánea. Su longevidad como gobernante es insólita en Europa y en el mundo occidental. Su liderazgo presenta naturalmente claroscuros y en Alemania no son pocos sus detractores. Ha sido criticada especialmente por su imprevisión, por su impulsividad y por adoptar medidas exageradas sin consultar a las partes directamente implicadas en casos como la apertura a los refugiados, el cierre de centrales nucleares o la aprobación del matrimonio homosexual.

El aspecto claramente más relevante de la presidencia alemana ha sido lograr un acuerdo sobre el fondo de recuperación contra la crisis del coronavirus y sobre el presupuesto plurianual. Todo lo otro, que no es poco, ha quedado en segundo plano debido a la pandemia. Merkel, con la ayuda de Macron, ha conseguido que se adoptaran medidas sin precedentes: la UE pedirá un préstamo colectivo para ayudar a los países más necesitados y asegurar una fuerte recuperación. En total, se movilizarán 1,8 billones de euros en los próximos siete años. Al aceptar deuda común, Alemania ha tirado por la borda su ortodoxia fiscal empleada durante décadas. El acuerdo adoptado por el Consejo Europeo el 21 de julio de 2020 pasará a la historia de la UE, porque por primera vez se acepta que la UE pueda endeudarse a través de emisiones de bonos, con la garantía de todos sus estados miembros. Se trata de un hecho puntual para una situación de gravedad pandémica excepcional, un paso que no se había dado nunca en toda la historia de la integración europea. La presidencia alemana ha mostrado una gran solidaridad en la crisis del coronavirus. La propuesta de inspiración  germanofrancesa  ha sido recibida con enorme alivio por la mayor parte de los estados miembros de la UE, como es el caso de España. Reaccionar de manera diferente a como Alemania lo hizo durante la crisis del euro de 2010 era extremadamente importante.

El acuerdo final sobre el Brexit también se ha producido durante la presidencia alemana. Desde el referéndum de 2016, se han vivido cuatro años de incertidumbres, y de altibajos en las negociaciones entre las dos partes. El día 1 de enero de 2021 es el último capítulo de  47 años de pertenencia del Reino Unido a la CEE primero y a la UE después, y el primero de su nueva aventura en solitario tras romper sus lazos en busca de una soberanía que no existe en un mundo globalizado y de un control de las mismas leyes y fronteras (take back  control ha sido el eslogan central de los  brexiteros) que en el fondo es una quimera. Merkel no ha querido nunca la separación del Reino Unido de la UE, ha procurado evitarla, pero no lo ha conseguido. Los negociadores británicos tampoco han conseguido abrir una grieta en el muro negociador compacto de los 27 apelando a los sentimientos  probritànics  de Ángela Merkel. Ella no se cansó de decirles que Gran Bretaña nunca había ejercido tanta influencia sobre el resto de Europa como en las últimas décadas, habiendo jugado un papel decisivo en la creación del mercado único (Thatcher) y en el proceso de ampliación a la Europa del Este (Blair).

El último gran acontecimiento de la presidencia alemana ha sido el acuerdo UE-China sobre inversiones. Es el último movimiento en el tablero de ajedrez geopolítico mundial, producido a dos días del final del año 2020, que busca reequilibrar las relaciones comerciales de la UE con China. El acuerdo presenta tres grandes partes: a) una mayor transparencia en el sistema de subsidios fijado por Pekín para sus empresas, b) una mayor igualdad de condiciones entre firmas chinas y europeas, y c) freno a la transferencia tecnológica. Llega después de siete años de negociaciones. Bruselas ha conseguido que Pekín se comprometa a dejar de prohibir el acceso a su mercado de empresas europeas o bien a introducir prácticas discriminatorias para excluirlas. Es un acuerdo  tan esperado como polémico. El pacto no sólo genera recelos en Washington. El propio presidente de la delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con China, miembro del grupo parlamentario de los Verdes, calificó el acuerdo de «error estratégico de la UE». Un colectivo de académicos europeos han advertido, por su parte, que «a pesar de siete años de duras negociaciones, este texto sólo es un modesto paso adelante en la promoción de la reciprocidad».

Bruselas destaca, sobre todo, la apertura de nuevos mercados que supone el acuerdo, en especial en el terreno manufacturero, de más de la mitad de las inversiones de la UE en China.

El interés de Alemania por sus inversiones en China en sectores industriales como el automovilístico es evidente. Pekín se compromete a dar acceso a las firmas europeas en sectores que hasta ahora había considerado cerrados: servicios digitales en la nube, finanzas, salud privada, medio ambiente y transporte. «El acuerdo facilitará un acceso sin precedentes en el mercado chino por parte de los inversores europeos, permitiendo que nuestras empresas crezcan y creen empleo», ha declarado la presidenta alemana de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. El acuerdo también elimina la obligación de crear alianzas o empresas de capital mixto -europeo y chino- para poder acceder a algunos sectores. Se hará lo mismo, aunque de forma progresiva, en el sector de la automoción, que supone el 28% de toda la inversión de la UE en China. Un alto directivo de Volkswagen acaba de declarar con satisfacción que la próxima inversión de Audi en China ya «no requerirá el establecimiento de una empresa mixta ni la mayoría de capital chino».

Bruselas ha señalado las concesiones que la UE ha arrancado en China en el terreno medioambiental y de derechos laborales. Según la Comisión Europea, Pekín se ha comprometido a ir adoptando todas las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo ( OIT ), incluida la que prohíbe los trabajos forzados. La UE ha dicho que hará un balance de las relaciones con China durante la presidencia francesa de 2022. También ha dejado constancia de su «sería preocupación» por la situación de los derechos humanos en Hong Kong. El acuerdo deberá ser aprobado por el Consejo y el Parlamento Europeo, donde se prevé que el trámite será complicado.

La UE ha firmado el acuerdo de inversión con China sin esperar la llegada formal de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos, de ahí vienen los recelos estadounidenses. El pacto se ha ido cocinando a lo largo de los últimos siete años y Bruselas no ha querido esperar a la toma de posesión del presidente electo prevista para el día 20 de enero. Una vez entre en vigor el acuerdo del año 2022, tras las oportunas ratificaciones, el acuerdo mejorará el acceso de los inversores europeos en el mercado chino. Con esta operación, la UE corre el riesgo de perjudicar las relaciones con Estados Unidos. La administración entrante estadounidense ya ha manifestado sus reservas sobre el  timing del acuerdo. También ha declarado que pretendía hacer frente común con Europa para combatir las malas artes comerciales de la potencia asiática. Según acreditados analistas, el principal objetivo de Pekín es abrir una brecha en las relaciones transatlánticas y parece que lo ha conseguido. Aparte de dividir Occidente, China pretende venderse en el exterior como superpotencia económica paladín de la globalización y de las libertades económicas, sin mencionar nunca las políticas.

A partir del primero de enero, Portugal toma el relevo de la presidencia europea hasta finales de junio de 2021.

Es la cuarta vez que Portugal asume la presidencia de la UE. El lema de la presidencia portuguesa es: «Tiempo de actuar: por una recuperación justa, verde y digital». Las grandes prioridades de la presidencia portuguesa son estas tres: 1) promover una recuperación europea en el marco de las transiciones climática y digital, 2) concretar el pilar social de la UE y asegurar que la transición climática y digital se haga de manera justa e inclusiva, y 3) reforzar la autonomía estratégica de una Europa abierta al mundo.

El acuerdo adoptado por el Consejo Europeo el 21 de julio de 2020 pasará a la historia de la UE, porque por primera vez se acepta que la UE pueda endeudarse a través de emisiones de bonos, con la garantía de todos sus estados miembros Clic para tuitear

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