En relación con nuestras actitudes hacia el Islam, hasta ahora el concepto-trampa más usado es el de “islamofobia”. Y digo trampa porque cualquier crítica al Islam es asimilada a este concepto y condenada cómodamente al basurero donde se reúnen todos los apestados.
Ahora Le Figaro, en una reciente editorial, lanza un nuevo concepto: “denislamismo”, del fracés “déni”, negación, e islamismo. Esto es, la negación del islamismo que tenemos ante nuestros ojos, muchas veces precisamente para no ser acusados de “islamofobia”.
El atentado islamista en la Gendarmería de París por parte de un funcionario converso al Islam ha llevado a Le Figaro a lanzar esta aguda reflexión en una muy interesante editorial de la que traduzco los párrafos más sustanciosos:
“Pero, seamos claros: si tuviéramos que contentarnos con rastrear los fallos del sistema de seguridad, las disfunciones en la cadena judicial o las disimulaciones en las palabras del ministro del Interior, Christophe Castaner, nos quedaríamos sin duda al margen de lo esencial, que se puede expresar en pocas palabras: si no vimos nada de lo que estaba sucediendo en la jefatura de policía de París, ¡fue porque no queríamos ver nada!
Y si no queríamos verlo, es porque somos, colectivamente, víctimas de un mal extraño, particularmente virulento en las administraciones, las oficinas ministeriales y las redacciones periodísticas, una enfermedad del espíritu, que se acerca a la ceguera voluntaria, una enfermedad que será necesaria, si queremos combatirla, decidirnos a llamarla por su nombre: denislamismo.
El denislamismo es esta extraña mentalidad que siempre nos hace ver un «desequilibrado» detrás de cada atentado perpetrado en el territorio nacional.
…
¡Y todo, con la mejor conciencia del mundo! Porque si el catecismo denislamista es escrito por una vanguardia militante islamo-izquierdista, en guerra abierta contra nuestro sistema y nuestra civilización, es esencialmente predicado por un bajo clero político y mediático, preocupado sobre todo por cultivar su superioridad «moral» sobre el pueblo. Cuando se le habla de Islam político y de comunitarismo islámico, repite los mismos mantras en un bucle: «No debemos alarmar innecesariamente a los franceses», «No debemos arrojar gasolina al fuego», «No debemos plantear un problema contra el cual no podemos hacer nada y que, con el tiempo, terminará resolviéndose «(un problema que, a decir verdad, nuestros buenos apóstoles sufren poco) …
En resumen, ¡dormid en paz, buena gente! Y es así, de mentiras piadosas a medias verdades, como el discurso público, sobre este tema y sobre muchos otros – el accidente de Rouen, la reforma de las pensiones-, ha perdido todo crédito a los ojos de la mayoría de los franceses …”
Le Figaro cita a continuación una serie de personas, periodistas, filósofos, políticos, escritores, que se están atreviendo a romper este tabú (Houellebecq, Sansal, Finkielkraut, Daoud, Zemmour…), y añade en referencia a ellos :
“pero contra todos ellos y contra algunos más, la patrulla denislamista ejerce una vigilancia implacable. Una palabra de más y ya llegan a acusar de «amalgama», de ser culpables de «estigmatización», o aún peor, acusados de «islamofobia», porque, como novedad en el país de Voltaire, los tribunales tienen desde ahora la misión de defender un culto contra el libre ejercicio del espíritu crítico (para las otras religiones se aplican otros criterios)…
¡Pero aún hay más! Si el proceso por islamofobia no es suficiente para silenciar al espíritu rebelde, se le envía la bomba atómica: la reductio ad hitlerum, que procede de un conocido silogismo: «Los musulmanes son los judíos de hoy; los que denuncian el islamismo atacan a los musulmanes; ¡luego son nazis!».
Valiente, razonado y clarificador Le Figaro.