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Santiago Apóstol ¿Quién creo las flechas amarillas del camino?

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Cada 25 de julio, la Iglesia celebra con fervor la festividad de Santiago Apóstol, el Patrono de España y figura central del cristianismo hispano.

Su legado, no solo espiritual, sino también cultural, ha dejado huellas imborrables en la historia de Europa, y especialmente en la Península Ibérica, donde el Camino de Santiago reúne a millones de peregrinos año tras año.

Santiago Apóstol, misionero en la Península Ibérica

Tras la Ascensión del Señor, los apóstoles recibieron el mandato de predicar el Evangelio “hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). Según la tradición, Santiago el Mayor —también conocido como San Jacobo— recibió la misión de evangelizar la Hispania romana, lo que hoy conocemos como España. Durante su predicación recorrió diversos territorios, llegando hasta Galicia.

De regreso a Zaragoza, desanimado por la aparente falta de frutos en su misión, Santiago tuvo una experiencia que cambiaría su destino y el de toda España: la Virgen María se le apareció milagrosamente sobre una columna de jaspe a orillas del río Ebro.

Fue la primera aparición mariana de la historia, conocida hoy como la Virgen del Pilar. María le pidió que construyera una capilla en ese mismo lugar, promesa que cumplió antes de regresar a Jerusalén.

El martirio de Santiago y su milagro final

Al volver a Tierra Santa, Santiago fue arrestado por orden de Herodes Agripa I. Fue conducido al Monte Calvario, donde se le ataron las manos antes de su ejecución. Allí, según la tradición, obró un último milagro: un tullido le pidió ser sanado, y el apóstol, con las manos atadas, le dijo: “Ven tú hacia mí y dame tu mano”. El hombre obedeció y fue curado al instante.

Poco después, Santiago fue decapitado, convirtiéndose así en el primer apóstol mártir.

De Jerusalén a Galicia

Los discípulos del apóstol, temiendo nuevas persecuciones, decidieron trasladar su cuerpo. Según la leyenda, lo llevaron milagrosamente en una barca hasta Galicia, donde fue enterrado en un lugar que, con el paso de los siglos, quedaría olvidado.

Fue en el año 814 cuando el ermitaño Pelagio vio unas luces misteriosas sobre una colina y descubrió la tumba de Santiago.

Este acontecimiento fue considerado un milagro, y desde entonces, comenzó una de las peregrinaciones más importantes del mundo cristiano.

Las flechas amarillas

El hallazgo de la tumba dio origen al Camino de Santiago, una ruta espiritual que miles de peregrinos recorren cada año buscando renovación, fe y sentido. Desde entonces, diversas rutas como el Camino Francés, el Primitivo, el del Norte, el Portugués y otros han sido recorridos por creyentes de todo el mundo.

Uno de los elementos más icónicos del Camino de Santiago es la flecha amarilla, guía indispensable del peregrino moderno. ¿Quién la creó?

Fue Don Elías Valiña Sampedro, párroco de O Cebreiro. Consciente de las dificultades de orientación que enfrentaban los caminantes, pintó flechas amarillas por todo el trayecto utilizando pintura sobrante de señalizaciones viales. Cuando le preguntaban por qué lo hacía, respondía con humor que estaba “preparando una invasión”.

Hoy, gracias a esta sencilla señal, millones de peregrinos llegan con seguridad hasta Santiago de Compostela.

Celebrar la festividad de Santiago Apóstol es una invitación a vivir el Evangelio con valentía, como él lo hizo. Santiago nos recuerda que el camino de la fe está marcado por el esfuerzo, el servicio y, a veces, incluso por el martirio. Pero también está lleno de luz, de encuentros providenciales y de la compañía maternal de la Virgen María.

El Apóstol nos impulsa a seguir a Cristo sin miedo, hasta el último rincón de la tierra.

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