El domingo día 1 de agosto de 2021 era la festividad de San Alfonso María de Ligorio. Empecé a redactar mis reflexiones acerca de la comunión eucarística. Son reflexiones ponderadas, a partir de mis reflexiones catequéticas durante lustros, acerca de lo dispuesto en Sagrada Liturgia. ¡He dicho Sagrada! ¡Y he dicho dispuesto! Dispuesto quiere decir establecido por la autoridad competente de la Iglesia para toda la colectividad de fieles hasta nueva disposición. Obliga a su conocimiento, divulgación ministerial y cumplimiento.
¿Cómo se conoce con suaves toques de atención lo que tal vez se acepta ignorar? ¿Cómo se acepta como normativo lo que no se predica como tal en los templos? ¿Cómo actuar en cada momento como fiel cristiano de base? La disparidad de criterios y de composturas litúrgicas manifiestas, la variedad de pautas parroquiales de templo según templos y ministros, confunden un poco bastante al pueblo no formado. Lían bastante al instruido. El silencio jerárquico dentro del templo, micro en mano, de lo canónicamente establecido es muy notable con visos generalizados de excelencia de silencio.
Parece que en esto de comulgar lo propio es que cada uno a su bola según criterio personal de actuación. Empiezo por la pregunta Qué es comulgar y que desarrollaré por etapas. Terminaré con la respuesta. Con mi respuesta. Seguí redactando el lunes día 2 de agosto, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles. Después de comulgar en misa de diario. ¡En mi lengua y no en mi mano!
Sé en qué consiste comulgar en mi mano. Sucedió hace algunos años. Se trataba de una misa del mes de mayo en un colegio de religiosas con varias primeras comuniones. En concreto el colegio El Pinar ubicado en Valldoreig (muy cerca de Sant Cugat del Vallés). En estas ceremonias colectivas de colegio, como en las colectivas de parroquia, se agrupan familias que van a misa habitualmente y familias que raramente pisan los templos. Yo acudí como familiar de una sobrina. De una familia católica. Conocía al sacerdote. Era, es de fiar. En vez de interrumpir la misa no lo hizo.
Dos bancos delante del mío dos niños se retaron. El mayor retó al pequeño. Intuyendo lo que iba a suceder permanecí en mi banco observando. El mayor de los dos comulgó en su boca de su propia mano. ¡Sin duda comunión irreverente y sin ninguna preparación! El pequeño no se atrevió. Esperé la vuelta a su lugar. Me acerqué a él y le dije con sigilo que a mí ya no me daba tiempo y que si podía comulgar de él. Sintiéndose liberado y agradecido abrió la palma de su mano. Comulgué con mis dedos de la palma de su mano. Primera y única vez que he comulgado así. ¡A menos que me encuentre en otra situación como ésta, espero que siga siendo la primera y única vez!
Pie de foto: modo correcto de comulgar en la mano.