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Psicología para transcender

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Es innegable el componente psicológico de las religiones y el papel que juegan en la psique de sus creyentes, sea cual sea el credo que profesen. Es por ello que, desde el nacimiento del psicoanálisis, tanto figuras eclesiásticas como laicos han intuido en la psicología terapéutica un enmascaramiento de procesos, técnicas y enseñanzas que ya existían en la religión. Pero, ¿cuánto hay de psicología en la religión? ¿Hasta qué punto puede intuirse en la psicología de una religión su origen divino? ¿Qué aporta el cristianismo a la psicología?

Para el ojo desnudo, la semejanza más clara entre la psicología y el catolicismo está en el sacramento de la confesión.

Ya Viktor Frankl, el psiquiatra austríaco inventor de la logoterapia, describió al psicoanálisis freudiano como “una suerte de confesión secular”. El Padre Loring, jesuita español, subrayaba irónicamente la previsión y bondad de Dios al instituir la confesión diciendo que, a diferencia de los psicólogos, la confesión es universal y gratuita. En definitiva, ambas situaciones — la confesión y la sesión — son introspectivas y dialécticas, amén de purgantes.

En el caso del confesionario, sin embargo y como diferencia, el hombre encuentra, a través del cura, el perdón de Dios y una nueva oportunidad para la santidad: hay una redirección hacia el exterior — una penitencia que se ha de cumplir, una vocación de servicio, un nuevo intento. En el del gabinete, el hombre se encuentra consigo mismo y sus conflictos internos: en su autorreflexión, la dirección amenaza con fosilizarse en una eterna búsqueda interior, espeleología de una caverna mental sin fondo.

En el marco más teórico, la Biblia y, en particular el Nuevo Testamento es, sin duda, el mejor manual de psicología que existe, y Jesús el mejor psicólogo. Se necesitarían ríos de tinta para hablar de los beneficios mentales — dejando a un lado lo espiritual — que proporcionan las enseñanzas cristianas. Es más, me atrevería a decir que la psicología secular, como con la confesión, intenta imitar — per speculum et in aenigmate — la psicología cristiana.

¿Disonancia cognitiva? “«Nadie puede estar al servicio de dos amos.». ¿Problemas de resentimiento? «Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen». ¿Falta de introspección? «Saca primero la viga de tu ojo.». ¿FOMO, ansiedad? «Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis».  ¿Inclinaciones egocéntricas?  Estudios revelan que el voluntariado — el amor al prójimo en acción — contribuye a la salud física y mental, hace crecer la gratitud y reduce el envejecimiento… ¡del que ayuda y del ayudado! Pues ya lo dijo Dios en Deuteronomio 30:19: «Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes».

Este conocimiento impecable de nuestra psique es, si no prueba fehaciente de su divinidad, clara insinuación de la enorme inteligencia emocional que despliega Jesús en el Nuevo Testamento.

No todas las enseñanzas de Jesús están tan desarrolladas en la Biblia como para sustituir una consulta psicológica, ni todos los avances psicológicos han llegado a las conclusiones que ya Jesús dejó intuir sobre el ser humano. Pareciera a veces que, con tantas ramificaciones, innovaciones e investigaciones, nos moviéramos en círculos; que el hombre «ha sido creado recto por Dios y sin embargo se busca infinitas complicaciones». ¿Cómo transcender este obstáculo? Dejándonos guiar, por una vez, por la psicología de Jesús, la única cuyo psicólogo nos ha prometido Verdad, Verdad que nos hará libres.

¿Cuánto hay de psicología en la religión? ¿Hasta qué punto puede intuirse en la psicología de una religión su origen divino? ¿Qué aporta el cristianismo a la psicología? Compartir en X

 

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